Éxodo 15: 22-27

Al pensar en los primeros días de Israel en el desierto, quizás debamos recordarnos a nosotros mismos dónde se encuentra la nación en el relato del capítulo 15 del libro de Éxodo. Comenzó su viaje en la tierra de Gosén. Si usted tiene a la mano un mapa de ese territorio, le sugiero que vea dónde está ubicado. El mar Rojo (mar de los Juncos) se encuentra al norte de l golfo de Suez. Cruzaron ese mar, y luego se dirigieron en dirección sursureste al monte Sinaí. Pero antes de llegar al monte de Dios, arribaron al desierto de Shur, situado en la parte septentrional de la península del Sinaí. Allí la columna de nube y de fuego, seguía dirigiendo a Israel en el desierto, con el pastor Moisés al frente del rebaño. Era una extensión inmensa de desierto que se extendía hacia el sur hasta el desierto de Etam.

Aquí en Shur es donde se encontraban los hebreos. Pero ¿por qué estaban allí? Si Dios había hecho pasar al pueblo a través del mar Rojo, ¿no podía él también llevarlo de inmediato a la verde tierra de Canaán? ¡Claro que sí! Si él había sido capaz de dividir las aguas, de permitirles pasar sobre tierra seca y de librarlos de los egipcios, ¿no era también capaz de llevarlos rápidamente a las fronteras de la tierra que fluía leche y miel? ¡Por supuesto! Dios puede hacer todo. Si él pudo guiarnos a través de este desierto terrenal y depositarnos rápidamente en el cielo. No es ningún problema. . . pero él no lo hace.

¿Por qué Dios nos hizo pasar por experiencias en el desierto antes de que llegáramos a Canaán? Por una sola cosa. Porque quiere probarnos. Esa fue la razón por la que Dios llevó a Israel al desierto, según Deuteronomio 8:2: «Acuérdate de todo el camino por donde te ha conducido el Señor tu Dios estos cuarenta años por el desierto, con el fin de humillarte y probarte, para saber lo que estaba en tu corazón, y si guardarías sus mandamientos, o no» (lea esto nuevamente . . . pero más despacio).

Dios nos pone en el desierto para enseñarnos humildad, para probarnos, para que desarrollemos fuerza espiritual. Nuestras experiencias en este desierto terrenal tienen el propósito de que nos volvamos hombres y mujeres de fe. Seamos realistas: nuestras raíces se vuelven más profundas solo cuando los vientos que nos rodean son fuertes. Quitemos las pruebas, y nos convertiremos en unos debiluchos espirituales, con raíces a flor de tierra.

Enfrentemos los vientos del desierto, y veremos como admirablemente nuestras raíces se hunden profundamente para convertirse en fe.

Adaptado del libro, Buenos Días con Buenos Amigos (El Paso: Editorial Mundo Hispano, 2007). Con permiso de la Editorial Mundo Hispano (www.editorialmh.org). Copyright © 2019 por Charles R. Swindoll, Inc. Reservados mundialmente todos los derechos.