«Discípulo» es una palabra tan escuchada en los círculos cristianos que, con frecuencia, es tan malinterpretada. ¿Qué se puede decir acerca del discipulado que no se haya dicho ya? El giro de una mera asistencia a las reuniones de iglesia y campañas evangelísticas para tener un contacto más personalizado con un nuevo creyente era algo que realmente se necesitaba. De hecho, cualquier cosa que ayude a hacer más personal la fe de uno y mueva a la gente a abandonar la actitud de «espectador» y entrar en el terreno de juego es algo que debemos promover incansablemente. El discipulado, por lo tanto, merece que se le dedique un espacio entre las cosas esenciales del cristianismo contemporáneo. Ya sea que se haya enfatizado o no, el discipulado ciertamente es algo esencial. Sin embargo, de una cosa podemos estar seguros: quizás todo el mundo hable de él, pero desde luego no todos lo están poniendo en práctica.
Centremos nuestra atención por un momento en lo que el Señor Jesús dijo acerca del discipulado en la Gran Comisión que dejó a Sus seguidores en Mateo 28:16–20, y aprendamos lo que significa ser y vivir como un verdadero discípulo de Jesucristo.
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