Nunca nos cansamos de oír una buena historia, ¿verdad? Hay algo que nos atrae, algo magnético, y algo completamente singular en las mejores historias. Cautivan, tanto nuestra mente como nuestro corazón. Nos permiten sentir empatía con las experiencias de otros seres humanos. También producen oportunidades para aprender de las vidas de otros.

El más grande comunicador de todos los tiempos, Jesucristo, usaba historias para comunicar la verdad en cuanto a Dios, nuestras vidas y nuestro mundo. A menudo escogió emplear historias cuando se vio ante una multitud diversa de personas, con hambre de su enseñanza. En algunos casos seleccionó historias para velar el mensaje, en tanto que otras ocasiones los usó para aclarar e ilustrar la verdad. Las historias fueron uno de sus favoritos estilos de comunicación.

Esto no debería ser sorpresa. Como un muchacho judío, Jesús oyó las verdades de nuestro Creador y la asombrosa historia de su pueblo presentadas en forma de una historia al leer y aprender el Antiguo Testamento. Las historias eran vitales para pasar de una generación a otra la herencia judía de fe.

En nuestros días modernos estas historias fascinantes demasiado a menudo quedan escondidas en las “páginas blancas” de nuestras Biblias, páginas que se usan tan poco que parecen flamantes. En muchas Biblias incluso todavía están pegadas entre sí. Qué desgracia es esto, puesto que hay una maravillosa cualidad perenne en estas grandes historias del Antiguo Testamento. Dios, en toda su sabiduría como nuestro Creador sabía todo en cuanto a los seres humanos cuando comisionó la escritura del Antiguo Testamento: recordamos mejor la verdad cuando se nos la presenta en forma de una historia.

He descubierto en mi andar con Cristo que no hay nada como el Antiguo Testamento para ayudarme a captar una comprensión de nuestro Padre celestial, el Dios viviente. Fue mediante el Antiguo Testamento que logré por primera vez apreciar quién es Dios y lo que hace.

Abriendo apenas las primeras páginas de Génesis nos encontramos a Dios en la creación del mundo, conforme la obra de sus manos se mueve por los cielos y la tierra. Avanzamos unas cuantas páginas, y presenciamos su relación personal con los seres humanos, desde los primeros momentos en que creó a Adán y Eva. Vemos su mano que alcanzó a las naciones y escogió a Abraham. Por medio de este solo hombre Dios desarrolló toda una nación de gente para que lleve su nombre, para que presencie sus milagros y lleve al mundo su mensaje. Cuando leemos de los fracasos de los israelitas, vemos la misericordia y compasión de Dios mientras Él lidia pacientemente con ellos. El deseo de Dios de redimir a su pueblo, a pesar de su rebelión, nunca se aleja mucho de las páginas de estas historias fascinantes. Y es mediante los majestuosos himnos anotados en los Salmos que aprendemos a ofrecer alabanza exuberante a nuestro Padre celestial.

Hermoso, ¿verdad? Incluso así, la realidad es que demasiados creyentes hoy todavía se sienten intimidados por el Antiguo Testamento. ¿Acaso las páginas de su Biblia se han vuelto quebradizas por falta de uso? ¿Están todavía pegadas en su Biblia? Quiero sugerir una acción y un método para aumentar su aprecio de los libros desde Génesis hasta Malaquías. Primero, lea y estudie todo lo que pueda sobre la historia y cultura del Antiguo Testamento. Comentarios, enciclopedias y atlas pueden profundizar su estudio de la Palabra de Dios de una manera que dará vida a los relatos del Antiguo Testamento. Dios ha dotado a algunos escritores para que estudien, para que realicen investigación y nos enseñen mediante libros. ¡Aprovéchelos! Lea sus palabras y ensanche su mente. La meta no es engreírnos en nuestro conocimiento, si no que podamos conocer más profundamente a nuestro Dios.

Segundo, si quiere apreciar el Antiguo Testamento por todo lo que vale, quítele el halo de la cabeza a toda persona que halle allí. Quítele el aura; no el respeto, sino el aura, que lo mantiene a usted distante de los Abrahames, Davides, Elías y Danieles del Antiguo Testamento. De otra manera, los mantendrá a tal distancia que no se verá a usted mismo en sus vidas. Con certeza ellos vivieron en una era diferente; sus tiempos eran más primitivos, más escabrosos y ni remotamente tan cómodos, y ciertamente no tan modernos, pero eran personas tales como usted y como yo, que atravesaron situaciones similares a las que nosotros atravesamos. Fueron individuos humanos ordinarios, de variedad de jardín, que no sabían nada de su futuro, y sólo ocasionalmente entendieron su presente. Ellos, también, se preguntaban qué mismo era la vida, tal como usted y yo nos hacemos la misma pregunta hoy. Así que, quíteles todos ellos las relucientes aureolas para que pueda ver a las personas del Antiguo Testamento tal como Dios las creó: personas.

Sus experiencias son las nuestras. Lucharon por confiar en Dios y obedecer sus mandamientos tal como nosotros luchamos. Y debido a que sus historiass son inspiradas por Dios, hallamos en ellas sabiduría que da vida y que nos lleva a una relación personal con nuestro Señor, que nos guiará por el sendero que Él ha planeado para nuestras vidas.

No sé lo que usted piense, pero para mí, eso suena como una gran razón para leer el Antiguo Testamento por todo lo que vale.

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