¿Recuerda usted cuando los hombres eran hombres? ¿Recuerda usted cuando uno podía decirlo simplemente al verlos? ¿Recuerda usted cuando los hombres sabían lo que eran, les gustaba lo que eran, y no querían ser otra cosa que lo que eran?
¿Recuerda cuando eran los hombres los que boxeaban, luchaban, y se jactaban de cuántos kilos de pesas podían levantar?
¿Recuerda usted cuando eran las mujeres las que llevaba maquillaje, aretes y bikinis?
¿Recuerda usted cuando eran los hombres los que iniciaban el contacto, y tomaban la iniciativa en una relación personal, y se comprometían de por vida, y modelaban una masculinidad cimentada en seguridad y estabilidad?
Estoy hablando de hombres que saben discernir, que son decisivos, que tienen un corazón fuerte, que saben a dónde van, y tienen suficiente confianza en sí mismos (y en su Dios) para llegar allá. Hombres que no tienen miedo de tomar la iniciativa, de pararse firmes, fuertes en sus principios, aunque las cosas se pongan color de hormigas.
Tales cualidades no sólo inspiran el respeto de las mujeres, sino que también engendran una admiración saludable en los jóvenes y muchachos que anhelan hallar héroes. Necesitamos hombres que sepan pensar con claridad, trabajar duro, hablar sin rodeos, mientras que a la vez son tiernos, sensatos, y cariñosos, y no piensan que hay necesidad de pedir permiso para tomar las riendas.
En las últimas tres décadas hemos visto un ataque serio a la masculinidad. Los resultados están bien representados en las artes, los medios de comunicación, el mundo de la moda, y en los que llegan a ser los héroes de los jóvenes.
Apenas terminada la sangrienta Guerra Civil de los Estados Unidos de América, el poeta y novelista norteamericano, Josiah Holland, escribió una apasionada oración a favor del país. Empieza: “Dios: danos hombres . . . .” Pero la verdad es que Dios no le da a una nación hombres; nos da muchachos. Niños, adolescentes, muchachos impresionables, que necesitan saber lo que significa convertirse en hombre. El plan de Dios todavía sigue como fue diseñado en la creación; y empieza en casa.
Hombres: ¿están ustedes modelando hombría según la palabra de Dios? Mamás y papás: ¿están ustedes criando a sus hijos para que sean auténticamente masculinos? Si no, ¿por qué no? ¡Piénselo!