Lucas 15:22, 24
Pronto; traed la mejor ropa y vestidlo, y poned un anillo en su mano y sandalias en los pies. . . porque este hijo mío estaba muerto y ha vuelto a la vida; estaba perdido y ha sido hallado». Lucas 15:22, 24
NUESTRO DIOS Y PADRE, oramos por aquellos rebeldes que andan huyendo. . . por aquellos pródigos que en este momento se encuentran distantes de Ti. Te pedimos que los atraigas a Ti de la forma que sólo Tú lo puedes hacer. La parábola que nuestro Salvador contó acerca del hijo pródigo y su padre es tan intemporal verdadera. Padre, esa historia es un recordatorio de nuestra jornada aquí en la tierra. No es difícil identificarnos con este muchacho. Todos hemos estado allí más de lo que quisiéramos.
Te pedimos, Dios, por cada padre y madre cuyos corazones se quebrantan por un hijo rebelde. Te pedimos que esos hijos vuelvan a sus sentidos. Te pedimos que los hagas hombres y mujeres santificadas. Ayúdanos a darnos cuenta de lo que Tú puedes hacer en la vida de una persona que se ha dedicado completamente a Ti. Trae arrepentimiento, ánimo y alivio a esos hijos pródigos y una gran esperanza a las familias que los aman y que en este día se encuentran quebrantadas, y confundidas. En el nombre de Jesús nuestro Salvador, oramos. Amén.
Véase también Isaías 53:6; Lucas 15:1-32; Juan 6:44; 1 Tesalonicenses 5:14.
LA COMPASIÓN ESPERA
He descubierto que el tiempo correcto es tan crucial como la participación. Nosotros no podemos forzar las cosas. Aun cuando tengamos lo necesario; aun cuando tengamos la pieza del rompecabezas que falta y que la otra persona necesita. . . nosotros no debemos ponerla allí por la fuerza. No debemos intentarlo. Debemos hacer algo más difícil con nuestra compasión: debemos esperar.
Sí, es correcto, Esperar.
¿Aun si hay rebelión? Sí, aun si hay rebelión. Espere.
¿Aun si el pecado esté ocurriendo? Sí, aun con todo eso. Espere.
¿Aun si otros están sufriendo, desilusionados y no pueden dormir por las noches a causa de la miseria y el malentendido, angustias y noches sin dormir? Créalo o no, sí, hay que esperar. Hay momentos (no siempre pero seguido), cuando la sabiduría nos refrena de irrumpir y tratar de forzar a alguien que acepte nuestra ayuda. Debemos esperar porque no es el tiempo adecuado.
¿Recuerda aquella ocasión cuando Isaías le dijo a la nación de Israel que Dios les había llamado «un pueblo rebelde» (Isaías 30:1)? El pueblo estaba realizando obras vergonzosas, tenía un comportamiento reprochable, había hecho alianzas infieles, vivían bajo presión y rechazaban descaradamente la Palabra de Dios. Su falta de disposición para arrepentirse era como echarle sal a una herida. Pero ¿cuál fue la respuesta de Dios? En la primera parte del versículo 18 leemos la siguiente declaración: «Por tanto, el Señor espera para tener piedad de vosotros, y por eso se levantará para tener compasión de vosotros».
En vez de penetrar los pasillos oscuros de Judá, gritándoles que se arrepintieran y exponer sus vidas para demostrar su desobediencia, el Señor se sentó a esperar. El tiempo no era el adecuado.
Ni siquiera Dios mismo se entromete. Si es así, ¿por qué nosotros lo hacemos?
Adaptado del libro, Responde a Mi Clamor: Aprenda a comunicarse con un Dios que se preocupa por usted (Worthy Latino, 2014). Copyright © 2014 por Charles R. Swindoll, Inc. Reservados mundialmente todos los derechos.