“Padre, si es tu voluntad, aparta de mí esta copa; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya.” (Lucas 22:42)
Oímos el ruego de Jesús en el huerto del Getsemaní toda temporada de Pascua de Resurrección. La prueba que le esperaba a Jesús era física, emocional y espiritual; una aflicción tan intensa que instruyó a Pedro, Jacob y Juan que se quedaran cerca de él y oraran. Una agonía tan extrema que el Padre envió a un ángel para fortalecer al Hijo porque sabía que la experiencia sería más de lo que el Hijo podría soportar por sí solo.
Cuando Jesús se arrodilló para orar esa noche se enfrentó con la realidad de que sería arrestado, torturado y ejecutado en una cruz al día siguiente. La noche antes de su muerte, el nivel de su ansiedad fue tan alto que empezó a sudar gotas de sangre. Aunque algunos comentaristas han propuesto que Lucas usó la frase “sudar sangre” como expresión figurada, investigadores más recientes han descartado tal idea porque el idioma común de los días de Jesús no tenía tal modismo. Según Study on the Physical Death of Jesus Christ (Estudio sobre la muerte física de Jesucristo), los científicos han documentado el fenómeno de hematidrosis o sudar sangre en personas que experimentan “estados altamente emocionales o en personas con desórdenes sanguíneos.” 1
¿Qué causa la hematidrosis?
“Los casos sabidos de hematidrosis parecen ir asociados con una reacción a la ansiedad severa con el miedo implicado como factor incitador . . . . Primero, una situación severamente estresante de causas ya sean emocionales o físicas inicia la reacción de defensa y alarma o la famosa reacción de “huir o luchar,” que causa la activación de la actividad simpática en la que se produce primordialmente la adrenalina y se aceleran los latidos del corazón, los vasos sanguíneos se contraen, la sangre es dirigida lejos de la piel, los vasos sanguíneos y músculos del esqueleto se dilatan para aumentar la visión, aumenta el azúcar en la sangre, y aumenta el consumo de oxígeno.
A esta severa respuesta le sigue una contra-respuesta iniciada por el sistema nervioso parasimpático . . . . “El ritmo del corazón se hace más lento, hay sudor marcado por todo el cuerpo, los músculos se relajan, y la sangre vuelve a correr a los delicados capilares que estaban en estrecha aposición a la glándula sudorípara, por consiguiente mezclándose con el sudor y supurando a la superficie de la piel por las túbulas enroscadas. La producción aumentada de sudor fuerza a la sangre, mezclada con sudor, por las túbulas (ductos) a la parte exterior de la superficie de la piel, donde emerge de los ductos como gotas que caen a la tierra.”2 La contra-respuesta que hizo que el corazón redujera su ritmo pudo haber ocurrido cuando Jesús fue fortalecido por el ángel.
Incluso antes de que Judas llegara para entregarle, Jesús estaba abrumado mentalmente, agotado físicamente y emocionalmente solo. Los discípulos también sintieron esto, y no pudieron quedarse despiertos. Su agotamiento mostraba su respuesta humana a la presión y al ataque espiritual que ellos, también, estaban enfrentando.
La entrada de Judas al huerto dio lugar a la prueba física de Jesús. Después de ponerle una venda sobre los ojos, darle de bofetadas y mofarse de Él, sus captores lo llevaron en desfile ante Herodes y lo entregaron a Pilato. Agotado a causa de los ataques del diablo, ahora se veía ante dos tribunales llenos de críticos. Luego soportó la flagelación, las perforantes espinas de su corona, y la humillación de haber sido desnudado y obligado a ponerse un manto púrpura que era una mofa a su afirmación de ser rey.
La espina siria de Cristo, que es la clase de espina que con mayor probabilidad se usó para hacer su corona, “es un matorral que crece hasta medir entre tres y cinco metros de altura, y contiene ramas blancas y lisas con un par de espinas duras y desiguales curvas en la base de cada hoja.”3 Sus atacantes entretejieron estas ramas espinosas para hacer una especie de sombrero. Al abofetear a Cristo en la cara, y al oprimir el sombrero sobre la cabeza de Jesús, eso insertó varias de las espinas en su cuero cabelludo entero, activando zonas disparadoras de dolor palpitante por su cara y orejas. Lo más probable es que su dolor fue similar al que sufren los pacientes de neuralgia del trigémino, un desorden asociado con los nervios de la cabeza. Tales pacientes a menudo describen su dolor como “puñaladas, descargar eléctricas, o aguijonazos con un aguijón candente.”4
Con cada movimiento que Jesús hizo hasta su muerte, cada paso que dio por la Vía Dolorosa, cada golpe que recibió de los soldados, y cada respiración que hizo en la cruz, el dolor se disparaba de la cabeza a su cara y a las orejas de nuevo. Totalmente desnudo, y con el peso del travesaño de 30 kilos sobre sus hombros, Jesús todavía tenía el recorrido al Gólgota por delante. Cuando ya no pudo cargar el peso, Simón de Cirene llevó su cruz el resto del camino hasta el “Lugar de la Calavera,” donde Jesús pasó sus próximas seis horas colgado hasta que exhaló su último suspiro; cumpliendo la voluntad de su Padre.
- William D. Edwards, MD; Wesley J. Gabel; Floyd E. Hosmer, Study on the Physical Death of Jesus Christ (Estudio sobre la muerte física de Jesucristo), Publicado en el JAMA © Journal of the American Medical Association (Publicación de la Asociación Americana de Medicina); Marzo 12, 1986, vol. 225. Copyright: The Mayo Clinic, 1986.
- Frederick T. Zugibe, M.D. The Cross and the Shroud: A Medical Inquiry into the Crucifixion, (La cruz y la mortaja: una investigación médica a la crucifixión) New York, N.Y.: Paragon House Publishers, 1988 (La cruz y la mortaja: una investigación médica a la crucifixión) pp. 3, 7.
- The Cross and the Shroud (La cruz y la mortaja), p. 23.
- The Cross and the Shroud (La cruz y la mortaja), p. 26.