Juan 6:35

Cuarenta años. Eso es mucho tiempo para comer lo mismo. . . todos los días. «¿Qué hay para almorzar, cariño?» «Perdiz y maná». «¿Qué hay para cenar?» «Maná y perdiz». Pero durante cuarenta años, los hijos de Israel comieron el mismo menú, pastel de maná, soufflé de maná y pan de maná (Éxodo 16:35). Se quejaban todo el tiempo, pero las generaciones futuras (las que no tuvieron que sufrir los platos creativos de maná) vieron la provisión de Dios como un milagro.

Quizás por eso Jesús alimentó a cinco mil hombres, sin contar mujeres y niños, con un simple almuerzo. La gente quiso coronarle rey (Juan 6:15), pero Jesús no había venido para eso; así que se escapó por el mar de Galilea. Eventualmente, la gente lo encontró al día siguiente en Cafarnaúm (Juan 6:24–25), así que Jesús aprovechó esta oportunidad para enseñarles algo acerca de Moisés, el maná y el Mesías.

La gente que vio el milagro el día anterior creía que Jesús era el profeta prometido (Deuteronomio 18:15–19; Juan 6:14), pero solo porque Él cubrió su hambre física (Juan 6:26). Al igual que la mujer samaritana malentendió lo que Jesús quería decir con «agua viva» (4:10, 14), la gente malentendió el significado del milagro de los panes. Pensaron que les daría comida que satisfaría sus necesidades físicas cada día que vivieran en la tierra (6:34). Pero no es así. Jesús estaba ofreciendo mucho más, comida que satisfaría sus necesidades espirituales por la eternidad (6:27). Todo lo que tenían que hacer era creer en El que nació en Belén, el pueblo conocido como la «casa de pan».

Pero la gente no creyó. La dureza de sus corazones, a pesar del milagro que vivieron el día anterior, los llevó a exigir una señal igual o mayor que el milagro de Moisés (6:30–31).

Los judíos esperaban que el Mesías sobrepasase o al menos replicase el milagro del desierto. Veían a Moisés como la fuente del milagro, un poder que se le dio por sus méritos y este poder terminó con su muerte. Jesús corrigió su ceguera. Moisés no fue quien cubrió las necesidades físicas de los israelitas, fue Dios. Jesús les recordó a estas personas (y a nosotros) la verdad de que tenemos que fijarnos primero en Dios cuando tenemos alguna necesidad. Lo que es más importante, Jesús dirigió la conversación a su necesidad espiritual y al hecho de que, en Jesús, Dios nos ha dado pan celestial que da vida eterna, no solo a Israel, sino a todo el mundo (Juan 6:32–33).

Jesús ya había dicho que Él no vino a ofrecer una nueva interpretación de la Ley, sino a cumplir la Ley (Mateo 5:17). Luego, sin medirse las palabras, Él dijo a la gente que el pan «que vino del cielo» (Juan 6:41, 50, 51–58) era Él mismo, el Pan de Vida (6:35, 48, 51).

El pan satisface nuestra hambre física de manera temporal, pero el Pan de Vida, Jesús, satisface nuestra hambre espiritual por siempre. Darse un banquete del Pan de Vida, aceptar y creer en Jesús, llena nuestras barrigas espirituales, sostiene y alimenta nuestro espíritu y satisface nuestra hambre: nuestro deseo de una vida eterna.

Los que han probado el Pan de Vida reciben vida eterna y la promesa de Jesús de que no volverán a pasar hambre. Cristo los aceptará y no los echará (6:36–40). Esta es la seguridad que tenemos, nuestra salvación está segura porque el Pan de Vida nunca caduca y siempre satisface.

Adaptado del libro, Los Nombres de Jesús. Publicado por Visión Para Vivir. Copyright © 2023 por Charles R. Swindoll, Inc. Reservados mundialmente todos los derechos.