Con la llegada de la Semana Santa, también llega todo el ajetreo de actividades especiales. El fin de la cuaresma. La fanesca, o lo que sea que en su región se acostumbre como comida especial de Semana Santa; un vestido nuevo para lucir el Domingo de Resurrección. ¿Por qué siempre tiene que haber un “Sermón de las siete palabras” que dura tres horas? ¿En dónde dice que hay que celebrar un servicio religioso antes de que salga el sol el Domingo de Resurrección? Las actividades de la Pascua de Resurrección en realidad pueden ser estresantes.

Pero, ¿quiere decir todo esto que en realidad estamos viviendo la Resurrección? ¿Qué tienen que ver vestidos especiales y comidas extraordinarias con la Resurrección de Cristo? Si Jesús en realidad conquistó el pecado y la muerte, ¿acaso la Pascua de Resurrección no debería significar algo más que comidas especiales o trajes nuevos? ¿O acaso el poder de la resurrección ha llegado a ser simplemente palabras vacías en cuanto a una tumba vacía porque nos estamos escudando de la fría realidad de la muerte?

Recordando la Cruda Realidad de la Muerte

Yaciendo en la cama, Magdalena, de catorce años, se acercaba a la muerte con cada respiración cada vez más dificultosa. Su afligido padre recorría la habitación de un lado a otro, deseando desesperadamente retenerla, verla crecer y llegar a ser la mujer que Dios propuso que fuera. Con el tiempo las palabras que había estado luchando por contener salieron de sus temblorosos labios: “Querido Dios, la quiero mucho . . . pero si te la vas a llevar . . . entonces que se haga Tu voluntad.” Cuando su pequeña parecía exhalar su último suspiro, el gran Martín Lutero, cuya predicación había derribado emperadores y papas, cayó de rodillas junto a la cama. Llorando a lágrima viva, exclamó: “Dios: ¡por favor, sálvala!”

Momentos después, Magdalena había muerto.1

La muerte es cruel, ¿verdad? Uno de los más grandes temores de los seres humanos es perder a un ser querido, especialmente a un hijo. Y sin embargo, la fría realidad de la muerte es que no se limita sólo al lecho de muerte. Cuando Adán pecó, la maldición de la muerte trajo vergüenza, ansiedad, desastre, pecado, depresión y toda otra forma de dolor. ¿Teme usted el futuro? ¿Lucha con la tentación y el pecado? ¿Está perdiendo una batalla con alguna enfermedad? Esta es la cruda realidad de la muerte.

Restaurando la Esperanza de la Vida Real

Hace dos mil años, en medio de la oscuridad de la muerte, la luz de la vida empezó a brillar. El viernes Jesucristo sufrió una muerte brutal por los pecados del mundo; pero en la mañana del domingo la tierra tembló, la piedra que cerraba la tumba fue quitada, y el Hijo de Dios salió victorioso. Esta vez la luz de la vida no simplemente brilló en la oscuridad: ¡la conquistó para siempre!

Aunque los cristianos de todo corazón creen que “Cristo ha resucitado,” muchos no tienen idea de lo que eso significa para nosotros en esta vida. Es una cosa confesar que Cristo conquistó la muerte; es otra muy diferente vivirlo cuando el dolor, sufrimiento y la muerte de este mundo se acurrucan a nuestra puerta. ¿Cómo vivimos la verdad del Domingo de Resurrección cuando nuestras vidas se parecen más a un Viernes Santo?

Primero, vivir la Resurrección quiere decir recordar que aunque estábamos muertos, ahora estamos vivos. Pablo escribió: “aun estando nosotros muertos en pecados, [Dios] nos dio vida juntamente con Cristo” (Efesios 2:5). Los que han nacido de nuevo por gracia, por fe en Jesucristo, han sido resucitados espiritualmente a vida eterna. Debido a que Cristo ha resucitado, usted puede tener la certeza de la salvación y libertad del temor (1 Juan 5:11-13). ¿Lucha usted con la vergüenza o culpa por su pasado, sin estar seguro de haber sido perdonado? Su resurrección espiritual borró su culpa, ¡para siempre!

Segundo, vivir la Resurrección quiere decir que podemos dejar de morir y empezar a vivir. En conexión con nuestro nuevo nacimiento, el Espíritu de Resurrección ha venido a morar en nosotros (Romanos 8:11). Sin embargo, si esto es verdad, entonces, ¿por qué tantos creyentes andan por allí con una actitud de muerte y derrota frente a la tentación y el pecado? Creyente, usted ha sido llamado no simplemente a celebrar la Resurrección una vez al año, sino a vivir la Resurrección todos los días. Morar en el pecado es morar en la muerte. ¿Es usted esclavo del pecado secreto o está constantemente cediendo a la tentación? Recuérdese que Dios no sólo le ha perdonado todos los pecados, sino que usted ha muerto al pecado y por el Espíritu de la Resurrección usted puede conquistarlo (Romanos 8:6).

Finalmente, vivir la Resurrección quiere decir que incluso después de que muramos, volveremos a vivir. Aunque nuestra cultura moderna ha tratado de maquillar a la muerte, con el tiempo todos nos vemos obligados a enfrentarla. Tal vez sea por la pérdida de un cónyuge, un padre o un hijo. Tal vez debido a una enfermedad terminal o los dolores y molestias de la vejez. Con cada día que pasa, el reflejo que vemos en el espejo nos recuerda que todos nos acercamos a la muerte. Y sin embargo, en medio de esta realidad, ¡hay esperanza! La resurrección de Jesucristo y nuestra unión con Él garantiza que nuestros cuerpos un día serán resucitados en un estado glorificado, inmortal (1 Tesalonicenses 4:13-14; 1 Corintios 15:35-57). ¿Teme usted morir o se aflige por la pérdida de un ser querido? Un día pronto, ¡todos los que han muerto en Cristo volverán a vivir!

Con el cuerpo de su hija yaciendo en el pequeño ataúd de madera, Martín Lutero clavó su mirada en su rostro pálido y dijo suavemente: “Ay, mi querida Lena, vivirás de nuevo y brillarás como una estrella. Sí; como el sol.” Minutos después, cuando clavaban la tapa al ataúd, Lutero exclamó por encima del ruido: “¡Clávenla! ¡El día de la Resurrección ella resucitará!”2

  1. Adaptado de Martín Lutero, Werke: Kritische Gesamtuasgabe. Tischreden, v. 5. (Weimar, Germany: Haremann Bolaus Nachfolger, 1919); reimp. Graz, Austria: Akademischen Durck u. Welaagsansatalt, 1967), 185-194. Traducción del alemán original al inglés por Michael J. Svigel.
  2. Ibid.