En el artículo anterior, comencé compartiendo la primera de las tres etapas necesarias para preparar por su cuenta el alimento espiritual y nutritivo de las Escrituras, que es reunir los ingredientes. Para ello, fue necesario planificar un menú completo de cuatro tiempos, que no es otra cosa que hacer una descripción general del contenido de la Biblia. En este artículo, hablaremos un poco de cómo estos ingredientes llegan desde su lugar de origen hasta nuestra cocina, sin mermar su calidad. Y cómo nuestro alimento espiritual tiene que ser preparado con esmero para que nos sustente, nos revitalice y calme los anhelos más profundos de nuestra alma. En otras palabras, hablaremos de la naturaleza transformadora de la Biblia.

El pastor Charles Swindoll comenta al respecto: «Los artículos noticiosos pueden informarnos. Las novelas pueden inspirarnos. La poesía puede cautivarnos. Pero solo la Palabra viva y activa de Dios puede transformarnos».

RECOMENDACIONES DEL CHEF

En todo restaurante de alta cocina, la planificación del menú corre a cargo del chef ejecutivo. Él o ella, no solo posee una gran habilidad para cocinar y presentar elegantemente un platillo, sino también para administrar eficazmente la cocina de un restaurante. Por tal motivo, al enseñar y supervisar el trabajo que realiza el personal de la cocina, los chefs siempre están haciendo recomendaciones importantes para garantizar el óptimo resultado en la preparación de los alimentos. Lo mismo sucede a la hora de preparar el alimento espiritual de las Escrituras. Hay una lista de recomendaciones importantes a considerar si se desea obtener el óptimo resultado en el estudio y aprendizaje de la Biblia. Veamos cada una de las recomendaciones del chef.

Primera recomendación: Ya que la Biblia en su totalidad señala a Cristo como la figura central, el creyente debe esforzarse por estudiar las Escrituras en obediencia a Dios.

Todos sabemos que los libros están destinados a ser leídos. Si el libro es un libro de texto para una clase, lo leemos, lo estudiamos y posiblemente nos propongamos a memorizar algunos fragmentos. Si el libro es una novela clásica, lo leemos esperando encontrar una historia con su planteamiento, nudo y desenlace fluyendo sin problemas de un capítulo a otro, en una progresión ininterrumpida. Lamentablemente, esa es la idea errónea que muchas personas tienen al comenzar a leer la Biblia por primera vez.

Dios mismo desea que lo conozcamos. Por eso tenemos la Palabra. Ha sido revelada a nosotros. Es verdad que la Biblia es una historia —la historia de Dios obrando en la historia de la humanidad, pero narrada por medio de cuarenta autores humanos en el transcurso de 1,500 años y empleando muchos tipos diferentes de literatura en la narrativa. Por lo tanto, es absolutamente vital que nosotros, como creyentes en Cristo, leamos y estudiemos la Palabra de Dios (Salmos 119:9–16; Juan 1:1–5; 14–18). Y la verdad central de la Escritura, por medio de la cual lo conocemos, es Jesucristo (Juan 5:37-39). De hecho, el Antiguo Testamento fue escrito en anticipación de la obra de Cristo en la tierra, mientras que el Nuevo Testamento fue escrito como una explicación de esta. La Biblia entera se centra en la obra salvadora de Cristo, al morir en la cruz por nuestros pecados y Su gloriosa resurrección de la muerte.

En Lucas 24, encontramos a Jesús conversando con dos de Sus seguidores caminando muy desanimados rumbo a Emaús. No solo se sentían tristes por la muerte de su Maestro, sino que, además, se resistían a creer que realmente hubiera resucitado, como argumentaban los otros discípulos del Señor. Iban tan perturbados que no se dieron cuenta de que era Jesús quien se les había aparejado en el camino. Pero se sorprendieron al escuchar a este «extraño» reprenderles con estas palabras:

«¡Qué necios son! Les cuesta tanto creer todo lo que los profetas escribieron en las Escrituras ¿Acaso no profetizaron claramente que el Mesías tendría que sufrir todas esas cosas antes de entrar en su gloria?» (vv. 25-26).

Teniendo en mente el Pentateuco, que son los primeros cinco libros escritos por Moisés (de Génesis a Deuteronomio), observe lo que hace Jesús:

«Entonces Jesús los guio por los escritos de Moisés y de todos los profetas, explicándoles lo que las Escrituras decían acerca de Él mismo» (v. 27).

Después de que Jesús cenó con ellos, estos discípulos finalmente le reconocen. Pero Jesús desaparece de su presencia. En menos de una hora, ambos estaban de regreso en Jerusalén, contando a los otros once y a los que estaban con ellos, acerca de su encuentro con Jesús. Justo en ese momento Jesús se les aparece y les muestra las pruebas de Su resurrección. Mientras comía con ellos, les dijo estas reveladores palabras:

«Cuando estaba con ustedes antes, les dije que tenía que cumplirse todo lo escrito acerca de mí en la ley de Moisés, en los profetas y en los Salmos» (v. 44).

Hablar de la ley de Moisés, los profetas y los Salmos es otra manera de referirse a todo el Antiguo Testamento. En otras palabras, el Antiguo Testamento centra su atención en la obra redentora del Mesías esperado. De hecho, toda la Biblia tiene como tema central al Señor Jesucristo. El Antiguo Testamento anticipa con ansias Su venida y el Nuevo Testamento mira hacia atrás, a Su llegada. El Antiguo Testamento vislumbra Su sombra; el Nuevo revela Su sustancia. El gran maestro bíblico de antaño, William Evans, señaló: «Corte la Biblia en cualquier lugar y sangrará. La sangre de Jesús mancha cada página, cada libro, en ambos testamentos».1

Si queremos conocer a Dios, debemos leer Su Palabra a través de una lente centrada en Cristo. Véalo en la creación, véalo presagiado en el tabernáculo, y véalo representado por Oseas. Si queremos conocer a Dios, debemos conocer Su Palabra. En Su Palabra, podemos ver que Jesús es fiel a todas Sus promesas y que Él se ha entregado voluntariamente, como el Hijo del Hombre, enviado para salvar a un pueblo pecador impotente ante la ira que él mismo se había ganado. Cuando podemos captar la gracia de Dios en Cristo, el «mensaje [que] se mantuvo en secreto durante siglos y generaciones, pero ahora se dio a conocer al pueblo de Dios» (Colosenses 1:26, NTV), podemos confiar en Él como nuestro Salvador.

Reflexionar en todo esto puede ser muy provechoso a la hora de leer cualquier libro de la Biblia. Pero no debemos conformarnos solo con leerla o estudiarla, sino que debemos poner en práctica lo aprendido. La verdadera preocupación de Dios por todos nosotros, Sus hijos, es que estemos viviendo llenos de Su vida y siendo transformados por Su Palabra.

¿Cuáles son los beneficios del estudio de la Biblia? ¿Qué diferencia hace en nuestras vidas? Como cristianos debemos estudiar la Palabra de Dios regularmente, e incluso memorizarla. Sin embargo, el deseo de Dios al darnos Su Palabra no es para que aprendamos más doctrina, ética o incluso, inspirarnos. Su propósito es que crezcamos hasta llegar a la madurez y de esa manera ser instrumentos más eficaces en Sus manos para llevar a cabo Sus planes y propósitos. Esto nos lleva a la segunda recomendación del chef en cuanto a nutrirnos con las Escrituras.

Segunda recomendación: Ya que las Escrituras proveen de alimento espiritual, es esencial que el creyente las ingiera regularmente para incentivar su crecimiento y madurez espiritual, a fin de ser más eficaz espiritualmente.

Deseo sugerir tres beneficios de invertir tiempo en el estudio de la Palabra de Dios. De hecho, estos beneficios no son opcionales sino esenciales para el desarrollo espiritual.

  • El estudio de la Biblia es esencial para el crecimiento.

Una de las características que todos los niños tienen en común es que quieren crecer y ser como sus hermanos mayores o sus padres. Cuando nacemos de nuevo, somos bebés espiritualmente; si somos saludables, anhelamos crecer. El apóstol Pedro, consciente de esto, escribe lo siguiente:

«Como bebés recién nacidos, deseen con ganas la leche espiritual pura para que crezcan a una experiencia plena de la salvación. Pidan a gritos ese alimento nutritivo». (1 Pedro 2:2, NTV)

Se pueden extraer tres palabras importantes de esta verdad. La primera es apetito. Los bebés por naturaleza «desean» leche y su nutrición resultará en su crecimiento. Cuando el creyente se da cuenta de su necesidad de la Palabra de Dios y encuentra su nutrición en Cristo, su apetito espiritual aumentará y empezará a crecer.

La segunda palabra es propósito. Pedro dice que el propósito de la Biblia es «para que crezcan». Ciertamente no se puede crecer sin conocer. Pero se puede conocer y no crecer. La Biblia no fue escrita para satisfacer la curiosidad, sino para ayudar al creyente a crecer conforme a la imagen de Cristo. No fue dada para llenar su mente con una colección de hechos bíblicos, sino para transformar su vida.

La tercera palabra es actitud. Pedro describe la actitud de un recién nacido hacia la leche: la pide a gritos. Como bebés recién nacidos, los creyentes deben alimentarse de la leche de la Palabra y crecer en su comprensión y aplicación de su salvación.

  • El estudio de la Biblia es esencial para lograr madurez espiritual.

Si la meta de la vida cristiana es la madurez espiritual, entonces el alimento proviene de la Palabra de Dios y el modelo a seguir es el Hijo de Dios. De esa manera, cuando nos alimentamos regularmente de la Palabra de Dios y ponemos en práctica lo aprendido, nuestro desarrollo espiritual se da de manera natural. Por eso, a medida que crecemos físicamente, también debemos progresar en nuestra madurez emocional y espiritual.

Lamentablemente hay personas que no desean crecer. Prefieren quedarse estancadas en pensamientos y conductas infantiles. Tal vez ese fue el tema que abordó el autor de la carta a los Hebreos al finalizar el capítulo cinco. Se dirige a un grupo de personas que, por años, habían profesado ser cristianas, pero su comportamiento mostraba lo contrario.

«Nos gustaría decir mucho más sobre este tema, pero es difícil de explicar, sobre todo porque ustedes son torpes espiritualmente y tal parece que no escuchan. Hace tanto que son creyentes que ya deberían estar enseñando a otros. En cambio, necesitan que alguien vuelva a enseñarles las cosas básicas de la Palabra de Dios. Son como niños pequeños que necesitan leche y no pueden comer alimento sólido. Pues el que se alimenta de leche sigue siendo bebé y no sabe cómo hacer lo correcto. (Hebreos 5:11-13, NTV, énfasis añadido)

El escritor expresa que tiene algo que decir, pero que es «difícil de explicar». ¿Por qué? ¿Es alguna cuestión difícil de la revelación? No, es la densidad de los receptores. Tiene deficiencias de aprendizaje; «son torpes espiritualmente», es decir, que lo que les entra por un oído les sale por el otro.

La frase clave del pasaje es «hace tanto que son creyentes». El escritor les dice a sus lectores, que con el paso del tiempo ya deberían estar en la universidad, pero que todavía continúan en el grado preescolar, aprendiendo el abecedario una y otra vez. Cuando deberían estar comunicando la verdad a otros, necesitan que alguien les comunique la verdad a ellos.

De hecho, él dice que todavía necesitan leche, no alimento sólido. El escritor define la «leche» como «las cosas básicas de la Palabra de Dios» (v.12). La «carne» de las Escrituras es la enseñanza sobre el ministerio actual de nuestro Señor Jesucristo en el cielo como nuestro Sumo Sacerdote, al igual que Melquisedec. En otras palabras, la leche de las Escrituras se refiere a lo que Jesucristo hizo en la tierra: Su nacimiento, Su vida, Sus enseñanzas, Su muerte, sepultura y resurrección. Mientras que el alimento sólido de las Escrituras se refiere a lo que el Señor está haciendo ahora en el cielo. Empezamos la vida cristiana con base en Su obra terminado en la tierra… pero crecemos en la vida cristiana con base en Su obra continua en el cielo. Por supuesto, aun el adulto más maduro no desecha la leche. La disfrutamos en el cereal o en un batido de frutas. Como creyentes, todavía podemos aprender mucho de la obra de nuestro Señor en la tierra. Pero no debemos detenernos allí, sino seguir progresando en nuestra vida espiritual, y esto solo es posible si aprendemos acerca del ministerio sacerdotal de Cristo a favor nuestro en el cielo.

El escritor de Hebreos continúa diciendo, «el alimento sólido es para los maduros» (v. 14a). ¿Quiénes son los maduros? ¿Son las personas que asistieron al seminario? ¿Quiénes saben más versículos bíblicos de memoria? No; son «los que a fuerza de práctica están capacitados para distinguir entre lo bueno y lo malo» (v. 14b).

Alguien maduro espiritualmente es aquella persona que ha aprendido por sí misma mediante el constante uso de las Escrituras a distinguir entre el bien y el mal. La marca de la madurez espiritual no es cuánto usted entiende, sino cuánto aplica en su vida lo que aprendió. En la dimensión espiritual, lo opuesto a la ignorancia no es el conocimiento sino la obediencia. La Biblia es el medio divino para desarrollar la madurez espiritual. No existe otro medio.

«Entonces, no se volverán torpes ni indiferentes espiritualmente. En cambio, seguirán el ejemplo de quienes, gracias a su fe y perseverancia, heredarán las promesas de Dios». (Hebreos 6:12, NTV)

Este versículo resume el mensaje principal de esta sección difícil (y a veces mal entendida) de la carta a los Hebreos. Israel quería volverse a Egipto y, como resultado, una generación completa no logró obtener lo que Dios le había prometido. Fueron librados de la esclavitud en Egipto, pero nunca disfrutaron el reposo prometido en Canaán. Nosotros, los creyentes, podemos cometer hoy el mismo error. Aprender las verdades de la Palabra de Dios y aplicarlas a nuestras vidas por medio del poder del Espíritu Santo nos mantendrán en el camino correcto y nos capacitarán para el progreso espiritual.

  • El estudio de la Biblia es esencial para lograr eficiencia espiritual.

La Biblia es la Palabra de Dios inspirada y confiable, por lo tanto, debemos leerla y aplicarla a nuestra vida. Pablo expresó a Timoteo las siguientes palabras:

«Toda la Escritura es inspirada por Dios y es útil para enseñarnos lo que es verdad y para hacernos ver lo que está mal en nuestra vida. Nos corrige cuando estamos equivocados y nos enseña a hacer lo correcto. Dios la usa para preparar y capacitar a su pueblo para que haga toda buena obra». (2 Timoteo 3:16-17, NTV)

Pablo dice que todas las Escrituras son útiles. ¿Útiles para qué? Él menciona cuatro cosas. Primero para la doctrina o la enseñanza. Es decir que, estructurará su pensamiento. Esto es crucial, porque si usted no está pensando correctamente, no está viviendo correctamente. Lo que usted cree determinará su conducta. Él también dice que es útil para hacerle ver lo que está mal. Eso significa que le dirán a usted dónde se ha salido de los límites establecidos por Dios. Le dice a usted qué es pecado y qué es lo que Dios quiere para su vida. Tercero, es útil para corregir. La Biblia abre la puerta en su vida y provee dinámicas purificadoras que le ayudan a limpiar el pecado y a aprender a conformarse a la voluntad de Dios. En cuarto lugar, la Biblia es útil para enseñar a hacer lo correcto. Dios la emplea para mostrarnos cómo vivir. Habiéndole corregido en los aspectos negativos, le da las directivas positivas para continuar la vida.

En nuestro esmero por conocer la verdad de las Escrituras no debemos olvidar su propósito: ayudarnos a conocer a Dios y prepararnos para hacer Su voluntad. La razón por la cual Dios no puede usarle más de lo que Él quisiera es porque usted no está preparado. Quizá usted ha asistido a la iglesia por cinco, diez o veinte años, pero no ha descubierto el potencial de su Biblia para estar preparado y ser usado como un instrumento de Dios. Usted ha estado bajo la enseñanza de la Palabra, sujeto a ella, pero no lo ha hecho por usted mismo.

No deberíamos estudiar la Palabra de Dios únicamente para aumentar nuestro conocimiento o para ganar argumentos teológicos. Debemos estudiar la Biblia para saber quién es Dios y porque es esencial para nuestro crecimiento y madurez espiritual y estar preparados para ser un instrumento afinado en Sus manos para lograr Sus propósitos. De nada serviría nuestro conocimiento de las Escrituras a menos que fortalezca nuestra fe y nos prepare para hacer el bien.

Nuestros hábitos alimenticios determinan en gran medida el funcionamiento de nuestro organismo. Una buena alimentación adaptada a nuestras necesidades nutricionales promueve la salud, previene las enfermedades y, en general, mejora nuestra calidad de vida. Sin embargo, mucha gente que pudiera alimentarse bien a menudo se conforma con alimentarse de comida «chatarra», alta en calorías y de bajo contenido nutritivo. Lo mismo sucede con el alimento espiritual de la Palabra de Dios. Muchas personas, ya sea por ignorancia o negligencia, no aprovechan el alimento espiritual nutritivo que tienen al alcance, y se conforman con ingerir alimento espiritual «chatarra», adulterado y tóxico para el alma. A simple vista se ve apetitoso y hasta puede satisfacer temporalmente el hambre espiritual, pero con el tiempo afecta considerablemente el progreso espiritual. Por esta razón es importante examinar muy bien el origen del alimento espiritual que ingerimos, sobre todo, porque que mucha de la enseñanza que se nos presenta hoy en día procede de fuentes contaminadas con filosofías huecas, antibíblicas y hasta demoniacas (Colosenses 2:8).

¿Qué podemos hacer para contrarrestar este grave problema de inanición bíblica? La tercera recomendación del chef responde a esta importante pregunta:

Tercera recomendación: Ya que el crecimiento espiritual en el camino correcto es necesario, la preparación cuidadosa es esencial para garantizar que el fruto del estudio bíblico sea confiable y nutritivo.

La comida seleccionada y preparada cuidadosamente asegura a la familia una felicidad doble: la de comer sabroso y la de gozar de buena salud mediante una alimentación adecuada. De igual manera, la preparación cuidadosa del alimento espiritual no solo es una delicia para el alma, sino que además la fortalece para evitar la debilidad y las consecuencias de una infección espiritual. El conocimiento de Dios nos ayuda a mantenernos en buena forma espiritual, pero solo si nos alimentamos de ese conocimiento. Pero al hacerlo, el creyente debe aprender a discernir y a ser precavido respecto a lo que en realidad constituye la verdad bíblica o no. Muchas sectas y organizaciones heréticas han tergiversado la enseñanza de la Biblia para que se ajuste a su propia agenda impía. Por lo tanto, aquellos que tienen la responsabilidad de enseñar a otros, deben hacer todo lo posible por presentar con honestidad y precisión la imagen completa y equilibrada de lo que Dios revela en Su Palabra. Pablo expresa esta idea al exhortar al joven pastor Timoteo con estas palabras:

«Enseña esas cosas e insiste en que todos las aprendan. No permitas que nadie te subestime por ser joven. Sé un ejemplo para todos los creyentes en lo que dices, en la forma en que vives, en tu amor, tu fe y tu pureza. Hasta que yo llegue, dedícate a leer las Escrituras a la iglesia, y a animar y a enseñarles a los creyentes». (1 Timoteo 4:11–13, NTV)

Los buenos siervos de Cristo previenen el enfriamiento espiritual al crecer en su devoción a Dios en su ministerio privado y liderar con madurez en su ministerio público. Timoteo debía ganarse el respeto de sus mayores siendo un ejemplo para ellos en su manera de hablar y vivir, y en su amor, fe y pureza. Pero aparte de esto, como pastor, debía dedicarse a tres ministerios principales: la lectura pública de las Escrituras, la predicación o exhortación de las Escrituras (incluida la aplicación) y la explicación o enseñanza de las Escrituras.

Esto significa que usted, como maestro o predicador del evangelio, debe ser diligente en vivir una vida que honre a Dios mientras realiza el arduo trabajo de prepararse espiritualmente en su estudio personal de la Biblia, antes de comenzar a servir ese alimento espiritual a los demás. No puedo enfatizar lo suficiente la importancia de ejercitarse para estar siempre en sumisión a Dios permitiendo que el Espíritu Santo realice Su obra en y a través de la rutina del estudio bíblico.

En otras palabras, ¡la preparación cuidadosa es esencial! Por lo tanto, es importante conseguir todo lo necesario para hacer que su experiencia en el estudio de las Escrituras dé, como resultado, un alimento espiritual nutritivo y saludable. Para ello, se necesita tener la disposición correcta, cocinar con los utensilios correctos y formar los hábitos de estudio correctos. Veamos cada una de estas condiciones esenciales para la buena preparación.

Tener la disposición correcta. Pablo alentó a Timoteo a reclutar personas dignas de confianza, capaces de comunicar fielmente la verdad de las Escrituras: «Me has oído enseñar verdades, que han sido confirmadas por muchos testigos confiables. Ahora enseña estas verdades a otras personas dignas de confianza que estén capacitadas para transmitirlas a otros» (2 Timoteo 2:2, NTV). Hay varias implicaciones que pueden extraerse de esta recomendación de Pablo a este joven pastor:

1. Las verdades que Pablo le enseñó a Timoteo no eran únicamente para su beneficio personal. Para Pablo era importante que los demás las escucharan.

2. La enseñanza de estas verdades bíblicas no debía ser confiada a cualquier persona para ser transmitida a la siguiente generación. Timoteo debía encontrar a gente confiable; personas con la integridad de no corromper la verdad para beneficio personal o conveniencia pragmática.

3. Estas personas que Timoteo debía reclutar deberán estar dispuestas a transmitir el legado de la enseñanza bíblica. Eso implica el compromiso de invertir tiempo y esfuerzo en el estudio cuidadoso y la comunicación eficaz de las Escrituras.

La transmisión de la verdad bíblica es un privilegio importante y exige la atención y preparación deliberada de aquellos que han sido llamados a enseñar las Escrituras. Puede ser que los diferentes temperamentos y experiencias hagan que la transmisión del mensaje de la Biblia sea diferente, pero la sustancia del mensaje siempre debe estar arraigada a las Escrituras.

Cocinar con los utensilios correctos. Al preparar comidas espirituales, asegúrese de tener los utensilios correctos. De la misma manera que un cocinero necesita las cacerolas y los sartenes adecuados, seremos más eficaces en nuestro estudio de la Biblia si tenemos las herramientas apropiadas.

¿Recuerda esa vez que se frustró por no tener en su alacena el ingrediente esencial para preparar esa paella a la valenciana? ¿O cuando se quebró la cabeza tratando de recordar dónde guardó la receta para preparar ese ceviche de camarón que tanto le gustó? Todos sabemos que, sin todos los ingredientes correctos y los utensilios adecuados, la comida servida carecerá —no solo de sabor, sino también de valor nutricional.

Lo mismo aplica al estudio personal de la Biblia. ¿Quién no recuerda el momento en que buscó diligentemente ese versículo perfecto en la Biblia y no pudo encontrarlo? Eso fue casi tan malo como el día en que decidió leer un par de capítulos y se obsesionó con entender el significado del «voto nazareo» o se rascó la cabeza pensando a qué equivale un «codo» en la actualidad.

Esto es como tener ingredientes capeados y endulzados que ocultan el verdadero sabor y de repente oscurecen nuestra comprensión de la verdad de Dios. El cucharón y la cuchara de las buenas intenciones simplemente no proporcionarán la combinación correcta y los resultados más satisfactorios. Se necesitan mejores utensilios que estos, ¡créame!

Recuerde, usted no tiene que ser todo un chef profesional para preparar un delicioso y nutritivo alimento espiritual de la Palabra de Dios. . . pero sí necesita contar con los utensilios de cocina adecuados para lograrlo. Estos recursos son básicos en la preparación de estudios bíblicos nutritivos. Le permitirán encontrar la mayoría de las respuestas que necesita, ¡y son tan fáciles de usar como su batidora favorita! Hay al menos cinco utensilios que usted necesita tener siempre a la mano.

1. Una concordancia bíblica
Una concordancia es una clasificación alfabética de la mayoría de las palabras que se usan en la Biblia y las principales referencias de donde esa palabra aparece. Es útil para localizar pasajes en la Biblia cuando solo se pueden recordar algunas de las palabras del versículo que buscamos. Muchos editores colocan una corta concordancia al final de las Biblias, pero concordancias más completas pueden adquirirse por separado. Cuando en una concordancia se incluyen todas las palabras que aparecen en la Biblia (incluyendo un, uno, el, los), se les llama «exhaustivas». La concordancia exhaustiva más utilizada en inglés y español es la Concordancia Exhaustiva Strong. Hay algunas concordancias en internet que pueden utilizarse de forma gratuita, e incluso programas y aplicaciones para teléfono celular que nos ayudan a localizar los pasajes y pueden ser utilizados como concordancias. Es recomendable utilizar una concordancia que coincida con la misma versión de la Biblia que se utilice.

2. Un diccionario bíblico
Un diccionario bíblico es una obra de referencia de respuesta inmediata que trata cada una de las palabras usadas en la Biblia, con la información básica, junto con una orientación concisa, equilibrada y actualizada sobre los temas bíblicos. Generalmente contiene todas las palabras del Antiguo y Nuevo Testamento con toda la información geográfica, arqueológica y explicativa, con el fin de ayudar a un mejor entendimiento del texto bíblico. Existen muchos diccionarios bíblicos gratuitos en línea, pero recomendamos el Gran Diccionario Enciclopédico de la Biblia de la Editorial Clie.

3. Un atlas bíblico
Un atlas bíblico es una colección de mapas geográficos e históricos que proveen un trasfondo accesible de los acontecimientos que tuvieron lugar en tierras con características geográficas específicas, y estas son parte integral de la trama y el mensaje de la Biblia. Mediante mapas multicolores, fotografías actuales y comentarios informativos, se resaltan diversos factores ambientales que influyeron en los desarrollos políticos y sucesos históricos que dieron forma a la narrativa bíblica. Entre los más populares están el Atlas Bíblico de Tyndale, y el Atlas Bíblico Portavoz. Por otro lado, una buena Biblia de estudio contiene un conjunto de mapas que es suficiente para adquirir una mejor comprensión de la ubicación exacta y progresión de los eventos bíblicos relevantes.

4. Un comentario bíblico
Un comentario bíblico es un compendio de uno o varios volúmenes que explica los usos y costumbres judaicas que forman el contexto histórico del Antiguo y Nuevo Testamento. Además, algunos comentarios presentan la exposición clara, la inclusión del bosquejo de cada libro, así como importantes datos acerca del autor, del trasfondo histórico, propósito del libro, fecha de redacción, distintivos del texto y desarrollo del argumento bíblico. Sin duda, el comentario bíblico es un auxiliar indispensable para todo estudiante de la Biblia. Uno que recomendamos es el Comentario de Conocimiento Bíblico (10 volúmenes), de Ediciones Las Américas, que también está disponible en formato electrónico.

5. La Internet y otras herramientas electrónicas
La Internet es una vasta fuente de información en constante evolución. No toda esa información es precisa, no toda es útil y gran parte de ella es realmente dañina. En consecuencia, se necesita un discernimiento cuidadoso si se va a utilizar la Internet de manera inteligente. Pese los «hechos» que se muestran con suficiente peso. Unos cuantos sitios confiables y cuidadosamente seleccionados deben ser todo lo que usted necesita para complementar su propio estudio diligente de la Biblia. En esta era de la sobresaturación de datos, adoptar la disciplina de los hermanos de la iglesia de Berea es aún más necesaria (Hechos 17:10–12).

Como comentario adicional, si usted es pastor, maestro o simplemente un estudiante serio de la Biblia, entonces recomendamos el Software Bíblico Logos (www.es.logos.com), que es una biblioteca de estudio bíblico con todas las herramientas integradas que se han descrito anteriormente, y mucho más.

Al igual que con las otras ayudas que pueden informar su comprensión de la Biblia, la Internet no es ni inspirada ni infalible. Su último punto de referencia es, y siempre debe ser, la Palabra de Dios como se ha revelado en las Escrituras y ha sido confirmada por el Espíritu Santo.

Además, recuerde siempre acompañar su estudio de la Biblia con oración a Dios pidiendo que Su Santo Espíritu ilumine para usted la Palabra que Él mismo inspiró, y que Dios le dé la gracia para poder poner por obra lo que lee y estudia. Que Dios bendiga su estudio de la Palabra y lo haga crecer en gracia y conocimiento verdadero, no el que nos llena la cabeza para presumir, sino el que llena todo nuestro ser integral para vivir cada día amando y agradando a nuestro Señor, y amando y sirviendo a nuestro prójimo.

Formar los hábitos de estudio correctos. ¿Ha intentado comer más sano y empezar una dieta solo para volver a comer chocolate unos días más tarde? La verdad es que no está solo. Romper hábitos y crear nuevos, los saludables en especial, puede resultar muy complicado. Pero por suerte no es imposible. Dicen que un hábito bueno debe sustituir a un hábito malo. Por eso, para crear hábitos saludables es importante comenzar a dar pasos pequeños y planearlo bien; de esa manera podrá cumplir con sus objetivos de salud y nutrición con mayor facilidad.

De manera similar sucede en la preparación del alimento espiritual saludable de la Palabra de Dios. Una vez que usted haya aprendido a preparar sus propias comidas espirituales y se disponga a saborear ese suculento platillo, es importante comenzar a formar uno a uno los siguientes hábitos de estudio que seguramente le ayudarán a interiorizar las Escrituras y aprovechar mejor los nutrientes que estas le ofrecen. Estos hábitos de estudio son los siguientes: oír, leer, estudiar, memorizar y meditar.

1. Oír
Comenzamos a consumir las Escrituras. Casi toda la Biblia fue escrita para ser transmitida oralmente. Por lo tanto, cuando la escuchamos a través de la lectura en voz alta y enseñanza de pastores y maestros piadosos, estimula nuestro propio apetito por leer las Escrituras por nosotros mismos. Tomar notas mientras la escuchamos puede aumentar nuestra habilidad de retener lo que oímos.

Sin embargo, también podemos escuchar la Biblia narrada en nuestro estudio personal. Esto puede ayudarnos a aprender cómo los lectores entonan las palabras y ayudarnos a pronunciarla mejor cuando nos toque a nosotros leerla en voz alta. Sin duda, oír lo que dice la Palabra de Dios es la manera más simple y frecuente de aprender la Biblia. El apóstol Pablo confirma esta idea en su carta a los Romanos: «La fe viene del oír, y el oír, por la palabra de Cristo» (Romanos 10:17, LBLA).

2. Leer
Leer la Biblia nos da un cuadro global de las Escrituras y también es la base del tiempo a solas diario. Lea un pasaje completo varias veces antes de continuar estudiando. Busque los pequeños detalles que podría haber pasado por alto y póngase «en las sandalias del escritor». Use todos sus sentidos para entrar en la historia a medida que la lee. La lectura de la Biblia le fortalecerá porque usted ha estado escuchándola y leyéndola por sí mismo. Tenga en cuenta lo que dice el Salmo 119:18: «Abre mis ojos, para que vea las verdades maravillosas que hay en tus enseñanzas». Nunca subestime las maravillas que descubrirá tan solo con leer las Escrituras.

3. Estudiar
Otra manera de consumir las Escrituras es estudiándolas. La Biblia fue escrita usando reglas literarias que todavía son aplicables el día de hoy. Las ideas se expresan a través de palabras en oraciones que se combinan para transmitir un significado. Hace años leí estas palabras de Sir Francis Bacon: «La lectura hace al hombre completo; la conversación lo hace ágil y la escritura lo hace preciso». Cuando empiece a procesar sus pensamientos por medio de la escritura, eso le ayuda a aclararlos. El pastor Swindoll señala que la diferencia clave entre oír, leer y estudiar es el bolígrafo y el papel. Tomar notas le ayuda a organizar en su mente el impacto que el pasaje está teniendo en usted.

Mientras estudia y hace sus anotaciones, pídale a Dios por comprensión y entendimiento. «Iluminación» es un término que podríamos usar para referirnos a la forma en que el Espíritu guía nuestros pensamientos a través de un texto en particular. A veces aparece rápida y fácilmente, como una súbita comprensión del significado del autor. En otras ocasiones, el proceso puede parecer agonizantemente lento y deliberado. Su diligencia en el estudio demuestra su disposición a cooperar con el Espíritu Santo.

Sea como aquellos hermanos de Berea, que «tenían una mentalidad más abierta que los de Tesalónica y escucharon con entusiasmo el mensaje de Pablo. Día tras día examinaban las Escrituras para ver si Pablo y Silas enseñaban la verdad» (Hechos 17:11, NTV).

4. Memorizar
La disciplina de la memorización de las Escrituras se considera una virtud frecuentemente alentada en la Biblia: El salmista escribió: «He guardado tu palabra en mi corazón, para no pecar contra ti…Recité en voz alta todas las ordenanzas que nos has dado» (Salmos 119:11 y 13, NTV). Pienso que en realidad está diciendo lo siguiente: «Me puse a aprender de memoria los versículos de los rollos».

Incluso desde un punto de vista práctico y cotidiano, es un gran consuelo recordar un determinado pasaje o versículo de aliento (o advertencia) a medida que avanza el día. A menudo, un texto que usted ha estado estudiando se grabará en su memoria y lo aprenderá casi sin pensarlo. Puede hacerlo memorizando un versículo a la vez. Primero, lea el versículo reiteradamente. Podría optar por escribirlo en una tarjeta y llevar esa tarjeta consigo. Puede ponerlo cerca de la pantalla de su computadora o en la visera de su auto. Puede pegarlo en el refrigerador de su cocina o junto al fregadero para poder memorizarlo mientras lava los platos. Cuando empiece a atesorar la Palabra de Dios en su corazón, descubrirá que una luz penetra la oscuridad de su entorno. Recibirá un escudo contra los peligros que le rodean, como resultado de haber memorizado la Palabra.

5. Meditar
La última forma de interiorizar las Escrituras es meditando en ellas. El salmista menciona: «Estudiaré tus mandamientos y reflexionaré sobre tus caminos» (Salmos 119:15, NTV). Eso es la meditación: dedicar tiempo a reflexionar en la Palabra de Dios y permitir que penetre en nuestro corazón.  La meditación realza la efectividad de los otros cuatro métodos de la asimilación de las Escrituras. Es solamente a través de la meditación en la Palabra de Dios (pensando en su significado y su aplicación a nuestra vida) que descubriremos su poder transformador en nuestra vida.

Se debe trazar una línea clara entre lo que algunos llaman meditación —el abandono del enfoque mental y espiritual— y la verdadera meditación bíblica. La verdadera meditación siempre tiene un objeto. No es la capacidad de pensar en nada, es el privilegio del pensamiento sostenido sobre una cosa: la Palabra de Dios.

Sin duda, la meditación en la Palabra de Dios trae estabilidad y fuerza de propósito, como leemos en el libro de Josué: «Estudia constantemente este libro de instrucción. Medita en él de día y de noche para asegurarte de obedecer todo lo que allí está escrito. Solamente entonces prosperarás y te irá bien en todo lo que hagas. Mi mandato es: “¡Sé fuerte y valiente! No tengas miedo ni te desanimes, porque el Señor tu Dios está contigo dondequiera que vayas”» (Josué 1:8–9, NTV). Es cuando un pasaje ha penetrado e impregnado sus propios pensamientos que usted puede compartir ese pasaje con convicción. Y es a través de la meditación que ese cambio puede producirse en su vida.

1 Cita tomada del libro de Skip Heitzig, Bloodline: Tracing God’s Rescue Plan from Eden to Eternity [Linaje:Trazando el plan de rescate de Dios desde el Edén hasta la eternidad] (Eugene, OR: Harvest House Publishers, 2018), 149.