Una Conclusión Memorable
De todos los elementos que componen una clase magistral, una charla motivacional, una entrevista en medios, un discurso político o un sermón bíblico ninguno es tan importante como la conclusión. Durante esos últimos momentos en que se comunica con la audiencia puede, literalmente, hacer o deshacer todo el mensaje. No se puede lanzar un mensaje hacia la audiencia como si se tratara de una pelota de béisbol, con la esperanza de que caiga lo suficientemente cerca para atraparla. Por el contrario, si hay algo que no debe dejar al azar, es el último pensamiento que quede resonando en sus mentes.
Los propósitos de una excelente conclusión
Una conclusión sólida logra un triple propósito. En primer lugar, añade un último «por qué» a la pregunta «cómo» que se respondió con la aplicación. Idealmente, una buena explicación de su contenido preparará el corazón de la audiencia para decir: «¿Qué sigue? Muéstrenos cómo poner en práctica esta verdad». Mientras que la aplicación alimenta la mente, una conclusión eficaz apela a la voluntad; motivando a la audiencia a actuar. Esta es la principal diferencia entre la enseñanza y la predicación. Por lo tanto, el espíritu de un mensaje bíblico es por entero motivacional, y dedica una mayor porción de tiempo a estimular la respuesta de la audiencia.
En segundo lugar, una buena conclusión satisface el deseo de la audiencia de experimentar un cierre. Un buen mensaje sin una conclusión se siente igual a una conversación interesante en la que alguien se da la vuelta y se aleja sin terminarla. Una conclusión apresurada e improvisada es un insulto que hace que la audiencia se sienta repentinamente despedida, como si no fueran importantes para el orador.
En tercer lugar, una conclusión efectiva conecta los cabos sueltos, unifica los principios y las aplicaciones bajo un tema común y resume el mensaje o charla. Idealmente, las palabras finales deberían ayudar a la audiencia a reafirmar la esencia de la charla en una o dos frases. Si no lo han captado de antemano, deberían poder hacerlo en la conclusión.
No se trata de un apéndice, es un cierre bien pensado
La audiencia, sin importar el tamaño ni su composición demográfica, nunca debe quedarse sintiendo que la conclusión sabe a un apéndice. La conclusión no es un añadido de último minuto. El cierre de una clase, una charla o un sermón cuando ha sido previsto de antemano se ajusta al flujo del mensaje de modo preciso y pertinente. A fin de que eso suceda, la progresión hacia la conclusión empieza virtualmente desde la introducción. Cada componente principal del mensaje debe ser considerado un paso hacia la idea final o conclusión. Por lo tanto, las transiciones de uno a otro de los asuntos mayores del mensaje deben ser progresivas y provocar en los oyentes un sentir de conexión.
Al construir transiciones facilitadoras, muchos comunicadores crean frases precisas, las cuales escriben en sus notas y luego las memorizan. Tales transiciones ayudan a su audiencia a captar su patrón como comunicador. Así, cuando se aproxima al final, la transición a la conclusión se percibe muy natural. Ellos sabrán bien en qué momento se dirige a la recta final y se quedarán acompañándole hasta alcanzar juntos la conclusión. Todos los buenos comunicadores estamos familiarizados con la postura de expectativa y descanso que nuestras audiencias asumen al darse cuenta de que nos estamos aproximando al cierre, al momento de un suave aterrizaje.
Organice la comunicación en segmentos
El tiempo es un factor al cual el buen comunicador, maestro, orador o predicador debe dar atención. Es muy fácil perderse en la comunicación mientras los minutos transcurren y los sentimos como si solo fueran segundos. Algunas veces la misma audiencia se olvida también del reloj al estar profundamente inmersa en el acto de la comunicación. Sin embargo, el tiempo mal gestionado se convertirá en un problema tarde o temprano. No se podrá predicar o enseñar bien si el contenido no termina dentro del tiempo apropiado. En el caso de un mensaje bíblico, en el que la motivación es un factor tan crítico, se debe dedicarle el tiempo suficiente a la conclusión.
Enseñando acerca de cómo concluir efectivamente, en su libro Decirlo Bien: Cómo conmover a otros con sus palabras, el pastor Charles R. Swindoll comparte lo que él llama una buena regla general. Su consejo es planear el tiempo de la comunicación en un esquema de «25-50-25». Esto quiere decir, dedicar una cuarta parte del tiempo a establecer una relación con la audiencia y la introducción del tema. Luego, usar los siguientes dos cuartos para transmitir el cuerpo o asuntos mayores del tema. Por último, reservar el cuarto restante para las aplicaciones y la conclusión.
Anticipe cómo hacer el cierre
Es importante planificar el aterrizaje de una clase, charla o sermón, y mantenerse apegado al plan. Con base en su exitosa trayectoria como comunicador, el pastor Swindoll nos aconseja concluir empleando alguna de estas tres formas que él mismo usa con frecuencia: un resumen, una historia o una declaración.
Un resumen comenta brevemente los asuntos principales, los principios o verdades eternas y las aplicaciones de la clase que se ha enseñado o el mensaje que se ha predicado. El resumen es muy eficaz cuando el objetivo principal es que la audiencia recuerde bien la información que se compartió. Pero si lo que se desea es ayudarles a recordar la información, la repetición y la revisión pueden ser útiles. Pero, hay que tener en cuenta esta advertencia. El resumen puede fácilmente lucir pedante a menos que se haga algo creativo, como proponer una analogía o pintar una imagen vívida con una metáfora.
Cuando se usa bien, un resumen creativo no solo ayuda a la memoria proporcionando una imagen, sino también hace que la audiencia vaya del lado racional de su cerebro hacia su lado imaginativo y emocional.
A veces una historia real o un cuento verosímil puede contener los asuntos principales, los principios o verdades eternas y las aplicaciones del tema que se ha comunicado. Es lo que el pastor Swindoll llama la historia perfecta. Algunas veces se trata de algo que el comunicador ha leído. Puede también ser un evento cautivador dentro de una historia de interés humano vista en las noticias. A veces es un gran testimonio citado en el libro de otro autor, a quien hay que reconocer el crédito. En ocasiones puede tratarse de una experiencia personal o la de alguien cercano. La belleza de una historia perfecta es que muestra en la experiencia de otra persona la aplicación o lo esencial del tema. Al vernos reflejados en la historia, como en un espejo, esperamos ver los mismos resultados repetidos en nuestra propia vida.
También es de gran efectividad cerrar un mensaje o charla desafiante con una fuerte declaración o una cita notable. Es importante no solo dejar caer la frase al final; hay que configurarla, por lo general, con un poco de información acerca de la fuente. El contexto da a una cita un poder de permanencia adicional en la mente de la audiencia. Además, es la expectativa, que esté siempre conectada al tema al cual sirvió como conclusión.
Concluya ofreciendo gracia y aliento
Este es el consejo del pastor Swindoll para terminar una clase, una charla o un mensaje de forma memorable: siempre infunda esperanza y aliento en la conclusión. No castigue a la audiencia, sin importar el tamaño ni su composición demográfica.
Muestre a los oyentes cómo la soberanía y la bondad de Dios prevalecen sobre todas las circunstancias, incluso más allá del pecado. Hágales saber que el Señor está a favor de ellos, que Él quiere que les vaya bien, y explique cómo los principios o verdades eternas extraídos de la Biblia les conducirán a un futuro mejor. Las personas saldrán de sus actitudes defensivas al escuchar eso. Manténgase siempre cercano a la gracia.
La Palabra de Dios es tanto alentadora como fortalecedora. Si provienen de la Biblia, nuestros mensajes, enseñanzas, consejos y orientaciones no deberían ofrecer menos. Continúe alimentándose diariamente de la sabiduría de Dios y nunca deje de aprender sobre cómo decirlo bien.
Al final sea auténtico, como lo hizo al inicio
El pastor Swindoll siempre resalta que la autenticidad es la herramienta más eficaz de comunicación y ninguna cantidad de pericia técnica podrá reemplazarla. La comunicación efectiva, nos aconseja el pastor, es un subproducto de ser auténticos. Como comunicador, esto tiene tres implicaciones: una, sepa quién es usted; dos, acepte quién es usted; y tres, sea quién es usted. Así, al comunicarse auténticamente con una audiencia, conmoverá profundamente a otros con sus palabras. Eso es decirlo bien.