Marcos 10:47

Puede que Bartimeo fuera ciego, pero pudo reconocer a Jesús como el «Hijo de David». Su petición de sanación reveló su esperanza en que Jesús era el Mesías prometido que gobernaría con el poder de Dios. No, le decepcionó su esperanza, pues Jesús sanó a Bartimeo en ese camino polvoriento de Jericó.

El nombre Hijo de David tiene un significado tanto literal como profético. Según las genealogías de Mateo 1 y Lucas 3, Jesús, a través de José, era un descendiente directo de David. Además, en Hechos 13:23 Pablo testificó que Jesús era el Hijo de David cuando habló a los judíos en Antioquía diciendo: «Y es precisamente uno de los descendientes del rey David, Jesús, ¡el Salvador de Israel prometido por Dios! »

¿A qué «promesa» se refiere Pablo? La respuesta se encuentra en 2 Samuel 7:12–16, un pasaje clave conocido como el pacto davídico. Con este pacto, el Señor prometió honrar el deseo del rey David de construir un hogar para Él, para proteger la dinastía de David y favorecer a sus descendientes por siempre.

La fidelidad de Dios a este pacto brilló, Él bendijo al hijo de David, Salomón, quien asumió el trono. Salomón respondió construyendo un templo dedicado a Dios (2 Crónicas 7:11–16). Como gobernador de Israel, poseía sabiduría de fuera de este mundo y su reino prosperó (1 Reyes 4:20–34). Por desgracia, Salomón no permaneció fiel a Dios. Primera de Reyes 11 habla de la idolatría de Salomón y la respuesta de Dios: quitar el reino del hijo de Salomón. El reino eterno parecía imposible.

Pero con Dios, nada es imposible.

Finalmente, Dios cumplió el pacto davídico a través de Su Hijo, Jesús. Jesús también edificó un lugar para Dios, un templo del que Él es la Piedra Angular (Efesios 2:20–22). Y como Jesús es tanto Dios como hombre (Colosenses 1:15–17), Su reino es eterno.

Una señal principal de que el Hijo de David había llegado fue Su capacidad de expulsar demonios, dar la vista a los ciegos, sanar a los enfermos, en cumplimiento de las palabras del profeta en Isaías 29:18–19. Observe los pasajes donde se hace referencia a Jesús como «Hijo de David» y descubrirá un patrón. Bartimeo el ciego en Marcos 10:46–52, la mujer canaanita con la hija endemoniada en Mateo 15:21–28, los dos hombres ciegos en Mateo 20:30–34. Todos los que usaron ese título para referirse a Jesús experimentaron sanación sobrenatural o lo presenciaron por Su mano.

La muerte, las relaciones fallidas, el aborto, la enfermedad: este mundo nos deja cegados por la tragedia, con los brazos extendidos, desesperados por la intervención de Dios en nuestras vidas. Pero igual que Bartimeo, podemos tener fe de que el Hijo de David escucha nuestras plegarias y nos puede sanar. Incluso ahora, Jesús está sentado a la diestra del Padre (Hebreos 1:3), lo que significa que cuando gritamos: «Ten piedad de mí, Hijo de David», tenemos audiencia con el Rey.

El favor del Hijo de David se extiende a todo aquel que confía en Él. La casa de Dios, que antes era vulnerable y creada por hombres, ahora es indestructible. Salomón pecó y Su reino sufrió por ello. Jesús sufrió tentación, pero no pecó y Su reino recibe los beneficios de Su perfección. Salomón murió y fue enterrado. Jesús murió y resucitó, nunca abandonará Su trono, nunca llevará a Su pueblo por el camino incorrecto y nunca volverá a morir.

Adaptado del libro, Los Nombres de Jesús. Publicado por Visión Para Vivir. Copyright © 2023 por Charles R. Swindoll, Inc. Reservados mundialmente todos los derechos.