Por unos pocos minutos imagínese esta escena:

“Pero el día del Señor vendrá como un ladrón. Entonces los cielos se desharán con un ruido espantoso, los elementos serán destruidos por el fuego, y la tierra, con todo lo que hay en ella, quedará sometida al juicio de Dios. Puesto que todo va a ser destruido de esa manera, ¡con cuánta santidad y devoción deben vivir ustedes! Esperen la llegada del día de Dios, . . . Ese día los cielos serán destruidos por el fuego, y los elementos se derretirán entre las llamas” (2 Pedro 3:10–12, VP).

Asusta, esto de que el cielo desaparecerá y la destrucción astronómica, y el “fuego” que se menciona dos veces, y que resultará en la total exterminación del planeta Tierra. Me hace preguntar cómo. He oído lo mismo que usted en cuanto a cabezas nucleares súper atómicas, y la Tercera Guerra Mundial. Pero en cierto sentido eso nunca ha explicado cómo “los cielos desaparecerán” o cómo la atmósfera y estratósfera pueden “derretirse entre las llamas.”

Debido a que eso dará paso al “Día de Dios,” siempre me he preguntado si Él va a usar fuegos pirotécnicos adultos hechos por el hombre, para anunciar su llegada. Pero en mis lecturas recientes encontré un posible indicio de cómo el Señor pudiera estar planeando ejecutar su explosión final.

El 9 de marzo de 1979, nueve satélites ubicados en varios puntos del sistema solar simultáneamente registraron un suceso inaudito en el espacio profundo. Fue, en verdad, la más poderosa descarga de energía jamás registrada. Los astrónomos que estudiaron las lecturas quedaron boquiabiertos.

La descarga de radiación gamma duró sólo por una décima de segundo; pero en ese instante emitió tanta energía como el sol en tres mil años. Si la descarga de rayos gamma hubiera ocurrido en la Vía Láctea, dijo un astrofísico, hubiera encendido toda la atmósfera. Si el sol hubiera emitido la misma cantidad de energía nuestra Tierra se hubiera vaporizado. Al instante.

Por más que desconozcamos e ignoremos los detalles técnicos de esto, pienso que arroja cierta luz de validez al comentario de Pedro. Por lo menos, a mi juicio, tiene mucho más sentido que guerras atómicas.

Probablemente va a ser mucho más que la Guerra de las Galaxias. Las buenas noticias son éstas: Yo no planeo estar presente para el estreno.
¿Y usted?

Tal vez no entendamos todos los caminos de Dios, pero podemos conocer a Aquel cuyos caminos son “insondables.”