Números 24:17; Daniel 4:9; Mateo 2:1-12
Una estrella brillaba intensamente en el cielo, era Su estrella. Los Magos del Oriente al verla supieron que tenían que seguirla.
¿Cómo lo sabían? ¿Qué los impulsaba a emprender ese arduo camino hacia lo desconocido? ¿Qué había de especial en esa estrella?
Procedentes de Babilonia, o muy cerca de allí, los Magos del Oriente estarían familiarizados con las historias del profeta Daniel quien había sido nombrado en su época como “jefe de los sabios”. Las enseñanzas de Daniel y los escritos bíblicos que su pueblo trajo al exilio, incluyendo aquellos que hablaban de la esperanza de la llegada de un Rey Mesías habrían pasado a través de generaciones de sabios.
Al notar un fenómeno estelar que no era común en el cielo, los Magos del Oriente utilizaron su conocimiento en astronomía y en revelación bíblica, seguramente recordando la profecía de Balaam:
“Un estrella saldrá de Jacob,
Y un cetro se levantará de Israel.”
Tan convencidos estaban que empacaron sus tesoros y siguieron la misteriosa estrella a la capital de Israel, Jerusalén, listos para adorar al Rey de los Judíos. Una vez que llegaron, un rey preocupado, Herodes, les preguntó a los líderes religiosos judíos y determinó que, según la profecía hebrea, el rey nacería en el pueblo de Belén (Miqueas 5:2). Con la supuesta bendición de Herodes, los Magos del Oriente continuaron su viaje. La estrella, ausente durante su breve estancia en Jerusalén, reapareció en el cielo haciendo que los Magos del Oriente “se llenaran de gran gozo”.
Su reacción de gozo cuando vieron la estrella reaparecer y de adoración cuando vieron al Niño nos demuestra la humildad de estos hombres sabios. Ellos comprendieron quién era Jesús, el Rey a quien todos debían adorar. Al inclinarse ante el Niño, anticiparon un futuro glorioso donde toda rodilla se doblará y toda lengua confesará que Jesús es el Señor (Filipenses 2:10-11).
Ese deseo de ver al Rey les impulsó a venir. La estrella dirigió su camino. Un sentido de admiración les hizo arrodillarse y adorar al Niño. El viaje de los Magos del Oriente de Babilonia a Belén, dirigidos por la estrella se convierte en un increíble capítulo más de la venida de Dios en forma humana.