Había una guerra fría entre judíos y samaritanos en cuanto a la adoración. La mujer junto al pozo señaló la línea divisoria en esa guerra de cultos: “Nuestros padres adoraron en este monte (Gerizim), y ustedes dicen que el lugar donde se debe adorar es Jerusalén” (Juan 4:20, RVC). Jesús no negó la tensión pero la redujo al decir que viene el tiempo “cuando ni en este monte ni en Jerusalén adorarán ustedes al Padre . . . [porque] los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad.” (4:21, 23). Jesús hizo una distinción entre un lugar y una Persona. Pero, ¿qué quiso decir con la frase “en espíritu y en verdad”?

Debido a que Dios es espíritu (4:24), es decir que su esencia es espiritual y no física, nuestra adoración debe ser espiritual. La verdadera adoración tiene lugar dentro del espíritu humano, cuando nuestras actitudes, atenciones y afectos se concentran sólo en Dios. Este es el significado de adorar en espíritu.

La segunda mitad de esta frase, “verdad” quiere decir adorar a Dios con integridad, desechando toda falsedad y mera apariencia. Cuando Pablo dijo que los idólatras cambian la verdad por una mentira (Romanos 1:25), identificó una característica esencial de Dios: veracidad. Podemos decir: “Dios es verdad”; Él existe en realidad y se ha revelado como el único Dios verdadero. “Porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que él existe” (Hebreos 11:6, RVC).

La verdadera adoración, por consiguiente, enfoca nuestros espíritus solo en Dios, solazándose en su realidad divina: celebrando la verdad de que Él es quien dice ser en las Escrituras y que busca una relación personal de amor con sus criaturas pecadoras.

Tomado de Derrick G. Jeter, “Worshiping with Spiritual Integrity,” en The Church Awakening: An Urgent Call for Renewal Bible Companion (Plano, Tex.: IFL Publishing House, 2010), 58–59. Copyright © 2010 por Insight for Living. Reservados mundialmente todos los derechos.