Hechos 9: 20—25

La transformación es asombrosa. Saulo, quién sin duda tenía todavía sobre sus ropas las manchas de sangre de los cristianos que había torturado, está ahora con los brazos extendidos y anunciando: «Estoy aquí para darles testimonio de que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios». La gente que lo escuchaba estaba boquiabierta. El texto griego utiliza el término del cual obtenemos nosotros la palabra extasiada. Respondieron con extasiada fascinación por la súbita transformación que se había producido en la vida de Saulo.

Imagine que usted está sentado en la sinagoga, y frente a usted está predicando de Jesús como el Mesías el mismísimo hombre responsable de haber condenado a muerte a inocentes cristianos. A otros los había echado en la cárcel, y quizás algunos de ellos eran parientes y amigos. La sinagoga estaba llena de personas que lo miran boquiabiertas. La siguiente afirmación nos asegura que Saulo no aflojó el paso: «Pero Saulo se fortalecía aún más y confundía a los judíos que habitaban en Damasco, demostrando que Jesús era el Cristo» (Hechos 9:22).

La cosa se pone mejor. Saulo no solo predicaba a Cristo, sino que también lo hacía con una habilidad impresionante. La palabra traducida como demostrando tiene su raíz en un verbo griego que significa «unir con varios hilos diferentes». Los sermones de Pablo estaba hábilmente entretejidos, eran una sola pieza y los predicaba con una lógica convincente. Todo revelaba en el a un genial expositor.

Palabra por palabra, oración por oración y punto por punto, Saulo paseaba a sus oyentes por los portentosos pasajes de las escrituras del Antiguo Testamento y los escritos de los profetas, para presentar con argumentos a toda prueba que Cristo era el Mesías prometido en quién se debía creer. Hasta que Pablo expuso sus argumentos, la mayoría nunca había hecho esa conexión. ¡Qué comunicador tan convincente!

Antes de que sigamos adelante, hagamos una pausa para recordarnos a nosotros mismos que ninguno de estos grandes acontecimientos pudo haber sido presenciado, ni siquiera registrado, en realidad, de no haber sido por la valiente fe de Ananías. Es posible que usted no haya pensado en esto hasta ahora. Saulo habría seguido ciego y temblando si el discípulo de Damasco se hubiera negado a obedecer e ir a la Calle Derecha. Todo esto se puso en movimiento porque Dios utilizo la fe memorable de un héroe poco conocido, pero fiel. Su trémula pero fiel obediencia cambió el destino de millones, entre ellos el mío y el suyo.

Adaptado del libro, Buenos Días con Buenos Amigos (El Paso: Editorial Mundo Hispano, 2007). Con permiso de la Editorial Mundo Hispano (www.editorialmh.org). Copyright © 2019 por Charles R. Swindoll, Inc. Reservados mundialmente todos los derechos.