Él fue un hombre de una sincera y sin igual piedad. También fue un hombre que tuvo una prosperidad bien merecida. Fue caballeroso, piadoso, extremadamente rico, un excelente padre y fiel esposo. Pero en una rápida y brutal sucesión de calamidades, Job se vio reducido a una torcida masa de quebrantamiento y aflicción. La extraordinaria acumulación de desastres que lo golpearon habría sido suficiente para acabar con cualquiera de nosotros hoy en día. Pero no fue así para Job. Aunque quedó materialmente arruinado y sin hijos, Job se mantuvo firme, resistiendo hasta el final sobre aquella colina azotada por el viento.
Un cuidadoso análisis de la vida de este hombre, especialmente de su respuesta a las dolorosas experiencias que atacaron su vida antes apacible y piadosa, nos convencerá de que éste es otro héroe cuyas cualidades personales vale la pena imitar. A pesar de ser un hombre piadoso y obediente a los mandatos de Dios, y estando consciente de que sus sufrimientos están dentro de Su voluntad divina, Job argumenta que su sufrimiento sería más soportable si supiera el porqué del mismo. Si hubiera algún pecado por el cual arrepentirse, ¡lo hubiera hecho! Su gran deseo era encontrarse con Dios para que Él pudiera limpiar su nombre, probar su rectitud y le explicara por qué había sido elegido para recibir todas esas calamidades. Pero Job lucha, reconociendo finalmente su frustración:
«Voy hacia el oriente, pero él no está allí; voy hacia el occidente, pero no puedo encontrarlo. No lo veo en el norte, porque está escondido; miro al sur, pero él está oculto». Job 23:8-9, NTV
Job es un hombre excelente, espiritualmente maduro y un gran varón de Dios. No obstante, él anhela ser testigo de la presencia de Dios. «Oh, que yo pudiera saber dónde se encuentra. Pero no puedo verlo, contemplarlo o percibirlo». ¿Ha tenido usted alguna experiencia similar? Pienso que sí. Todos la hemos tenido alguna vez. Pienso en lo maravilloso que sería despertarme una noche de luna llena, mirar por la ventana de mi habitación y ver escrito entre las estrellas: «Querido Carlos, habla… te escucho. Aquí estoy. No te preocupes por nada. Tu sabes que yo tengo el control. Tu sabes cuánto te amo. Atentamente, Dios». ¡Me encantaría que eso sucediera! También me gustaría meterme en mi automóvil después de un largo y difícil día de trabajo, prender la radio y que Dios me dijera: «Antes de que escuches esta estación, quiero hablar contigo por unos minutos». Seamos sinceros: a todos nos encantaría oír una voz audible o leer un mensaje visible de Dios. Pero no es así como suceden las cosas. Nuestro andar con Él es una caminata de fe.
Después de meditar por un momento, Job cambia su perspectiva de pesadumbre a confianza. Las palabras que pronuncia son a mi parecer los versículos más maravillosos que se encuentran en toda la Biblia:
Sin embargo, él sabe a dónde yo voy; y cuando me ponga a prueba, saldré tan puro como el oro. Pues he permanecido en las sendas de Dios; he seguido sus caminos y no me he desviado. No me he apartado de sus mandatos, sino que he atesorado sus palabras más que la comida diaria. Job 23:10-12, NTV
¡Qué gracia bajo presión! Aunque no puede ubicar la presencia de Dios, Job pone su confianza en Él. Usted puede estar seguro de que, como hijo o hija de Dios, cuando la prueba haya pasado, su vida será más profunda y más rica gracias a ella. Lo único que debemos hacer es seguir Sus pisadas, permanecer en Sus caminos y no apartarse de Sus mandatos. La Palabra de Dios nos enseña, nos instruye, nos aconseja, nos consuela, nos reprende, y dirige nuestros pasos.
Job atesoró la Palabra de Dios, que para él fue más importante que el alimento diario. Había estimado los mandatos de Dios más que cualquier otra cosa en la vida (Job 23:12). Eso explica la resistencia heroica de este hombre. Esto nos ayuda a entender cómo pudo él continuar demostrando gracia bajo presión. ¡Y usted puede hacer lo mismo!