Job 13:23

¿Cuántas son mis iniquidades y pecado? Hazme conocer mi rebelión y mi pecado. —Job 13:23

SEÑOR, TÚ SABES que el corazón humano es rebelde. Sabes que nos encontramos en un mundo caído. Lo podemos ver claramente al mirar las noticias. Una y otra vez nos damos cuenta de la cruel realidad que se produce en el mundo por la obstinación, la resistencia y el egoísmo. No solo vemos cómo la carne lucha, sino que nosotros mismos nos encontramos en esa misma lucha. Padre, dale a Tu pueblo la habilidad de sobrevivir estos momentos difíciles.

Señor, no permitas que nuestra condición caída nos haga transigir nuestras convicciones en los siguientes días. Ayúdanos a caminar de puntillas, al igual que los antiguos hebreos, que al escuchar el sonido de trompeta y ver el humo, la nube y los rayos en el Monte Sinaí, se dieron cuenta de que debían tomarte en serio. Encuentra disposición en nuestros corazones para hacer eso. Danos una generosidad desinteresada—un gran corazón—al ir cambiando, de la forma en que éramos, hasta llegar al lugar de lo que seremos.

Señor, confiamos en Ti completamente. Al igual que Moisés confió en que Tú sacarías a los hebreos de Egipto, de esa misma forma confiamos en que Tú nos vas a llevar a la tierra prometida, protegiéndonos hasta que lleguemos al otro lado de la muerte, por medio de la resurrección corporal a una nueva vida en la nueva creación. Te pedimos, Señor, que vayas delante de nosotros, detrás de nosotros y rodéanos con todo lo que necesitamos para superar nuestra rebeldía. Danos la paz y confianza de que Tú estás dirigiéndonos y no nosotros. Ayúdanos a confiar en Ti completamente mientras caminamos en humildad contigo en los días futuros. Te lo pedimos en el nombre de Jesús. Amén.

Véase también Génesis 4:7; Éxodo 19; Salmos 25:7; Eclesiastés 8:12; Isaías 1:5

 

POR QUÉ VAGAMOS

La depravación no es una enfermedad. Es la muerte. La depravación de la humanidad es detestable ya que no tiene vergüenza, no intenta cubrirse ni refinarse y mucho menos arrepentirse. Es como un pozo entenebrecido y sucio de un corazón que no ha sido regenerado.

Y no nos sintamos superiores. Solo porque usted y yo no hayamos asesinado a alguien, o no hayamos robado un banco, no significa que no tengamos una naturaleza maligna.

Usted y yo llevamos dentro de nosotros una naturaleza asesina. Nacimos espiritualmente muertos y enfermos de pecado desde el vientre de nuestra madre y por eso tenemos la raíz de la maldad arraigada a nosotros. Así es usted. Así soy yo. Así es toda la humanidad, incluyendo a los niños (Salmos 51:5).

Si fuese permitido y no hubiera nada que nos restringiera, seriamos capaces de los actos más inimaginables y horrorosos. La misma contaminación impía que funcionaba en las mentes de Adolfo Hitler, José Stalin y Saddam Hussein, y que causó actos despreciables de prejuicio y odio, reside dentro de nosotros también.

Todos tenemos la misma enfermedad. La depravación muestra toda su fealdad. ¿Necesita una prueba bíblica antes de aceptar tal acusación? Deténgase y lea Isaías 64:6-7 y luego Romanos 3:9-18.

Cuando lo haga, se dará cuenta de su propia naturaleza. Un retrato sin retocar dentro de un marco inspirado. Si la depravación fuera azul, fuéramos de color azul por todos lados.

Es solo hasta que leemos algo así que podemos apreciar las palabras con las cuales nos hemos familiarizado tanto. Quizás es por eso que cuando existe un fondo oscuro, la gema puede brillar más que nunca.

¿Por qué Dios permitiría que Su hijo nos salvara a nosotros, pecadores sin solución? ¿Cómo podemos dejar atrás el odio y el horror de nuestra depravación?

La respuesta es una sola palabra: Gracia.

Adaptado del libro, Responde a Mi Clamor: Aprenda a comunicarse con un Dios que se preocupa por usted (Worthy Latino, 2014). Copyright © 2014 por Charles R. Swindoll, Inc. Reservados mundialmente todos los derechos.