Efesios 4: 4-6

Hay un solo cuerpo y Espíritu, así como también vosotros fuisteis llamados en una misma esperanza de vuestra vocación; un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo, un solo Dios y Padre de todos, que está sobre todos, por todos y en todos. —Efesios 4: 4-6

 

PADRE NUESTRO, QUE GRAN PRIVILEGIO es el haber sido provistos de Tu maravillosa gracia, que nos hayas hecho uno,  junto a tal variedad y diversidad de personas. Gracias por el misterio ahora dado a conocer a Tu pueblo, de la forma que tú has hecho que judíos y gentiles sean un solo cuerpo, para que seamos una familia de la cual Cristo es la cabeza y el Dueño. Encontramos gran consuelo al saber que nuestro Dueño Jesús, nos protegerá, nos cuidará, y nos tratará honorablemente. Gracias por Tu tierna compasión, y Tus misericordias que son nuevas cada mañana.

Señor, nos alegramos tanto de ser parte de un pueblo, que como un cuerpo, ha sido unido para la transformación y el servicio. Somos de varios colores, orígenes y trasfondos, y luchas y pecados. Delante de la cruz todos estamos al mismo nivel. Que nuestra unidad con los demás creyentes sea tan palpable y que nuestra comunión sea tan genuina y nuestros corazones tan cálidos, que las personas sin Cristo se sientan atraídas irresistiblemente hacia tu Hijo, al que amamos y adoramos. Oramos en su nombre. Amén

Véase también Salmos 133:1; Juan 17:23; Efesios 3:3-6; Colosenses 3:14.

 

¿ES REALMENTE LA GRAN COSA?

¿Se ha preguntado alguna vez si la iglesia es realmente la gran cosa? Yo lo he hecho. Lo que quiero decir es que, comparado a las entusiastas mentes científicas, educativas y políticas que impactan a la humanidad, ¿qué tan importante pueden ser unas cuantas docenas de personas que se reúnen en un edificio para cantar alabanzas y escuchar predicaciones?

A menos que hayamos eliminado Mateo 16:18 de nuestras Biblias, todavía dice lo que Jesús dijo. Este versículo contiene una promesa de que la iglesia es el proyecto personal de Dios, y por ello, será invencible perpetuamente. Esto significa que todas las demás cosas que parecen importantes, sin importar lo impresionantes o intimidantes que puedan ser, algún día pasarán y serán reemplazadas.

Hace unos años escuché a mi gran amigo, Jay Kesler dar una charla titulada: «Por qué creo en la iglesia local». Quiero compartirle sus cinco razones.

Primero, ¿dónde más va a escuchar la verdad acerca de la muerte, el juicio, las relaciones, el significado de la vida y el destino eterno?

Segundo, la iglesia le da dignidad a la humanidad en una época cuando la humanidad se ha perdido en una búsqueda sin sentido por el ego.

Tercero, le provee una brújula moral a una sociedad inmersa en el relativismo.

Cuarto, en la iglesia las personas se preocupan desinteresadamente, ya que el Espíritu de Dios obra en ellas, uniendo sus vidas.

Quinto, más que cualquier otra institución, la iglesia ha creado escuelas, hospitales y organizaciones de ayuda.

Ahora bien, la iglesia no es perfecta (usted y yo somos parte de ella, ¿cierto?), y no siempre ha modelado su mensaje. Pero cualquier cosa que ocupa el segundo lugar después de la iglesia sigue manteniéndose muy por debajo de la ella.

Generalmente, el domingo es cuando el cuerpo y la cabeza se unen para celebrar esta unión misteriosa donde personas ordinarias como nosotros se reúnen alrededor de nuestro Dios preeminente. No importa la opinión que tengan los demás de ella, si es algo que Dios ha elegido, realmente es la gran cosa.

Adaptado del libro, Responde a Mi Clamor: Aprenda a comunicarse con un Dios que se preocupa por usted (Worthy Latino, 2014). Copyright © 2014 por Charles R. Swindoll, Inc. Reservados mundialmente todos los derechos.