Usted lo tiene todo listo para hacer algo grande para Dios. Ha fijado las metas. Ha invertido tiempo y dinero. Lo ha compartido con mucha gente. Pero por más doloroso que nos resulte reconocerlo, las metas que no han sido empapadas con la oración ni presentadas primero al Señor con humildad, resultan totalmente inútiles. No llegan a ninguna parte, no logran nada.
Aliento y Consuelo
Tumbos en el camino
Parte del problema es nuestro impresionante currículo. A veces, somos educados más allá de nuestra inteligencia. ¡Sabemos más de lo que somos capaces de manejar con prudencia! Pero la verdad es que, cuando usted confía en la carne para hacer las cosas, no necesita más educación. No necesita tener un título más. No necesita más seminarios de capacitación. Sencillamente, lo que usted necesita es sabiduría.
Sigamos adelante
Muchos de nosotros creemos que tenemos que ocultar nuestros fracasos, creyendo que nadie más puede haber fallado tanto como nosotros. Algunos, incluso, hasta temen hablar con Dios de esto, por el temor de que Él esté tan desinteresado de nosotros como imaginamos que lo estarán los demás.
Dios lo hace
Al no buscar la dirección de Dios, al no buscar el tiempo de Dios, usted toma las cosas en sus manos prematuramente, y más tarde tiene un problema.
El tiempo de Dios
Usted y yo podemos consagrarnos tanto a hacer la voluntad de Dios, podemos estar tan motivados por un obcecado sentido de propósito, que podemos involuntariamente tomar las cosas en nuestras propias manos y dejar a Dios completamente fuera de escena.
Tenga fe y también un plan
La sensatez le dice que haga lo más que pueda, hasta donde se lo permitan sus fuerzas, y luego tenga la confianza en que Dios hará lo que usted no puede hacer, que logrará lo que usted no puede lograr. La fe y la planificación cuidadosa van de la mano. Siempre ha sido así.
Debemos obedecer a Dios
La sumisión a la autoridad civil tiene límites. Como dijo Pedro una vez al sanedrín judío: «Es necesario obedecer a Dios antes que a los hombres».
Valentía frente a los reyes
Gracias a Dios que estas valientes mujeres, como dice la Escritura más tarde de los padres de Moisés, «no temieron al mandamiento del rey» (Hebreos 11:23).
Dios lo sabe
Se me ocurre que, si uno se siente inclinado a actuar con ira e irracionalidad, sería prudente retroceder y preguntarse qué cosa nos produce temor.
La bisagra de la historia
El pequeño Moisés abrió sus ojos a un mundo muy diferente al nuestro. Aunque ni su madre ni su padre lo sabían, el nacimiento de este varoncito dio inicio a una serie de acontecimientos que cambiarían el curso de las naciones y que determinarían el destino de millones. Ese nacimiento le daría un viraje, como bisagra, a la historia. El mundo jamás volvería a ser completamente el mismo otra vez.