1 Corintios 12:18-20
Ahora bien, Dios ha colocado a cada uno de los miembros en el cuerpo según le agradó. Y si todos fueran un solo miembro, ¿qué sería del cuerpo? Sin embargo, hay muchos miembros, pero un solo cuerpo. 1 Corintios 12:18-20
PADRE, NOS HAS HECHO A TODOS con diferentes personalidades, dones y responsabilidades. No obstante, nos has unido en el mismo cuerpo de creyentes, donde Cristo es la cabeza. Nos das oportunidades interminables para dar, para enseñar a los demás, para guiar a los que están confundidos, para ayudar a los que están necesitados y para llevar las cargas de los demás. En tanto que servimos a Tu pueblo y tocamos la vida de aquellos que están fuera de la iglesia, caemos en la tentación de creer que estamos a cargo, que podemos exigir a los demás que se alineen, de hacer cosas de manera uniforme y rígida, de volvernos cerrados y demandantes, de poner altas expectativas, de controlar la obra del ministerio y la vida en general como si fueran empresas seculares.
Dios, necesitamos mantener las cosas de una manera fresca e impredecible y especialmente ayúdanos a seguir siendo personas auténticas con un corazón de siervo con los cuales las personas quieren relacionarse. Recuérdanos que Tú eres el Alfarero y nosotros el barro.
Danos una nueva esperanza… una esperanza que va más allá de la religión, una esperanza que nos motive a seguir adelante para servir con motivos puros, con mentes sólidas y corazones humildes. Te agradecemos por Tu gracia, nuestra única esperanza… en el nombre de Jesús. Amén.
Véase también Hechos 44-47; 9:b31; 1 Corintios 11:16; 12:1-31; Filipenses 2:3-4.
CONVERTIRSE EN PACIFICADORES
¿Se da cuenta de la unión intrínseca que hay entre la unidad y la humildad? Una genera la otra. Ninguna puede existir sin la otra. Son como mellizos siameses que están conectadas perpetuamente.
En muchas ocasiones, he visto cómo el orgullo ha ganado la batalla (aun cuando no se le llame así) y con ello la armonía se disipa… y quiero decir rápidamente. A diferencia de lo que leemos en la actualidad, la palabra lucha o pleito no es una descripción apta de cómo salir adelante la vida. Es más, eso no glorifica a Dios. Los amigos se logran y se mantienen cuando no haya luchas y peleas.
Estoy convencido de que necesitamos comprometernos a liberar a otros para que puedan descubrir y crecer por ellos mismos. Hoy, para variar, en la medida de lo posible, alejémonos de las discusiones en vez de buscarlas. Convirtámonos en pacificadores como Jesús nos lo pidió (Mateo 5:9).
Los pacificadores alivian la tensión; no la intensifican. Los pacificadores buscan soluciones y no encuentran gusto en las discusiones. Los pacificadores calman las aguas; no las revuelven. Los pacificadores se esfuerzan para que no ocurra una ofensa… y si ocurre, buscan la resolución. Los pacificadores bajan la voz en vez de gritar. Los pacificadores generan más luz que calor. ¡Bienaventurados sean esas valerosas almas!
Sin embargo, no se equivoque; un pacificador no es sinónimo de apaciguador. No estoy hablando de paz a cualquier precio. Hay límites que no podemos traspasar. Hacernos de la vista gorda cuando hay un mal comportamiento o una falsa enseñanza no simplifica la vida. La complica.
Cuando Cristo bendijo a los pacificadores, Él exaltaba el valor de hacer todo lo posible para mantener la armonía y apoyar la unidad. Su interés era hacer la paz donde la paz era un objetivo apropiado.
Adaptado del libro, Responde a Mi Clamor: Aprenda a comunicarse con un Dios que se preocupa por usted (Worthy Latino, 2014). Copyright © 2014 por Charles R. Swindoll, Inc. Reservados mundialmente todos los derechos.