Brian Goins, director de ministerios creativos de Insight for Living, hace poco asistió a una proyección privada de la película de Mel Gibson La Pasión del Cristo. Después entró un personaje inesperado. Este es un fragmento de su conversación.
La pantalla se oscureció. Los reflectores del techo nos iluminaron a una docena de personas sentados a una mesa en un salón de conferencias en Santa Mónica, California. La caja de pañuelos desechables estaba vacía, los sollozos todavía se oían, y los gruñidos a la larga dieron paso a una conversación semi coherente, monosilábica. La mayoría nos quedamos sentados como testigos estupefactos de una ejecución macabra.
Después de un silencio muy necesitado, se abrió la puerta. Vistiendo pantalones de mezclilla y una camisa azul de tela burda y fuera del pantalón, Mel Gibson entró y se dejó caer en una silla de cuero. Nos miró y preguntó en el tono de un escolar de primer año de secundaria preguntado a sus padres sobre su primera producción casera de una película:
“Y bien, ¿qué piensan?”
Pensé para mis adentros: ¿Qué diría la gente después de leer por primera vez El Progreso del Peregrino de Bunyan? ¿Qué palabras podrían posiblemente describir el primer vistazo a la Capilla Sixtina de Miguel Ángel?
“Increíble,” dijo alguien. “Asombroso.” “Hermoso.” “Alarmante.” “Al fin.”
Estaba sentado al otro lado de la mesa, frente a mí, y le dije: “Como a un tercio de la película quería quise pararla. No podía aguantar más. Fue demasiado poderosa.”
Los demás dieron sus impresiones y entonces Mel abrió la conversación a preguntas y respuestas. Hablaba mientras actuaba, frenético, con sus manos revolviendo su pelo, y los ojos expresivamente inquietos.
Alguien preguntó: “Así que, ¿qué le impulsó a contar la historia?”
Mel respondió: “Hace un par de años miraba por una ventana preguntándome por qué no debería saltar. La vida no tenía significado para mí. Era un tedio. Sin propósito. Allí fue cuando acudí a él. Allí fue donde mi relación personal con Cristo realmente empezó a crecer. Como ven, yo era un tipo malo . . . realmente un tipo horrible. Mis pecados fueron los primeros en clavarlo en la cruz. Quise contar su historia.”
Probablemente la más grande fuente de controversia que rodea a la película es la acusación de anti-semitismo. Pero en el mismo comienzo de la película Mel dice claramente que nadie le quitó la vida a Jesús excepto el mismo Jesús. Estos ataques demuestran que Mel está librando una batalla espiritual. Un editor en Nueva York escribió diciendo por qué estas películas no deberían ponerse al público. Este editor defendió el uso del dinero del público para sostener económicamente exposiciones de arte como aquella en que presentaron a Jesús crucificado de cabeza en un urinal. Mel apretó los dientes: “Es contra esa clase de gente que estamos en contra.”
Lo que es irónico es que los mismos que predican tolerancia no toleran esta película. Una vez que uno la ve se da cuenta de que el problema de los críticos no es Mel, sino Mateo, Marcos, Lucas y Juan. Mel comentó: “Sólo quería decir la verdad; la verdad de la inspirada palabra de Dios.”
Cuando le pregunté si haber hecho la película le había cambiado, miró hacia afuera por la ventana y dijo sencillamente: “Sí . . . sí; me cambió.” Así lo dejamos.
Después de una hora o algo así de preguntas, se levantó. Algunos de nosotros nos levantamos para darle la mano. Me acerqué para saludar al hombre que a mi juicio es responsable por el mejor retrato de Cristo en el medio del arte que más impacta nuestra cultura: las películas.
“Así que, ¿qué significa para usted la crucifixión?” le pregunté.
La pregunta lo tomó por sorpresa: “¿Qué quiere decir?”
“Pues bien, muchos leen los Evangelios o verán la película y dirán que Jesús fue simplemente un buen hombre que murió una muerte trágica, o que es simplemente un ejemplo del amor de Dios. ¿Qué significa todo eso para usted?”
“Es bastante sencillo para mí. Jesús fue Dios en carne humana . . . encarnado, ¿verdad? Nacido de la virgen María, vivió en esta tierra, y murió por sus pecados y los míos. Pagó la pena de nuestros pecados.”
“Pues bien, si eso es lo que significa,” respondí, “entonces significa algo.”
“Así es. Así es,” dijo.
Esa es a veces la razón por la que el Enemigo ruge con tanto vigor. Sabe el impacto que tendrá esta película.
Nos dimos la mano, y le dije: “Haremos todo lo posible por promover esta película. Gracias por la invitación.”
“De nada. Oiga, por favor, oren por nosotros.”
“Lo haremos,” y al verle alejarse, pensé: Gracias. Gracias por no saltar por la ventana.