Introducción

«La Biblia es demasiado irrelevante desde un punto de vista cultural para tomarla en serio.»

«La Biblia contiene una buena moralidad, pero nadie cree que las historias verdaderamente ocurrieron.»

«La Biblia no es diferente a otros libros religiosos. Todos ellos nos llevan a Dios.»

«¿Cómo puede un solo libro como la Biblia contener verdad para todo el mundo? Hoy en día las personas deciden por sí mismas lo que es verdad. Es un asunto personal.»

¿Ha escuchado usted frases como estas? Ya bien sean comunicadas directamente o como actitudes sutiles, están presentes en las corrientes de pensamientos que fluyen a través de nuestro mundo. Programas de entrevistas por televisión, aulas de escuelas públicas, revistas de noticias, aun algunas de nuestras iglesias se han vuelto canales para estas ideas.

Estando expuestos a esa constante negatividad, es comprensible que las dudas acerca de la Biblia puedan comenzar a erosionar nuestra fe. “¿Cómo sé yo que este libro revela el único camino a Dios?” “¿Pudieran estas historias ser solamente una serie de mitos religiosos?”

En el centro de nuestras dudas está la siguiente pregunta “¿Puedo verdaderamente confiar en la Biblia?” La respuesta a esa pregunta toca tres cuestiones relacionadas pero separadas. La primera es una cuestión textual. ¿Cómo sabemos que nuestras Biblias hoy en día representan con exactitud lo que los autores escribieron originalmente? La segunda es una cuestión histórica. ¿Cómo sabemos que los autores escribieron la verdad? La tercera es una cuestión teológica. ¿Cómo sabemos que lo que los autores escribieron proviene realmente de Dios?

¿Representan las Biblias modernas lo que escribieron los autores originales?

La cuestión textual. La Biblia en realidad es una colección de libros escritos a través de un período de 1.500 años por alrededor de 40 autores en diversos lugares. El Antiguo Testamento fue escrito en hebreo y arameo; el Nuevo Testamento fue escrito en griego. Tomando en cuenta el número de autores y la variedad de escenarios, culturas, idiomas, y tiempos, pensaríamos que la Biblia sería un revoltijo de ideas y estaría llena de contradicciones. Sin embargo, la Biblia tiene una unidad increíble en su mensaje, lo cual es un argumento poderoso a favor de su naturaleza divina.

La Biblia es un libro antiguo, y ninguno de los manuscritos originales existe hoy en día; solamente permanecen copias. Cuando leemos nuestras Biblias modernas, estamos leyendo una traducción de un texto que ha sido recopilado a través de un proceso complejo de comparar manuscritos. Más de 24.000 manuscritos y fragmentos están relacionados con el Nuevo Testamento solamente, y algunos de ellos datan del año 130 A.D., solo décadas después de los acontecimientos reales. Interesantemente, a causa de la gran cantidad de manuscritos, hay más evidencia a favor de la autenticidad de la Biblia que de la mayoría de los otros textos antiguos. Por ejemplo, solamente existen 49 copias manuscritas de las escrituras de Aristóteles hoy en día, y su fecha más antigua es del año 1100 A.D., siglos después que Aristóteles escribió el texto original.

Cuando comparamos los textos bíblicos de diferentes períodos, encontramos semejanzas extraordinarias. Por ejemplo, hasta el descubrimiento de los Manuscritos del Mar Muerto, los mejores manuscritos hebreos datan no más temprano de la Edad Media. Los Manuscritos del Mar Muerto contienen textos bíblicos copiados durante la época de Jesús, lo cual lo hacen más antiguos que los otros manuscritos por mil años. Cuando los eruditos compararon los manuscritos, se asombraron de las semejanzas. Los Manuscritos del Mar Muerto son prácticamente idénticos a los manuscritos de la Edad Media, ¡aunque fueron copiados con mil años de diferencia!

Sin embargo, los manuscritos bíblicos contienen algunas discrepancias, un resultado natural de los procedimientos de copiar antes que se inventara la prensa. Y, una vez que un error fue cometido, todas las copias hechas de ese manuscrito también contendrían el error. Comprenda, sin embargo, que estamos hablando de pocas discrepancias de menor importancia, y es asombroso que no hay más.

También es importante darse cuenta que ninguno de los errores de transmisión afectan ninguna doctrina fundamental. Las discrepancias normalmente son variaciones de deletreo letras transpuestas, o adiciones para clarificar algo. A causa de estas discrepancias, algunas veces no estamos seguros que algunas (de nuevo, relativamente pocas) de las palabras en las traducciones al español son exactamente lo que los autores escribieron. Por lo tanto, en un esfuerzo de ser rigurosamente exactos, decimos que las Escrituras son libres de error en los manuscritos originales, no en las traducciones que tenemos hoy en día.
Gracias a la devoción de los antiguos copiadores y, finalmente, a la mano soberana de Dios, en preservar el texto bíblico, podemos tener confianza que la Biblia que tenemos hoy en día representa confiablemente lo que los autores escribieron originalmente. ¿Pero cómo sabemos que lo que los autores escribieron es exacto? ¿Cómo sabemos que ellos no inventaron estas historias?

¿Escribieron los autores la verdad?

La cuestión histórica. Bueno, no podemos probar científicamente que lo que ellos dijeron es cierto recreando los acontecimientos en un laboratorio. Tampoco podemos regresar en el tiempo y verificar las historias personalmente. Así que ¿cómo sabemos lo que en realidad ocurrió? De hecho, ¿cómo sabemos que cualquier acontecimiento en la historia realmente ocurrió? Decimos que George Washington fue el primer presidente de los Estados Unidos, pero quizás alguien inventó esa historia y la pasó a nosotros como un hecho. ¿Cómo sabemos?

La única forma de saber la verdad acerca de cualquier acontecimiento en la historia es observando la evidencia. La evidencia se puede dividir en tres categorías: informes de testigos oculares, testimonio escrito, y artefactos físicos. Tenemos suficientes testigos oculares, testimonio escrito, y artefactos físicos acerca de George Washington para probar sin duda razonable que él fue el primer presidente de los Estados Unidos. Utilizando el mismo método, existe suficiente evidencia para tener argumentos convincentes de que los acontecimientos bíblicos ocurrieron exactamente como fueron escritos.

Podemos estar seguros que algunas de las historias son ciertas porque los autores de la Biblia eran testigos oculares, y su público consistía de testigos oculares que hubieran denunciado a los autores como fraudes si estuvieran falsificando los hechos. Y si los autores no estuvieron presentes en los acontecimientos que ellos documentaron, ellos entrevistaron a testigos oculares para obtener la historia exacta (vea Lucas 1:1-4). El apóstol Juan confirma que él escribió lo que él experimentó personalmente.

Lo que existía desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que hemos contemplado y lo que han palpado nuestras manos, acerca del Verbo de vida (pues la vida fue manifestada, y nosotros la hemos visto y damos testimonio y os anunciamos la vida eterna, la cual estaba con el Padre y se nos manifestó); lo que hemos visto y oído, os proclamamos también a vosotros, para que también vosotros tengáis comunión con nosotros . . . (1 Juan 1:1-3a)

Los autores de las Escrituras documentaron acontecimientos reales que ellos habían visto. Pero ¿qué hace a la Biblia un libro divino?

¿Cómo sabemos que lo que escribieron los autores es realmente de Dios?

La cuestión teológica. Quizás la mayor evidencia confirmando la verdad de las historias bíblicas es el hecho de que Dios es el verdadero autor. Lea lo que la Biblia dice acerca de sí misma:

Toda la Escritura es inspirada por Dios y útil para enseñar, para reprender, para corregir y para instruir en la justicia, a fin de que el siervo de Dios esté enteramente capacitado para toda buena obra. (2 Timoteo 3:16-17, NVI)

También vea 2 Pedro 1:20-21:

Ante todo, tengan muy presente que ninguna profecía de la Escritura surge de la interpretación particular de nadie. Porque la profecía no ha tenido su origen en la voluntad humana, sino que los profetas hablaron de parte de Dios, impulsados por el Espíritu Santo. (NVI)

El mensaje de la Biblia se originó en la mente de Dios mismo. Como resultado, podemos tener confianza que está libre de errores en todo lo que afirma. El Salmo 119 expresa tres afirmaciones que reflejan la convicción de todos los escritores bíblicos acerca de las Escrituras: “tu ley es la verdad” (v. 142), “todos tus mandamientos son verdad” (v. 151), y “La suma de tus palabras es la verdad” (v. 160 NVI).

Jesús corroboró este sentimiento con su afirmación franca e inequívoca, “Tu palabra es verdad” (Juan 17:17). Jesús demostró su convicción acerca de la verdad de la Palabra de Dios en sus enseñanzas. No solamente dependió Él de la Palabra para vencer las poderosas tentaciones de Satanás y para refutar las ideas religiosas distorsionadas de sus adversarios, sino que también puso el peso de sus argumentos sobre detalles históricos como la creación del primer hombre y la primera mujer (Mateo 19:4-5), la historia de Noé y el arca (Mateo 24:37-38), y aun la historia de Jonás y el gran pez (Mateo 12:39-41).

Debemos preguntarnos, si Jesús mostró tal tipo de confianza incondicional en la Palabra de Dios (como Él la expresó de Nuevo en Mateo 5:17-19 y en Juan 10:35), ¿debemos ser nosotros diferentes? ¿No debemos más bien imitarlo a Él en todas las cosas, especialmente en su confianza en la Biblia?

La razón principal para creer lo que dice la Biblia

Por muchos años los profesores de historia y arqueología han debatido la exactitud de las historias bíblicas, y continuarán discutiendo acerca de ellas por muchos años más. El punto principal no es si podemos probar que los hebreos gritando hicieron que los muros de Jericó se cayeran, sino si podemos confiar en Dios. Si Dios es confiable (y Él lo es) entonces su Palabra inspirada también es confiable.

¿Se ha usted preguntado por qué Dios dio su Palabra al mundo a través de autores humanos? Quiero decir, la Biblia hubiera sido más fácil de confiar si hubiera sido escrita por la mano de Dios en tinta sobrenatural y entregada por ángeles a cada persona en la tierra. ¡Entonces sabríamos que la Biblia es verdaderamente la Palabra de Dios! Pero Dios no opera de esa manera. Él elige utilizar a seres humanos falibles para comunicar su mensaje infalible. Este hecho por sí solo nos lleva a apreciar la Biblia aun más. La Biblia misma es un testimonio de la gracia de Dios, un ejemplo asombroso de cómo Dios desciende del cielo y mora en su pueblo para producir algo de valor eterno.

La participación de Dios en el desarrollo de las Escrituras nos lleva a hacer una pregunta penetrante: ¿Fue aun posible que los autores bíblicos adornaran los hechos? No. Aunque los autores eran seres humanos normales y corrientes propensos a cometer errores, el Dios Todopoderoso todavía estaba a cargo del proyecto. Si los autores hubieran falsificado sus documentos, ellos hubieran frustrado el plan de Dios para que nosotros conociéramos la verdad. ¿Puede ocurrir eso? ¿Puede Dios verdaderamente fracasar en su deseo de comunicarse? ¡Yo no me puedo imaginar a Dios retorciéndose las manos y mordiéndose sus uñas en el cielo, preocupado de que Moisés, o los profetas, o Juan, o Pablo iban a añadir mentiras a su Palabra!

Finalmente, creemos en la confiabilidad de la Biblia porque creemos en la confiabilidad de Dios. La confianza en la Biblia comienza con confianza en Dios. Los argumentos de los apologistas como Josh McDowell y Norman Geisler afirman nuestra fe, pero ellos no forman la sustancia de nuestra fe. Nuestra fe descansa en Dios. Y la sustancia de nuestra esperanza está puesta en una Persona real, Jesucristo, que nos amó lo suficiente para morir en la cruz por nosotros. A través de las palabras de la Biblia, experimentamos a nuestro Señor como Él era esperado en el Antiguo Testamento y revelado en el Nuevo Testamento. A causa de que la Biblia nos guía a Jesús, podemos estar seguros que es una guía confiable.

Algunos buenos libros acerca de la confiabilidad de las Escrituras

¿Le gustaría a usted leer algo más acerca de algunos de los conceptos mencionados aquí? Quizás yo puedo recomendar algunos buenos libros sobre este tópico.

  • Lutzer, Erwin W. Siete Razones para Confiar en la Biblia.
  • Sala, Harold J. Por qué Podemos Confiar en la Biblia.
  • Stott, John. La Autoridad de la Biblia.
  • Sproul, R.C. Cómo Defender Su Fe
  • Sheller, Jeff L. ¿Es Verdad la Bibila?