Mateo 23:8

Cuando necesitamos una revisión de la vista, vamos al oculista. Cuando tenemos que renovar la instalación eléctrica, llamamos al electricista. En el primer siglo, cuando los judíos necesitaban enseñanza de la Ley, buscaban expertos también, hombres conocidos como rabinos.

Los términos rabí y rabino se daban respetuosamente a los maestros de la ley mosaica, los profetas y el Midrash (comentarios judíos).1En el primer siglo, sin templo o padre, los judíos se reunían en las sinagogas para escuchar y aprender de los rabinos.

En los tiempos de Jesús, los rabinos representaban la diversidad de las comunidades judías de la diáspora. Algunos eran fariseos que descendían de obreros y se habían convertido en expertos en interpretar la tradición rabínica y oral. Otros eran saduceos, descendientes de los levitas, la tribu sacerdotal de Israel. Los saduceos tenían la reputación de adherirse estrictamente a la Torá.

Este grupo, además, rechazaba la creencia en la vida después de la muerte.2 Jesús, un carpintero pobre de Nazaret, a quien muchos empezaron a llamar Rabí, se distinguía bastante de estos dos grupos demostrando una gran habilidad para interpretar las Escrituras, incluso de niño (Lucas 2:46–47). Jesús enseñaba con destreza acerca de la vida después de la muerte y del Shabat. Y a diferencia de los fariseos y saduceos, demostraba compasión por los pobres y marginados.

Naturalmente, Jesús llamó la atención de los líderes religiosos, pero finalmente, su curiosidad se convirtió en celos y maldad. Por mucho tiempo se había tratado a los fariseos y saduceos con estima y tenían gran poder sobre la gente. Luego llegó Jesús y en lugar de apreciar a los que Israel veía como expertos, los reprendía:

«Y les encanta sentarse a la mesa principal en los banquetes
y ocupar los asientos de honor en las sinagogas. Les encanta
recibir saludos respetuosos cuando caminan por las plazas
y que los llamen “Rabí”. Pero ustedes, no permitan que
nadie los llame “Rabí”, porque tienen un solo maestro y
todos ustedes son hermanos por igual». (Mateo 23:6–8)

Jesús entendió que los «llamados» rabinos eran expertos en hipocresía y privilegios, pero no conocían el corazón de Dios. Donde Jehová proveyó la Ley para que Su pueblo fuera diferente y fiel a Él, los líderes religiosos usaron normas sobre el lavado de manos y el Shabat para condenar a los que consideraban menos importantes. . . incluyendo a Jesús.

Lo irónico es que Jesús era el único que merecía el nombre de rabí, el Único Maestro enviado por el Padre. La Biblia testifica de esto, pues las palabras rabí y rabino se utilizan diecisiete veces en el Nuevo Testamento y catorce de ellas se refieren a Jesús.

Hoy en día no usamos nombres como fariseo o saduceo, pero nuestro mundo no está libre de personas que intentan subir a la cima de la estima religiosa. Es fácil caer preso del culto a la personalidad, de estar más de acuerdo con un predicador o escritor que con otros, elevar a la persona a un estatus de estrella y denigrar a otros creyentes que difieren en temas no esenciales. (Vea lo que dice Pablo acerca de esto en 1 Corintios 1:10–17).

Es tentador dejarse llevar por la indignación cuando las circunstancias políticas y sociales van de lo que honra a Dios a lo profano. Pero Dios no nos llama a crear jerarquías de justicia. En lugar de eso, Dios nos llama a contar la historia del amor de Dios, recordando que nosotros también hemos recibido Su gracia y misericordia.

Solo Jesús es digno del título Rabí. ¿Quién mejor que Jesús, el Verbo Encarnado, para interpretar la Palabra de Dios de manera impecable a las personas que vino a salvar? Su enseñanza es un conducto de la gracia de Dios. Dios no tenía que interpretar a Sí mismo a nosotros. Él no tenía que enviar a Su Hijo a hacerse hombre y pasar por tentación, hambre, latigazos y la muerte, para explicarnos Su santidad y amor infinito. ¡Pero lo hizo!

En respuesta a Su sacrificio, seamos humildes e inclinemos nuestros corazones al Único Rabí.

Adaptado del libro, Los Nombres de Jesús. Publicado por Visión Para Vivir. Copyright © 2023 por Charles R. Swindoll, Inc. Reservados mundialmente todos los derechos.