Elías, cuyo nombre significa «mi Dios es Jehová», era un profeta de Tisbe que apareció en un momento crítico en la historia de Israel. Fue como un relámpago en medio de la densa oscuridad espiritual en la que se encontraba el pueblo de Dios. Aunque su nombre y su origen fueron significativos, lo que más impactó de este profeta fue su estilo para liderar.

Acab y Jezabel tenían el control del reino del norte de Israel, y Baal era el dios que adoraban. Pero cuando Elías irrumpió en la escena, su mismo nombre proclamó lo siguiente: «Yo tengo un solo Dios. Su nombre es Jehová. Él es a quien sirvo, y ante quien me mantengo firme». Al presentarse de forma abrupta y sin respeto alguno por el protocolo real, Elías confrontó la idolatría del rey Acab y su dominante esposa con el siguiente anuncio:

«Tan cierto como que el Señor vive, el Dios de Israel —a quien sirvo—, no habrá rocío ni lluvia durante los próximos años, ¡hasta que yo dé la orden!» (1 Reyes 17:1, NTV)

Aquellos que adoraban a Baal creían que era el dios que traía las lluvias y las cosechas abundantes. Así que cuando Elías, sin mostrar vacilación, temor o renuencia, profetizó que no habría lluvia durante varios años, Acab quedó consternado. Aunque este rey había construido una fuerte defensa militar, esta no ayudaría en nada durante la sequía. Tenía muchos profetas de Baal a su servicio, pero ninguno de ellos podía hacer que lloviera. Elías confrontó con valor al hombre que había llevado el pueblo al mal, y le habló de un poder mayor que cualquier dios pagano: el Señor, Dios de Israel.

Sin embargo, cuando la rebelión y la herejía estaban en pleno apogeo en Israel, Dios respondió no solo con palabras, sino con acciones. El rey Acab convocó a 450 profetas de Baal y 400 de Asera en el monte Carmelo para comparar la inteligencia de Elías y desafiar el poder de su Dios. A estas alturas, el abismo espiritual entre Dios y su pueblo había alcanzado su nivel más alto. Muchos de los israelitas habían seguido de buena gana el impío e idolátrico liderazgo de Acab. Sin embargo, aun en eso estaban divididos e indecisos. Algunos estaban siguiendo a la diosa Asera, otros seguían al dios Baal, y había algunos que todavía pensaban en Yahvé, el Dios de los cielos, pero con cierta indiferencia. Eran tan vacilantes en su fe; por eso Elías confronta y desafía al pueblo a tomar una decisión con estas palabras:

«¿Hasta cuándo seguirán indecisos, titubeando entre dos opiniones? Si el Señor es Dios, ¡síganlo! Pero si Baal es el verdadero Dios, ¡entonces síganlo a él!». Sin embargo, la gente se mantenía en absoluto silencio. Entonces Elías les dijo: «Yo soy el único profeta del Señor que queda». (1 Reyes 18:21-22)

La gente no dijo ni una sola palabra. No respondieron al desafío de Elías, ni tampoco discutieron con él. A la hora de tomar una decisión, lo más fácil de hacer es no comprometerse; permanecer pasivos en la zona neutral. Pero Elías no se desanimó. Él se mantuvo firme, aunque solo en esa brecha. Era superado en número por la oposición, pero era absolutamente invencible en las manos de Dios.

Elías cumplió muy bien su encomienda haciendo sonar la alarma de peligro, tratando de despertar a un pueblo indiferente e incluso hostil a la voluntad de Dios. El heroísmo de Elías al estar de pie ante el rey del país y diciéndole lo que él no quería oír, provenía de la confianza que tenía el profeta en la palabra de su Señor. Dios respondió a la oración de Elías. Pero no solo hizo descender fuego, sino que—más importante aún— lo ocurrido hizo volver los corazones del pueblo de nuevo a Dios, librando a la nación de los profetas de Baal.

Hoy en día, el Señor sigue buscando personas que se paren firmes en la brecha. Que hagan una diferencia en la densa oscuridad espiritual de nuestro tiempo. Los verdaderos creyentes en Cristo no deben conformarse con un cristianismo mediocre y ambivalente. No deben mezclarse en el escenario neutral de este mundo, ni sucumbir ante las corrientes de confusión teológica del presente. A veces hay que mirar muy de cerca y hablar mucho antes de que un individuo declare su lealtad a Dios. . . Alguien con el valor y el coraje para mantenerse firme ante la verdad de Dios, aunque esto signifique estar parado y solo en la brecha.

Elías escenificó una grandiosa confrontación crucial con los profetas de Baal. Para la mayor confrontación de todos los tiempos tuvo lugar en el Calvario, donde el enemigo de Dios fue derrotado por el sacrificio de amor que realizó el Hijo de Altísimo. ¿Por qué razón? Porque Dios contó con una vida totalmente rendida y dedicada a Él: Su amado Hijo Jesús. La diferencia que él marcó cambió el curso de nuestra historia para siempre.