Éxodo 12:1-28

La instrucción dada por Moisés debía transmitirse de generación a generación. Después de que terminó de dar estas instrucciones específicas, la Biblia dice: «Entonces el pueblo se inclinó y adoró. Los hijos de Israel fueron y lo hicieron, como el Señor había mandado a Moisés y a Aarón, así lo hicieron» (v.27, 28).

Volvemos de nuevo a la palabra clave: obediencia.

El faraón no obedeció, no quiso hacerlo. El resultado fue que se expuso a sí mismo y expuso a toda la nación al castigo de Dios. Pero los hebreos escucharon la Palabra del Señor por medio de Moisés y sí obedecieron, hasta en el más mínimo detalle. El resultado fue que experimentaron una gran salvación. Los hebreos hicieron historia, mientras que el faraón pasó a la historia.

Me gustaría hacer una aplicación práctica de estas ideas antes de seguir adelante. Mi convicción personal es que nuestra lucha mayor no está en el ámbito de la comprensión de la voluntad de Dios, sino en el ámbito de la obediencia al Dios dueño de esa voluntad. Para ser honesto, cuando usted y yo damos un vistazo a nuestra vida pasada, no nos vemos confundidos y desconcertados en cuanto a la voluntad de Dios, pero sí testarudos y rebeldes ante aquel que estaba dirigiendo nuestros pasos. Nuestro problema no era que no sabíamos; nuestro problema era que lo sabíamos, pero no estuvimos dispuestos a obedecer.

Esa es la gran lucha de la vida cristiana. La clara verdad de Dios nos es presentada una y otra vez. La tenemos a la mano, la leemos, la escuchamos expuesta desde un púlpito, en un libro o en un programa de radio y sentimos el susurro del Espíritu Santo. Sí, esto es contigo. Entendemos claramente lo que Él dice . . . pero nos resistimos a obedecer. A la hora de la verdad, nuestra tendencia es decir: «YO lo tengo planeado de otra manera». Pero al miras hacia atrás, nos preguntamos: «¿Por qué no obedecí al llamado del Señor?».

En alguna coyuntura de nuestra vida, quizás en varias coyunturas, necesitamos hacernos esas preguntas. Usted dirá: «Bien Chuck, el Señor no está llamando a todo el mundo a esa tarea». Lo sé. Pero ese no es el punto aquí. No estamos hablando de todo el mundo. El punto es: ¿Cómo sabe usted que Él no le está llamando a usted hoy mismo?

Adaptado del libro, Buenos Días con Buenos Amigos (El Paso: Editorial Mundo Hispano, 2007). Con permiso de la Editorial Mundo Hispano (www.editorialmh.org). Copyright © 2019 por Charles R. Swindoll, Inc. Reservados mundialmente todos los derechos.