ELEGIR LA RECETA
Cualquier chef le dirá que hay una manera correcta y una manera incorrecta de preparar un platillo. Si bien hay lugar para el estilo creativo y las preferencias de sabores, hay procesos definidos que se usan para combinar todos los ingredientes y transformarlos en algo delicioso. La clave está en la receta. Las buenas recetas son fundamentales para producir buenas comidas de manera consistente. La receta para estudiar la Biblia metódicamente, recomendada por el pastor Charles R. Swindoll en su libro Aliméntese de las Escrituras, contiene cuatro pasos que le servirán de ayuda en su estudio personal de la Palabra de Dios. Cada uno de estos pasos se va construyendo el uno sobre el otro, por lo que es importante seguir los pasos en el orden presentado, para asegurar el óptimo resultado en el estudio de las Escrituras.
NUESTRA RECETA
El primer paso de nuestro método de estudio bíblico es observar el texto de las Escrituras. Después, investigaremos el significado de las Escrituras para ayudarnos a interpretar lo que hemos observado. Luego aprenderemos el valor de comparar o correlacionar las verdades de las Escrituras. Y, por último, descubriremos cómo aplicar la sabiduría de las Escrituras.
Cuatro palabras describen este proceso: observación, interpretación, correlación y aplicación. Le sugiero que aprenda de memoria estos pasos. Como lo expresa el pastor Swindoll: «La Biblia no fue dada solo para satisfacer la simple curiosidad. La Biblia no fue escrita para que predicadores tuvieran algo que decir los domingos. La Biblia ha sido preservada para transformar la vida de personas como usted y como yo». ¡Nunca nos olvidemos de eso!
Paso #1: La Observación: ¿Qué es lo que veo?
Observar significa ver cuidadosamente prestando especial atención a los detalles. Respecto a esto, el profesor de estudios bíblicos del Seminario Teológico Asbury Robert Traina escribió lo siguiente: «La observación es el acto o facultad de advertir o tomar nota; el acto o resultado de considerar o seguir con atención… la función general de la observación es permitir al individuo que se sature de los detalles de un pasaje, de tal manera que esté totalmente consciente de la existencia y necesidad de explicación de estos» (Traina, Método para el estudio de la Biblia, p.27). En otras palabras, la mentalidad de la observación es pensar como un detective. Los detectives utilizan sus agudas habilidades de observación para recopilar pistas antes de formular una teoría sobre un crimen.
Al estudiar las Escrituras, debemos pensar como un detective y notar cada detalle de un pasaje antes de formular su significado. Bien, pues esto es la observación: descubrir los «pequeños detalles» que estaban a la vista de todos, pero que solo los buenos observadores pueden percibirlos.
Probemos sus habilidades detectivescas. La imagen siguiente es un grabado del pintor inglés Sir John Millais titulado «El fariseo y el publicano». Con reloj en mano, tómese solo 15 segundos para observar los detalles de esta imagen. Al término de estos 15 segundos, cubra la imagen con su mano y trate de recordar lo que vio (sin ver la imagen) al responder a las siguientes preguntas:
- Cuántas personas había en la imagen?
- ¿De qué forma es la columna?
- ¿Qué diseños hay en el piso?
- ¿Qué tipo de zapatos usa el publicano?
- ¿Qué hay en la mano izquierda del fariseo?
Como se pudo dar cuenta en este sencillo ejercicio, no es lo mismo ver que observar. La observación va más allá de la visión puramente física; comprende también la percepción. Observación es, por tanto, básicamente estar alerta de lo que se ve. En cuanto al estudio de un pasaje de la Biblia, la observación es leer cuidadosamente el texto y analizarlo. Es concentrar su atención en el texto; es analizar lo que está ahí, como lo que no está ahí; es estar conscientes de qué es lo que dice el texto; es imaginarnos ¿qué es lo que el autor original quiso comunicar a sus primeros lectores?
Sin embargo, un error común en el estudio de las Escrituras es intentar entender el significado de un pasaje antes de observar cuidadosamente lo que dice en realidad. Permítame hacer una aclaración: La observación es diferente a la interpretación. La observación responde a la pregunta: ¿Qué es lo que veo? ¿Qué dice el texto? Mientras que la interpretación responde a la pregunta: ¿Qué es lo que significa?
Por ejemplo, un frasco de pastillas contiene la siguiente advertencia: «Tomarse con los alimentos». ¿Acaso esto quiere decir que debo echar una de estas pastillas en mi plato y masticarlas junto con mis alimentos? Bueno, eso es lo que dice el frasco: «Tomarse con los alimentos». Pero usted y yo sabemos que lo que en realidad significa esto es que no debemos tomar estas pastillas con el estómago vacío pues sus químicos pueden causarnos un malestar estomacal. Eso es lo que significa, pero no es lo que dice. Determinar qué dice el texto de las Escrituras es completamente diferente a determinar lo que significa.
Antes de que se muestre escéptico acerca de lo que le digo, póngase a pensar por un momento en lo siguiente: si Dios se ha esforzado tanto para revelarse a Sí en Su Palabra, ¿no querría que usted viera lo que Él quiere que vea? Por supuesto que sí. Sin embargo, la siguiente es una lista de frustraciones comunes que muchas personas tienen al estudiar por su cuenta las Escrituras:
- No entiendo el lenguaje de la Biblia.
- La Biblia usa imágenes confusas y figuras retóricas.
- No sé dónde empezar. Realmente no entiendo cómo todo encaja.
- No puedo entender la poesía y la profecía.
Usted podrá tener sus propias frustraciones, pero la Biblia misma ofrece esperanza y ayuda para cualquiera que no entienda cómo buscar sus tesoros. Un salmo muy conocido nos muestra el poder que hay detrás de la buena observación. La búsqueda de David para descubrir la verdad bíblica comenzó con una simple oración: «Abre mis ojos, para que vea las verdades maravillosas que hay en tus enseñanzas» (Salmos 119:18, NTV).
¿Qué es lo que usted ve en este texto bíblico?
Lo primero que se puede ver es que es una oración. Es una observación simple, pero poderosa. Es simple porque es obvia. Es poderosa porque nos muestra que leer y estudiar la Biblia es una experiencia sobrenatural que comienza con la invitación de la ayuda de Dios. Y eso incluye abrir nuestros ojos físicos para que podamos notar detalles y hechos importantes para desbloquear el significado del pasaje bíblico; pero también nuestros ojos espirituales para que podamos ver verdades espirituales profundas de las Escrituras, tal como Pablo lo expresa en Efesios 1:18: «Pido que les inunde de luz el corazón, para que puedan entender la esperanza segura que él ha dado a los que llamó —es decir, su pueblo santo—, quienes son su rica y gloriosa herencia». Entonces, céntrese en detalles como las palabras y frases repetidas, la hora del día, detalles sobre el entorno e incluso contrastes y comparaciones.
En segundo lugar, note cómo estudiar la Biblia proporciona una instrucción maravillosa y confiable. En una cultura saturada de informes falsos y engaños, es tan importante que oremos por la ayuda de Dios para descubrir la sabiduría que cambia la vida para dirigir nuestras vidas, como leemos en Juan 16:13: «Cuando venga el Espíritu de verdad, él los guiará a toda la verdad. Él no hablará por su propia cuenta, sino que les dirá lo que ha oído y les contará lo que sucederá en el futuro». Es importante que siempre se tome unos minutos durante la observación para subrayar o resaltar directamente en la página los mandatos directos de la Biblia o las promesas que se revelan en ella.
En tercer lugar, vemos que el estudio de la Biblia es profundamente personal: David oró diciendo: «Abre mis ojos». En última instancia, nosotros somos responsables de nuestro propio bienestar espiritual. Estudiar la Biblia para su propio beneficio espiritual es un uso digno de su tiempo y energía. Su vida puede ser cambiada, su actitud puede ser mejorada y sus inquietudes pueden ser tranquilizadas al centrarse en las promesas y principios prácticos que se encuentran en las Escrituras.
La mayoría de los cristianos sabe que Lucas escribió uno de los cuatro Evangelios que abren el Nuevo Testamento. De hecho, se identifica por su nombre: Lucas. Pero también escribió otro libro del Nuevo Testamento. . . el libro de los Hechos, como leemos al inicio de este libro (1:1-2): «Teófilo, en mi primer libro te relaté todo lo que Jesús comenzó a hacer y a enseñar hasta el día que fue llevado al cielo, después de haberles dado a sus apóstoles escogidos instrucciones adicionales por medio del Espíritu Santo».
El libro de los Hechos es una continuación del Evangelio de Lucas, algo así como una crónica detallada del nacimiento de la iglesia del primer siglo. En uno de los versículos más conocidos de este libro de los Hechos, Lucas ofrece pistas sobre cómo se desarrollaría la historia de la iglesia. En Hechos 1:8, hay mucho que aprender al prestar mucha atención a las palabras que Lucas usó para establecer la escena: «Pero recibiréis poder cuando el Espíritu Santo venga sobre vosotros; y serán mis testigos, en Jerusalén, en toda Judea y Samaria, y hasta los confines de la tierra» (LBLA). Observe con atención los detalles que emplea el autor para ambientar la escena, sobre todo enfoque su mirada en las palabras y términos clave que emplea.
Observe que este versículo comienza con la palabra «pero». Esta es una palabra de conexión que señala un contraste en el pensamiento. Cuando vea una palabra como «pero» o «desde» o la frase «por lo tanto», esta es una pista de que lo que se acaba de escribir o decir está estrechamente relacionado con lo que sigue después de esta palabra o frase.
Al prestar mucha atención a lo que estaba sucediendo y a ser descrito en Hechos 1:8, y cualquier otro pasaje que esté estudiando, puede aprender algunos principios importantes de observación. Ya hemos resaltado una pista: el contraste. Aquí hay algunos otros contrastes que debe anotar en su observación:
CONTRASTE: «Pero (contraste) recibiréis poder».
CAUSA Y EFECTO: «Recibiréis poder (efecto) cuando el Espíritu Santo venga sobre vosotros (causa)».
PERSONAS Y LUGARES: «Cuando el Espíritu Santo (Dios) venga sobre vosotros (los discípulos); y (ustedes, los discípulos) serán mis (Jesús), testigos (diciéndoles a las personas no creyentes acerca de mí, Jesús) en Jerusalén (ciudad), en toda Judea (región) y Samaria (región), y hasta los confines de la tierra (todas las naciones)».
Usted podrá comenzar a ver el significado y el impacto de la visión de Jesús para los discípulos simplemente tomando nota de lo que ve (observación) en el texto.
Ahora, hay algo muy interesante que quiero que note del pasaje de Hechos 1:8. Este versículo provee un bosquejo general para el libro de los Hechos. Al seguir ese bosquejo, el autor Lucas narra la marcha del cristianismo desde Jerusalén (Hechos 1-2), extendiéndose por toda Judea, gracias a la persecución que los empujó hacia fuera de Jerusalén (Hechos 7). Luego, al intensificarse la persecución, muchos creyentes de esa región propagaron el Evangelio en otras provincias. Felipe llevó el Evangelio a Samaria y luego tuvo la oportunidad de compartirlo con un hombre de Etiopía (Hechos 8-12). Finalmente, Pablo y sus colaboradores propagaron el Evangelio a través de sus viajes por todo el mundo romano conocido hasta la fecha (Hechos 13-28). Por lo tanto, vemos que el Evangelio no necesariamente se propagó en círculos concéntricos, sino que el Espíritu Santo iba guiando a los creyentes en forma simultánea a todas estas partes. Esa fue y sigue siendo la misión de la Iglesia hasta que Jesús venga. Y lo más extraordinario de todo, es que todos estos datos los obtenemos realizando únicamente el primer paso en la preparación de nuestra comida espiritual: la observación.
Para concluir este paso de la observación, permítame hacerle una recomendación más que le ayudará a convertirse en un buen observador de las Escrituras. Al ver su mano, trate de memorizar las siguientes palabras asignándolas a cada uno de sus dedos. Por lo tanto, al estudiar un pasaje tome nota en las palabras que son. . .
Cuando usted comience a familiarizarse de nuevo con las Escrituras, hará numerosas observaciones por primera vez. Las verdades han estado allí todo el tiempo, pero, de repente, sus ojos comenzarán a observar cosas que anteriormente se le habían escapado.
Aunque hayamos recibido el regalo de la vista, no recibimos el regalo de la observación hasta que el Señor interviene y nos ilumina la mente por medio de Su Espíritu Santo. Por lo tanto, nuestra percepción de las cosas se agudiza a través de una observación cuidadosa. Es por eso que debemos observar con cuidado cualquier pasaje que leamos de las Escrituras, tomando el tiempo para orar y meditar en ellas. Así como la comida saludable comienza con una cuidadosa consideración de los ingredientes, el estudio bíblico eficaz comienza con una observación minuciosa.
Entonces, no espere más. ¡Anímese y comience a preparar comidas espirituales por usted mismo! Pero no deje de lado el ingrediente más poderoso e importante en este proceso. . . ¡la oración! Pídale al Señor que abra su apetito por el alimento de Su Palabra. ¡Asegúrese de tener una pluma y papel listos para registrar los resultados!
A continuación, hay cuatro principios importantes para que aprenda y, en última instancia, practique cada vez que se siente a estudiar las Escrituras por su cuenta:
- Lea como si estuviera leyendo el pasaje por primera vez. Esto le protegerá contra el peligro de la familiaridad. Puede intentar leer el mismo pasaje en varias versiones diferentes de la Biblia y luego comparar las diferentes traducciones del mismo pasaje. Ver las cosas y cada situación con una mirada fresca, renovada es la mejor manera de estudiar las Escrituras.
- Lea el pasaje como si estuviera leyendo una carta de amor de alguien especial o un querido amigo. Eso significa que está leyendo con mucho cuidado y prestando mucha atención a cada palabra, no simplemente leer superficial o rápidamente.
- Lea el pasaje como un detective. Lea buscando pistas como diálogos, emociones expresadas, personas involucradas. Sea cuidadoso al tomar nota de los detalles.
- Lea como si usted estuviera en el texto. Ubíquese a usted mismo en la historia o en el contexto de cuándo y dónde fue escrito. Imagine las escenas, repletas de sonidos, olores e impresiones.
Mientras más practique este importante paso para estudiar la Biblia por usted mismo, más cobrarán vida las Escrituras personalmente para usted y para aquellos con quienes comparta sus observaciones.
**Respuestas a las preguntas de observación del cuadro del fariseo y el publicano:
- ¿Cuántas personas había en la imagen? (Nueve, incluyendo la figura que apenas se distingue en el extremo izquierdo.)
- ¿De qué forma es la columna? (En espiral o torneada.)
- ¿Qué diseños hay en el piso? (Estrella de David y parte de dos círculos.)
- ¿Qué tipo de zapatos usa el publicano? (ninguno, está descalzo.)
- ¿Qué hay en la mano izquierda del fariseo? (el rabo de su propia barba.)