Números: 12:1-5
Miriam ocupaba un lugar privilegiado en la «primera familia» de Israel junto a sus hermanos Moisés y Aarón. A pesar de su impresionante genealogía y su fidelidad al Señor, caminar por el desierto por tanto tiempo y sin rumbo, las quejas constantes de la gente e incluso la reciente pérdida de muchas vidas por el juicio de Dios crearon una situación en la que Miriam estaba lista para fallar.
Estaba molesta porque Moisés había decidido casarse con una mujer que no era israelita y cuestionó su liderazgo en público. Seguramente Miriam pensó que al menos ella estaba cualificada para liderar a los israelitas igual que Moisés. Se dejó llevar por su orgullo y arrogancia y olvidó tomar algo en cuenta: Dios estaba escuchando. Estaba tan centrada en lo que pensaba que era lo mejor que acabó faltando el respeto a la autoridad no solo de Moisés sino también de Dios, Aquel quien dio a Moisés la posición de liderazgo.
Luego, Dios les recordó a Miriam y a Aarón cuál era su identidad: profetas que veían a Dios en visiones y sueños, en contraste, Moisés fue quien habló con el Señor cara a cara. Dios juzgó a Miriam con un breve brote de lepra por intentar denigrar Su exclusiva relación con Moisés y usurpar la autoridad que Dios dio a Moisés. Pasó una semana alejada del pueblo mientras hacía los rituales de limpieza que daba la ley de Moisés.
La circunstancia de Miriam nos revela lo que para muchos cristianos puede ser un pecado sutil: el orgullo. Hasta este punto, Miriam había vivido una vida como fiel seguidora de Dios. En ese sentido, su vida refleja nuestras vidas: intentamos seguir a Dios fielmente, oramos y leemos la Biblia, asistimos a la iglesia y servimos a otros de forma regular. Pero luego llega el momento incluso para los creyentes fieles en que estamos tentados a pensar que sabemos más que nuestros líderes.
Debemos tener cuidado con este pecado sutil de pensar que somos mejores de lo que realmente somos. Si no tenemos cuidado, pronto podemos encontrarnos en la misma posición que Miriam, tentados a faltar el respeto a nuestros líderes o pensar que sabemos más que Dios. Sigamos el ejemplo de Moisés en lugar de Miriam y luchemos por vivir vidas humildes «más que cualquier otra persona en la tierra» (Números 12:3).
Adaptado del libro, Las Sabias y las Audaces. Publicado por Visión Para Vivir. Copyright © 2023 por Charles R. Swindoll, Inc. Reservados mundialmente todos los derechos.