¿Qué espera Dios de usted?
Muchos no hemos pensado la respuesta a esa pregunta, aunque todos debiéramos. La respuesta determina si vivimos una buena vida o vivimos una mala vida.
El profeta Miqueas reflexionó en lo que Dios esperaba. La simplicidad de la divinamente inspirada respuesta de Miqueas impactó a la próspera sociedad de la antigua Judá. Usted también puede ser impactado.
Oh pueblo, el Señor te ha dicho lo que es bueno,
y lo que él exige de ti:
que hagas lo que es correcto, que ames la compasión
y que camines humildemente con tu Dios. (Miqueas 6:8, NTV)
Las tres frases finales de Miqueas nos dan un bosquejo para perseguir una vida bien vivida.
- Hacer lo que es correcto. Para hacer lo que es correcto, necesitamos primeramente determinar lo que es correcto pasando tiempo con Dios en oración, en Su Palabra y con Su pueblo. Al descubrir el camino adecuado, debemos esperar resistencia. Pero en medio de esta resistencia, siempre debemos recordar que Dios va a supervisar Su plan y llevarlo a cabo.
- Amar lo que es compasivo. Muy rara vez encontramos que el mundo es compasivo, pero nosotros podemos cultivar la compasión al reconocer que Dios es el juez, que Su mano soberana controla todas las situaciones, y al aceptar nuestras circunstancias como una bendición de Dios.
- Modelar lo que es humilde. La humildad no lleva cuentas. Pero sí la acepta la responsabilidad al hacer el mal. Además, es amable y descansa en el control soberano de Dios.
Una vida bien vivida honra al Señor, inspira a otros y produce recompensas para el que la vive. Hay seis recompensas que valen la pena mencionar:
- El cultivo constante de un carácter ejemplar
- El alivio continuo de una conciencia clara
- El deleite personal de intimidad con el Todopoderoso
- El alto privilegio de ser un mentor
- La recompensa suprema de terminar bien
- Un legado incalculable para los que amamos
¡Eso es una vida bien vivida!