Génesis 12:4 inicia la historia del semillero de la fe de Abram, la fe que llega a ser un árbol totalmente maduro y produce fruto. Me consuela ver que Dios no invalidó Su pacto con Abram porque él no logró obedecerlo totalmente. Afortunadamente para Abram, y para nosotros, el Señor no espera que alguien ejerza una fe perfecta. Más bien, Él nos encuentra donde estamos y luego nos ayuda a cultivar cada vez más una confianza más madura en Él. Por eso es que no tengo reparos para decirle que Dios todavía no ha terminado conmigo. Él sigue estirando mi músculo de la fe para que pueda llegar a ser aún más fuerte con el uso. Y hace lo mismo con usted.
Permítame estimularlo a examinar su propia trayectoria de fe haciéndose tres preguntas penetrantes.
- ¿Busca la voluntad de Dios de manera deliberada y apasionada?
De los siete pecados mortales, la pereza es el más siniestro de todos. La pasividad mortal puede consumir nuestra vida, y antes de que nos demos cuenta, no tenemos ninguna evidencia de los años que hemos pasado. Pero la pereza no es haraganería. En su esencia, la pereza es la desconexión de lo que debe mantenernos apasionados. La pereza es fracasar en seguir el curso que Dios nos puso enfrente, y significa fallar en cumplir nuestro propósito divino.
Lo desafío a hacer esta oración: «Señor, guíame hacia Tu voluntad, sin importar qué cambio sea necesario, sin importar adónde tenga que ir ni qué tenga que hacer. Quiero que sepas, Señor, que estoy disponible. No quiero vivir fuera de Tu voluntad». Luego, prepárese para algunas respuestas incómodas a su oración. La fe rara vez implica opciones fáciles.
- Si Dios le dijera que abandone su zona de comodidad para asumir los retos de lo desconocido, ¿cómo respondería?
Confiar en Dios rara vez implica decisiones fáciles. Si cada misionero buscara la comodidad, la conveniencia o lo conocido, las misiones colapsarían de la noche a la mañana. Los ministerios se retirarían y las obras de beneficencia dejarían de existir. Cada decisión de seguir la guía de Dios implica sacrificio, por lo menos el sacrificio de nuestros propios deseos. ¿Confía usted en el carácter de Dios lo suficiente como para obedecerlo sin tener arreglados todos los detalles? ¿Está dispuesto a aceptar una pérdida de corto plazo para recibir bendiciones divinas que todavía no puede ver?
- ¿Hace usted que la obediencia sea demasiado complicada?
Si discute su decisión con demasiadas personas o le da muchas vueltas al asunto, está haciendo que la obediencia sea algo complicado. Probablemente está cayendo en una de las siguientes trampas:
- Está esperando que alguien le dé una razón convincente para hacer algo que no es lo que sabe en su corazón que es la voluntad de Dios.
- Está esperando encontrar una forma de obedecer a Dios sin tener que enfrentar dificultades ni sacrificio.
- No le gusta el riesgo, y está esperando que Dios cambie de parecer si usted tarda lo suficiente en tomar la decisión.
- Está esperando que el hablar y demorar le dará tiempo para llegar a sentirse mejor en cuanto a la decisión antes de que tenga que comprometerse.
- Todavía no ha aceptado que no hay tal cosa como una decisión que no tenga por lo menos algunas consecuencias negativas.
Si sabe lo que Dios quiere que haga, la obediencia no es complicada. Podría ser difícil pero no es complicada. Deje de esperar que sea fácil, y deje la búsqueda de alternativas. No espere más a que se arreglen todos los detalles. El Señor le ha dado una oportunidad de crecer en la fe. Él quiere que usted confíe en Su cuidado fiel y descanse en Su poder determinado. Ha llegado la hora de obedecer.
Ahora. . .
¡Vaya!
Adaptado del libro, Abraham: La increíble jornada de fe de un nómada. (Tyndale House Publishers, Inc.,). Copyright © 2015 por Charles R. Swindoll, Inc. Reservados mundialmente todos los derechos