Efesios 2:12

Recordad que en ese tiempo estabais separados de Cristo, excluidos de la ciudadanía de Israel, extraños a los pactos de la promesa, sin tener esperanza, y sin Dios en el mundo. Efesios 2:12

OCASIONALMENTE, PADRE NUESTRO, necesitamos reflexionar y recordar. Necesitamos esos momentos para recordar y afirmar Tu soberanía. Tu Palabra proclama que Tú estás en los cielos y haces lo que te place. Y así debe ser. Tú eres el alfarero; nosotros somos el barro. Eres nuestro amo y nosotros tus siervos. Eres infinito y nosotros somos finitos. Tú nunca cambias mientras que nosotros lo hacemos con frecuencia.

Lo que necesitamos estos días es reflexionar en Tu bondad, aun cuando no la merecemos. Al reflexionar, nos arrepentimos. Nos damos cuenta de que tan superficial es nuestro compromiso contigo. . .  que tan corta es nuestra determinación. Aunque no merezcamos Tu bondad, Tú continúas entregándonosla. Gracias por darnos lo que no merecemos; por darnos Tu favor aunque seamos obstinados y desobedientes. Esperamos que encuentres en nosotros oídos abiertos para escuchar, ojos ansiosos para ver y voluntades listas para obedecer. Que nuestras vidas representen una gratitud genuina por Tu soberanía, Tu bondad, Tu misericordia y Tu gracia. Te lo pedimos por medio de Cristo. Amén.

Véase Éxodo 13:3; Salmos 115:3; Isaías 64:8; Efesios 2:11-12; Apocalipsis 2:5.

 

UN CORAZÓN CÁLIDO

El delicioso aroma de carne asada se olía por toda la casa. Tres damas, muy especiales, se encontraban en la cocina preparando el almuerzo. La casa presentaba un ambiente relajado que invitaba a sentarse cerca de la chimenea.

Uno de mis amigos sentado en uno de los sillones nos contaba sobre un pez que se le escapó. Mientras lo hacía, yo fijé mi vista en uno de los letreros de madera que estaba cerca de la chimenea. El cuarto estaba tan oscuro como para leerlo desde donde estaba sentado. Pero me sentí tan intrigado y extrañamente atraído a ese letrero que me acerqué para leerlo.

Pase mis dedos sobre el contorno de cada letra mientras pronunciaba las palabras musitando. El letrero decía: «Si tu corazón está frío, mi fuego no puede calentarlo».

Una frase verdadera. Las chimeneas no calientan los corazones. Tampoco un gran mobiliario, una casa de diez cuartos, ni tampoco un salario de más de seis dígitos. No, solo el fuego del Dios viviente puede calentar un corazón frío.

Me volví a sentar y mientras miraba el fuego, oré a Dios diciendo: «Señor, mantén caliente mi corazón. Detenme cuando empiece a alejarme a cosas que yo piense que me harán feliz. No permitas ninguna tendencia absurda de sustituir cosas por Ti».

Nos llamaron a cenar y nos levantamos. Miré nuevamente hacia la chimenea y recordé la frase: «Si tu corazón está frío, mi fuego no puede calentarlo». Le agradecí a Dios por Su fuego que nunca se apaga.

Esa escena memorable me ocurrió hace varias décadas. De vez en cuando, mi corazón se ha enfriado. Sin embargo, hoy está calentado Él nunca me ha dejó cuando estaba frío.

 

Adaptado del libro, Responde a Mi Clamor: Aprenda a comunicarse con un Dios que se preocupa por usted (Worthy Latino, 2014). Copyright © 2014 por Charles R. Swindoll, Inc. Reservados mundialmente todos los derechos.