Isaías 64:4
Desde el principio del mundo,ningún oído ha escuchado,ni ojo ha visto a un Dios como tú,quien actúa a favor de los que esperan en él. Isaías 64:4
Por casi cuatro siglos, los judíos se preguntaban constantemente, ¿Se habría olvidado Dios de Su pueblo? ¿Cuándo les hablaría de nuevo? ¿Cumpliría Su promesa y traería salvación a Israel?
Después de recibir la profecía de Dios a través de Malaquías, el silencio de los cielos reinó durante cuatrocientos años. Aquellos profetas que predicaban la Palabra de Dios al pueblo de Israel desaparecieron del escenario. Una falta de dirección específica o una palabra de aliento por parte de Dios dejó a los israelitas con una sola opción: confiar en que Dios continuaba obrando en su época tal como lo había hecho en el pasado.
En efecto, la ausencia de un profeta sugería el silencio de Dios, pero no significaba que Él no estaba obrando. Durante los siguientes cuatrocientos años después de Malaquías, Dios provocó cambios culturales y políticos que serían cruciales para guiarles a la salvación, no solamente a los judíos sino a todos aquellos que pusieran su fe en el niño nacido en Belén.
Los cambios comenzaron aproximadamente un siglo después de la profecía de Malaquías—cuando un joven llamado Alejandro ascendió al trono del imperio griego. Alejandro extendió sus límites más allá de los de cualquier otro imperio anterior, haciendo que el lenguaje griego se extendiera hasta la India. Después de la caída de los griegos, los romanos, unidos bajo el César, construyeron carreteras e instituyeron la Pax Romana—la paz de Roma—haciendo más sencillo y seguro viajar por todo el imperio.
¿Cuáles son los resultados de estos cambios oportunos? La Pax Romana mantuvo a los Magos del Oriente salvos de cualquier peligro mientras viajaron a través de los caminos romanos; esos mismos caminos romanos los condujeron a Belén con el tiempo suficiente para visitar al niño Jesús. Gracias a que el idioma había sido unificado, los autores del Nuevo Testamento pudieron después de manera efectiva y eficaz contarle a todo el mundo las buenas nuevas acerca de Jesús.
Muchos israelitas fieles estaban más dispuestos que nunca a recibirlo a Él, ya que por siglos sus antepasados habían estado esperando en las sinagogas adorando a Dios, su Creador. Eventualmente escucharían que Él, como Mesías, les anunciaría que había llegado.
Con la venida de Jesús, el temor no reinaría más. La esperanza se cumpliría. Y Dios finalmente rompería Su silencio.