Lucas 1:5-23, 57-80
El silencio reinó en el templo. Zacarías se mantuvo callado mientras el olor del incienso aromático colmaba su nariz. Habiendo terminado su trabajo, tambaleó saliendo del Lugar Santo, el sol brillaba en sus ojos. Otros sacerdotes hablaron con él, pero tal como lo había dicho el ángel, su lengua estaba atada.
A pesar de la difícil situación verbal en la que se encontraba, el corazón de Zacarías estaba lleno de entusiasmo. Finalmente, después de más de cuatro siglos, Dios había roto Su silencio. Dios le había hablado a Su pueblo. Solo que el mensaje le llegó a Zacarías, el cual salió del templo sin la habilidad de poder hablar por sí mismo.
Momentos antes, el ángel Gabriel se le había aparecido al anciano sacerdote y le había profetizado que él y su esposa entonces estéril, Elizabet, tendrían un hijo. Sin embargo, Zacarías dudó de lo que el ángel le dijo. Por este motivo, el ángel Gabriel había declarado nueve meses de silencio sobre el sacerdote. Fue hasta que su hijo llamado Juan nació, que Dios le permitió a Zacarías volver a hablar.
En el octavo día de vida de su hijo Juan, durante la ceremonia de su circuncisión, el habla volvió a Zacarías de nuevo. El sacerdote, cuyo nombre significa “Dios recuerda”, utilizó sus primeras palabras para entregar un mensaje profético del Señor, el cual enfatizaba la promesa de Dios de enviar un libertador a Su pueblo.
Tres veces durante la profecía de Zacarías, el sacerdote recordó los pactos o las promesas que Dios hizo a Su pueblo: una a través de Abraham, otra por medio de David y una más por medio de Jeremías. Primero Dios prometió redención a Abraham (Lucas 1:73; Génesis 15:1-6), luego le aseguró a Su pueblo que la salvación vendría a través de un descendiente de David (Lucas 1:69; 2 Samuel 7:12-16), y después prometió que el Salvador perdonaría los pecados del pueblo de Dios (Lucas 1:77; Jeremías 31:31-34).
Cuando Zacarías concluyó su profecía, afirmó que Dios visitaría a Israel y haría brillar Su luz en la oscuridad para guiar a Su pueblo “al camino de la paz”. Zacarías sabía que en el momento del nacimiento de su hijo Juan, el cumplimiento de la promesa de Dios de un Mesías ya había comenzado. Pronto recibirán la paz de Dios aquellos que en Él creen.
Zacarías había sido obligado a guardar silencio por nueve meses. Ahora ya no tenía que callar más. El Príncipe de paz ciertamente venía a Su pueblo.