14 de Nisán, año 30 d.C.  Jerusalén Alto, Israel.

Esta noche fue diferente de las demás porque nadie pensó que vendría. Por supuesto, era la Pascua. Tal como el año pasado, y el año antepasado, y tal como lo ha sido por casi 1500 años. Sin embargo, aquí estaba una “noche diferente de todas las demás.” ¿Qué podía posiblemente hacer de esta Pascua diferentes a todas las demás? La noche procedía normalmente; se seguían todas las costumbres usuales: se mató un cordero, se comió la cena, se hizo una pregunta, y se dio una respuesta.

Se sacrificó un cordero. Esa tarde casi un cuarto de millón de corderos machos de un año fueron llevados al templo y sacrificados en preparación para la cena pascual. Esa noche, diferente de todas las demás, un Cordero fue llevado fuera de la ciudad y sacrificado por los pecados del mundo entero.

Se comió una cena. Es noche los discípulos se reunieron en un cuarto en la parte alta de Jerusalén y comieron juntos la comida pascual: cordero asado, hierbas amargas, legumbres, fruta y pan sin levadura. Después de la comida tomaron la primera copa de vino, y empezó la recitación de la historia: “Yo soy el SEÑOR, y os sacaré de debajo de las cargas de los egipcios . . . .” Luego la segunda copa de vino: “y os libraré de su esclavitud . . . .” Una tercera copa: “y os redimiré con brazo extendido y con juicios grandes . . . .” La cuarta copa y final: “Y os tomaré por pueblo mío, y yo seré vuestro Dios; y sabréis que yo soy el SEÑOR vuestro Dios, que os sacó de debajo de las cargas de los egipcios” (Éxodo 6:6–7).  Esa noche, diferente de todas las demás, Jesús dijo: “esto es mi cuerpo que por vosotros es dado; haced esto en memoria de mí” (Luc. 22:19). “Olvídense del Éxodo,” dice Jesús. “De ahora en adelante, esta comida en memoria de MÍ. Yo soy el cordero sacrificial. Mi sangre los librará de la muerte. Yo soy su libertador.”

Se hizo una pregunta. Usted sabe la pregunta, por supuesto. “¿Por qué es esta noche diferente de las otras noches?” Pero ¿qué hace de esta pregunta tan importante? Sin la pregunta la comida, la celebración se vuelve nada más que otra celebración, y la tradición queda sólo en eso: una tradición, sin significado; nada más que una de esas cosas que hacemos porque siempre las hemos hecho. La pregunta elimina la inutilidad, porque separa esta noche de todas las demás. Esta noche es especial, una noche santa.

Se dio una respuesta.  Por 1500 años la respuesta había sido la misma: “Esta es la noche en que Dios nos protegió de la muerte y nos libró de la esclavitud. Esta es la noche de redención. Siempre recuerda la noche de redención.” Jesús sin duda repitió la respuesta tradicional a sus discípulos, pero 30 años más tarde el apóstol Pablo le dio a la noche un nuevo nombre. En lugar de “la noche de redención,” Pablo la llamó “la noche en que [nuestro Señor Jesús] fue entregado (1 Cor. 11:23). ¿Por qué la llamó así? El precio que los líderes religiosos pagaron para que Jesús les sea entregado fue de treinta monedas de plata. Treinta monedas de plata era la cantidad que la ley fijaba como precio de un esclavo. Pablo estaba diciendo, en efecto: “Esta es la noche de la traición; la noche en que Jesús fue vendido como esclavo; la noche en que él entró en la esclavitud para que nosotros pudiéramos ser librados de la esclavitud. Esta es la noche de redención. Siempre recuerden la noche de redención.”

Esta Pascua fue diferente porque fue la noche final de redención. En el huerto la traición que sufrió Jesús nos enseña que se hizo esclavo para librarnos a nosotros de la esclavitud. En la cruz su muerte nos enseña que él se hizo el Cordero sacrificado de Dios para rescatarnos de la muerte. Hoy, cuando celebramos la Cena del Señor recordamos la noche en que fue entregado porque su esclavitud significa nuestra libertad, y proclamamos la muerte del Señor hasta que él venga, porque su muerte significa nuestra vida. Todo tiene que ver con la redención. Siempre recuerde la noche de redención.