Observe las estrellas mientras se encuentra en Israel, e imagínese ser transportado a la época antigua de Abraham cuando Dios le hizo la promesa que cambiaría la historia de la humanidad para siempre. No solo cambiaría la historia sino que sus implicaciones también determinarían la eternidad. Esta promesa o “pacto” se vincula con la Tierra Santa.

Génesis 12 registra la noche cuando Dios le hizo una promesa incondicional a Abraham; una promesa que era tanto literal como eterna. Dios prometió darle a Abraham:

  • Una tierra
  • Una simiente para formar una gran nación
  • La bendición espiritual de la redención

Este pacto Abrahámico es el título de propiedad garantizado que Israel tiene sobre su tierra, su continuidad como nación para poseer la tierra y su redención para que pueda disfrutar de las bendiciones bajo el reinado de su Rey.  Este pacto, donde Dios es el único que tiene que cumplirlo, es el fundamento para comprender los eventos de la Biblia y la interacción de Dios con Su pueblo.

Quizás usted se pregunte, ¿Qué es lo que hace que el pueblo de Dios, los judíos, y su tierra sean tan preciados e importantes? Este pacto Abrahámico aclara que no es la tierra o el pueblo, sino lo que Dios ha prometido lo que lo hace único. Esta tierra verdaderamente es la “Tierra Prometida” y Dios la ha separado, así como a Su pueblo, para Sí mismo, haciéndola literalmente una tierra santa.

En la esencia de la promesa de Dios a Abraham se encuentra la obra y la persona del Hijo de Dios, Jesucristo. Según el principio del Antiguo Testamento, este pacto debía ser sellado con un sacrificio aceptable a Dios. La muerte sacrificial de Jesús  cumple el antiguo plan de Dios de la redención. Jesús nació bajo el linaje de Abraham y David, cumpliendo de esa forma la promesa de la simiente de Abraham. Por medio de Cristo, la bendición de Abraham se cumplía y la tierra también le pertenecería a Israel para siempre.

Aun cuando los judíos son el pueblo escogido de Dios, ellos han sufrido tremendamente durante los siglos. La pregunta por ende es ¿Por qué Dios ha permitido esto? Tal vez Dios nos dio una pista al respecto cuando sentado en el Monte de los Olivos miraba la ciudad, una semana antes de ser crucificado. Con tristeza decía: “¡Jerusalén, Jerusalén!. . . ¡Cuántas veces quise juntar a tus hijos, como la gallina junta sus pollitos debajo de sus alas, y no quisiste!” (Mateo 23:37 LBLA)

Al final, la gracia de Dios prevalecerá ante los corazones resistentes de Israel. El amor incondicional y único de Dios con el pueblo de Israel, lo ha protegido durante ciclos de desobediencia y resistencia a la voluntad de Dios. El mismo hecho que Israel haya logrado sobrevivir a su larga historia de persecución, cautividad y dispersión es una prueba de la mano soberana de Dios sobre ellos y Su bendita promesa de restaurarlos a Sí mismo y su tierra. Dios no ha olvidado a Israel. Por medio de Cristo, el futuro de Israel contiene la bendición de Dios ya que la canción que todos los santos en la historia cantarán será: Maravillosa gracia, la gracia y la misericordia infinita e inmerecida de Dios.