Pregunta: Mi esposa falleció en un accidente automovilístico hace como dos meses, y en realidad estoy batallando. La iglesia me ha ayudado, pero en semanas recientes el teléfono ha dejado de sonar y ya nadie trae comida. Yo me mantengo ocupado con los hijos, pero cuando las cosas quedan en calma, todo lo que pienso es en lo mucho que la echo de menos. A veces me enfado, particularmente cuando veo a otros hombres con sus esposas. ¿Qué puede ayudarme en esta aflicción?

Respuesta: El corazón partido cuando se pierde a un ser querido es diferente a toda otra aflicción. Le acompañamos en su dolor, y pensamos en las muchas pérdidas que usted siente todos los días. Ya no puede disfrutar de la dulce compañía de su esposa, ni sentir su abrazo, ni oír su voz. Sus hijos ya no pueden disfrutar de la presencia alentadora de su madre. Ahora usted tiene que enfrentar solo la tarea de ser padre, siempre consciente de que alguien del retrato de la familia está faltando. Ay, en realidad su corazón debe sentir un peso tremendo.

Los que han perdido seres queridos dicen que uno nunca se recupera por completo de esa pérdida. El dolor se queda por el resto de sus vidas, tocándolos con tristeza de diferentes maneras en diferentes momentos. Su meta no es necesariamente eliminar el dolor de su vida, sino aprender a vivir con esa aflicción. Con el paso del tiempo, las oleadas de tristeza se reducirán en severidad y frecuencia, y usted sentirá que tiene mejor control de sus emociones. Las personas en su situación a menudo dicen que no es buena idea en estos momentos hacer grandes cambios o tomar decisiones que cambian la vida. Usted no puede resolver el dolor cambiando sus circunstancias o huyendo. La aflicción es un recorrido que usted debe seguir, un día a la vez.

En esta etapa, trate de buscar un momento y lugar en donde se sienta libre para sentirse triste. Durante el día hay cosas que usted tiene que hacer, tales como ir al trabajo y cuidar a sus hijos. Simplemente no puede abandonar la vida para afligirse. Pero tal vez pueda hacer arreglos para salir más temprano de su trabajo de manera que pueda pasar tiempo en un parque o en su casa para sentirse triste y llorar. Dese a sí mismo algo de espacio durante el día para dejar que sus emociones corren.

La aflicción puede asomarse en usted en momentos extraños, tales como cuando está en el supermercado u oye una canción que a su esposa le gustaba, o cuando está amarrando los cordones de los zapatos de sus hijos, o cuando percibe en otra persona el aroma del perfume de su esposa. Cuando lleguen esos momentos, usted debe hacer una pausa y buscar un lugar tranquilo para llorar. Evite atiborrar su vida con demasiadas ocupaciones. Trate de aflojar su calendario y dar más tiempo para hacer las cosas; porque usted lo necesitará.

Las emociones son demasiado poderosas como para quedarse embotelladas por mucho tiempo. Romperán cualquier envase en el que usted trata de embutirlas, y aflorarán como síntomas relativos al estrés como dolores de cabeza o úlceras. Las emociones suprimidas pueden destrozar su cuerpo. Coma comidas saludables y haga ejercicio de manera regular para ayudar a su cuerpo a procesar el estrés que se va acumulando mientras usted procesa el dolor.

No se puede acelerar el proceso de la aflicción. Lleva tiempo, y tiene lugar mejor en comunidad con otras personas que están atravesando aflicción y pueden entender lo que siente. En Romanos 12:15 Pablo nos dice: “llorad con los que lloran.” La recuperación se facilita cuando otros comparten nuestra aflicción. Apóyese en los que le rodean. Dígales lo que necesita, aun cuando todo lo que usted necesite sea estar usted en el mismo cuarto con ellos por un par de horas. Permita que Dios use a otros para consolarlo. Le recomendamos unirse a un grupo similar, de haberlo. Puede hallar más información sobre estos grupos en la Internet, o, si habla inglés, ingresando al sitio www.griefshare.org.

Finalmente, y lo más importante, busque su fortaleza en el Señor Jesucristo. Dedique tiempo a los Salmos mientras procesa la aflicción. Las oraciones francas de David y otros han ayudado por siglos a los que sufren pérdidas, y a procesar el dolor. Estos ejemplos pueden ayudarle, para empezar:

Mírame, y ten misericordia de mí,
Porque estoy solo y afligido.
Las angustias de mi corazón se han aumentado;
Sácame de mis congojas.
Mira mi aflicción y mi trabajo,
Y perdona todos mis pecados (Salmo 25:16-18).

Claman los justos, y Jehová oye,
Y los libra de todas sus angustias.
Cercano está Jehová a los quebrantados de corazón;
Y salva a los contritos de espíritu (Salmo 34:17-18).

Pablo nos da este estímulo: “Tampoco queremos, hermanos, que ignoréis acerca de los que duermen, para que no os entristezcáis como los otros que no tienen esperanza” (1 Tesalonicenses 4:13). Luego describe el momento cuando los muertos en Cristo serán resucitados y nosotros seremos arrebatados en los aires para unirnos a Cristo. Nos reuniremos con nuestros seres queridos para siempre. ¡Qué maravillosa esperanza! Pablo no dice: “no se aflijan”; más bien dice: “No se aflijan como los que no tienen esperanza.” Afligirse está bien, pero la aflicción no tiene por qué llevar a la desesperanza. En su aflicción, busque esperanza en las promesas de Cristo, que ha vencido la muerte y le promete una reunión eterna con su ser querido.