Éxodo 17:1-16

Todos nosotros tenemos nuestro propio período en el desierto. Algunos luchan con una familia numerosa con hijos pequeños en el hogar. Otros no tienen hijos. Es posible que la prueba que usted sufre no esté relacionada en absoluto con el hogar, puede ser que esté vinculada con su trabajo. Quizás esté luchando con su vida de relación; tiene una personalidad brusca y le resulta difícil relacionarse con las personas. Por eso es que Dios le mantiene entre las personas y estas le irritan para que su arraigado hábito egipcio pueda ser cambiado. Para otros, el problema tiene que ver con las finanzas; usted vive siempre bajo la presión de la falta de suficiente dinero. O quizás sea un problema relacionado con sus estudios universitarios o con la enseñanza. Ese es su desierto.

Su desierto no lo separará de usted mismo simplemente porque se vaya volando a otro lugar que esté a varios miles de kilómetros de distancia. Adondequiera que vaya, su apetito egipcio irá con usted. Dios se dedica no solo a hacer que usted atraviese el mar Rojo para que tenga la salvación, sino también se dedica a conducirle hasta Canaán a través del desierto. La conversión es a menudo una breve ida al altar, pero la madurez está siempre casada con el tiempo.

Recuerde eso esta semana. Usted nunca ha vivido el día que tiene enfrente de usted, y nunca volverá a vivirlo otra vez. La vida es como una moneda, se la puede usar como quiera, pero solo podrá usarla una vez. A Dios le gustaría que usted saque experiencias de su vida en el desierto. Él quiere cambiar su apetito, sus hábitos, su actitud y, junto con ellos, su vida entera.

Pero como ya he dicho, esa transformación profunda e interior no se produce de repente, comienza en la cruz, donde usted se rinde y acepta el regalo de Dios: Jesucristo. Ahora puede ser el momento para que usted diga: «Señor Jesús, este es tu momento. Te doy mi corazón, mi vida, como tu hijo».

Ojalá que nunca olvidemos las lecciones de la historia, ya se trate de nuestras historia personal o de la historia del antiguo Israel. Y ojalá que tengamos en cuenta las palabras de mi profesora de historia en la secundaria, la señora Allen: «Hay dos cosas que uno puede hacer con la historia: Ignorarla o aprender de ella».

Aprender del pasado puede ser duro, pero seguir en la ignorancia es costoso. Es mejor aprender estas invalorables lecciones hoy, que ponerse a buscar centavos en el ardiente desierto el día de mañana.

Adaptado del libro, Buenos Días con Buenos Amigos (El Paso: Editorial Mundo Hispano, 2007). Con permiso de la Editorial Mundo Hispano (www.editorialmh.org). Copyright © 2019 por Charles R. Swindoll, Inc. Reservados mundialmente todos los derechos.