Tres Teorías

¿Murió Jesús físicamente? Nos atrevemos a hacer esta pregunta, y sin embargo tiene enorme significación para nosotros. Si Jesús en realidad no murió en la cruz por nuestros pecados, entonces la Biblia sería un mito. Sin embargo, si Jesús en efecto murió por nosotros, entonces su sacrificio de amor exige una respuesta personal.

Por la evidencia bíblica, tanto como fuera de la Biblia, podemos tener la certeza de que Jesús murió en la cruz. Sin embargo, los eruditos han forjado varias teorías para refutar la muerte literal de Jesús y su resurrección corporal. Hablaremos de varias de estas teorías y ofreceremos sólida evidencia bíblica, científica y médica para refutar lo que tales teorías afirman.

En primer lugar, la teoría del “desmayo” sugiere que Jesús en realidad no murió en la cruz, sino que “se desmayó” en un coma debido al agotamiento, el dolor y la pérdida de sangre. Sin embargo, los endurecidos soldados romanos eran expertos en su trabajo. Si algún preso de alguna manera sobrevivía o escapaba, los mismos soldados serían ejecutados. Así que se cercioraban de que cada preso estaba bien muerto antes de bajarlo de la cruz. Dieron por sentado que Jesús ya estaba muerto, pero le perforaron el costado simplemente para asegurarse.

El apóstol Juan atestigua en su Evangelio que cuando clavaron la lanza en el costado de Jesús, salió sangre y agua (véase Juan 19:34). Las autoridades médicas concuerdan en que después de que una persona muerte, los corpúsculos rojo oscuro empiezan a separarse del suero más tenue y blanquecino de la sangre. El testimonio de Juan de que este líquido ya se había separado provee fuerte evidencia de que Jesús ya había muerto. Además, el centurión romano y sus soldados habían oído a Jesús exclamar sus últimas palabras, y lanzar su último aliento, así que estaban convencidos de que estaba muerto (véase Marcos 15:39).

Después de la muerte de Jesús, José de Arimatea y Nicodemo colocaron su cuerpo en la tumba, ungiéndolo con unas cien libras de especias, y envolviéndolo apretadamente en capas de franjas de lino. Si Jesús simplemente se hubiera “desmayado,” este proceso de embalsamarlo y envolverlo habría terminado con su vida con certeza.

En segundo lugar, la teoría del “secuestro” aduce que Jesús en efecto murió en la cruz, pero que en plena noche sus discípulos vinieron a su tumba y se robaron su cuerpo, afirmando que había resucitado de los muertos. Según algunos eruditos, otros líderes religiosos pueden haber planeado conservar el cadáver escondido en un lugar secreto para presentarlo más tarde como prueba de que Jesús había muerto y que no había resucitado de los muertos.

En la ocasión Pilato ordenó que se asegurara la tumba colocando en ella el sello del césar (véase Mateo 27:62-66). Romper ese sello significaba muerte cierta. ¡Nadie jamás se hubiera arriesgado! La enorme y pesada piedra que cubría la entrada a la tumba hubiera exigido más de dos o tres hombres para moverla, y ningún grupo hubiera podido mover la piedra sin que los vea la guardia romana.

En tercer lugar, la teoría de la “alucinación” se basa en la teoría del secuestro, añadiendo que los que vieron al Cristo resucitado simplemente “se alucinaron.” Esta teoría sugiere que esas personas simplemente pensaron que estaban viendo a Jesús, pero que en realidad sus múltiples apariciones fueron nada más que invenciones de sus imaginaciones desenfrenadas.

Otra teoría relacionada, a la que pudiéramos llamar la teoría del “fantasma,” sugiere que los que vieron a Jesús después de su resurrección en realidad lo que vieron fue un fantasma del Cristo muerto.

Las teorías de la alucinación y del fantasma se pueden demostrar fácilmente como falsas si se considera que más de quinientas personas observaron al Cristo resucitado en forma corporal. Muchos de estos no había profesado previamente fe en Cristo, y no esperaban que resucitara de los muertos. Por consiguiente, no tenían absolutamente ninguna razón para falsificar una afirmación de que vieron a Jesús en forma resucitada. Además, incluso los discípulos estaba confundidos respecto a las enseñanzas de Jesús en cuanto a la resurrección y se quedaron estupefactos al verle resucitado de los muertos.

Después de la resurrección, los discípulos de Jesús y otros comieron con él, anduvieron con él, y hablaron con él. En el camino a Emaús dos hombres conversaron con Jesús y no notaron nada fuera de lo usual en su apariencia física. Claramente él no se apareció en una forma fantasmagórica o espectral al andar, hablar, explicar las Escrituras y sentarse con ellos para comer. Ellos también notaron que sus corazones “ardían en su pecho” cuando Jesús andaba con ellos y les enseñaba las Escrituras (véase Lucas 24:30–32).

Por todas estas razones podemos saber con confianza que Jesús verdaderamente murió en la cruz por nuestros pecados. Debido a la muerte literal sustitucionaria, sepultura y resurrección de Jesucristo, sabemos que la Biblia es la palabra de Dios, fuente viva y vital de la verdad. Hebreos 4:12 nos dice que:

Porque la palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que cualquier espada de dos filos; penetra hasta la división del alma y del espíritu, de las coyunturas y los tuétanos, y es poderosa para discernir los pensamientos y las intenciones del corazón.

La Biblia atestigua de la muerte, sepultura y resurrección literal de Jesucristo, y también la respalda con sólida evidencia, de modo que podemos creer el mensaje con esperanza y confianza.