2 Corintios 13:4
Porque ciertamente él fue crucificado por debilidad, pero vive por el poder de Dios. Así también nosotros somos débiles en él, sin embargo, viviremos con él por el poder de Dios para con vosotros. —2 Corintios 13:4
PADRE CELESTIAL, TODOS LUCHAMOS con la debilidad. Todos los días nos acordamos de ella. Te necesitamos. Tenemos sufrimientos y decepciones que no se han ido… el dolor de relaciones rotas, enfermedades y muertes recientes. Te invitamos para que entres a nuestras vidas, Señor. Encárgate de todas estas cosas. Sabemos que por medio de Tu presencia podemos encontrar descanso y alivio de las cosas que nos atan internamente. No podemos aguantar mucho y a veces sentimos que estamos a punto de rendirnos. Necesitamos Tu consuelo y Tu fortaleza en esos momentos de debilidad física y emocional.
Señor, también el pecado nos acosa. Necesitamos Tu gracia. El pecado ha causado estragos terribles en la condición humana. Y aunque muchas veces lo hemos excusado o escondido, hoy queremos presentarnos ante Ti y arrepentirnos. Hemos fracasado en esta semana y eso nos molesta y nos afecta—palabras innecesarias, arrebatos de ira, resentimiento persistente, alguna respuesta cáustica.
Señor, gracias por la sangre de Cristo que nos limpia de todo pecado, incluyendo estos. Padre, perdónanos. Quita de nosotros esas acusaciones que el enemigo nos hace para avergonzarnos y para arrastrarnos bajo la carga del fracaso. Ayúdanos a recordar que por Tu gracia, Tú no solo nos perdonas, sino que también nos purificas. Te agradecemos porque conoces nuestras debilidades y nos amas de todas maneras. Oramos en el nombre de Jesús. Amén.
Véase también Romanos 8:26; 15:1; 1 Corintios 1:25; Hebreos 4:15.
SEGUIR ADELANTE EN LA DEBILIDAD.
Recuerdo una época en 1980, cuando se le dijo a mi esposa Cynthia, que necesitaba hacerse una biopsia en uno de sus senos. Desde que su madre murió de cáncer de mama, siempre hemos tenido la preocupación de que a mi esposa le puede ocurrir algo similar. ¡Ese día toqué fondo! El temor surgió como un monstruo asomando su horrible cabeza y le dio un golpe a mi espíritu tranquilo. Llamé a los demás pastores y nos reunimos, pero mientras trataba de explicarles lo que estábamos enfrentando, no pude más. En vez de describir lo que estaba pasando de manera objetiva y deliberada, empecé a llorar. Entre palabras traté de explicarles el procedimiento, admití mis temores y concluí diciendo: «Lo siento… me está costando mucho enfrentar esto». Me puse de pie y salí de la oficina, avergonzado por mi debilidad de liderazgo.
Uno de los pastores me siguió y sollozante me dijo: «Chuck, no siempre tienes que tener el control en cada situación». Luego me abrazó con genuina comprensión. Esa fue una lección muy importante para mí. (Por cierto, los resultados mostraron que el quiste era benigno).
Se supone que un tipo de mi edad podría mantenerse «ecuánime» y seguir siendo profesionalmente objetivo. Es más, después de cincuenta años en el ministerio, cualquiera puede pensar que he visto lo suficiente y nada me asustaría. Sé que hay muchos soldados en el ejército que después de ver tanta sangre y de esas noches sin dormir por los ataques sorpresivos del enemigo, se vuelven duros ante cualquier evento. Pero en mi caso, yo no he podido descubrir el secreto de mantenerme emocionalmente objetivo. Todavía lloro.
Sin embargo, debemos seguir con la frente en alto durante esos tiempos peligrosos. Aun en nuestra debilidad, debemos hacer lo necesario para mantenernos firmes en todo momento. No obstante, eso no significa que esté mal derramar lágrimas.
Adaptado del libro, Responde a Mi Clamor: Aprenda a comunicarse con un Dios que se preocupa por usted (Worthy Latino, 2014). Copyright © 2014 por Charles R. Swindoll, Inc. Reservados mundialmente todos los derechos.