Diligencia y Fidelidad

Los siervos no compiten . . . ni fanfarronean . . . ni pulen su imagen . . . ni se apoderan de los reflectores. Saben su trabajo, admiten sus limitaciones, y hacen lo que hacen en forma callada y consistente.

El Dominio Propio es Fuerza Interna

El fruto del Espíritu es dominio propio. El dominio propio nos libra de la esclavitud. El dominio propio detiene los malos hábitos. Nos exige cuentas. Nos detiene.

Caminando con Dios

Dios nos lleva a atravesar conflictos y dificultades para que podamos llegar a ser cada vez más consagrados a Él.
Dios puede conducirle a algún punto . . . que no tiene mucho sentido.

La Voluntad y los Caminos de Dios

Las personas santas poseen una actitud de sumisión dispuesta a la voluntad y caminos de Dios. Lo que sea que Él diga, se hace. Y lo que sea que se necesite para ponerlo en práctica es lo que el Santo desea hacer.

Un Corazón Alegre

Un buen desarrollado sentido del humor revela una personalidad bien balanceada. La capacidad de reírnos de situaciones cotidianas es una válvula de seguridad. nos libera de las tensiones y preocupaciones que de otra manera dañarían nuestra salud.

Salve la deidad encarnada

Al entregarse a sí mismo, Jesús de manera voluntaria hizo a un lado las prerrogativas y los prerrequisitos de la vida que Él conocía, una existencia que Él había disfrutado. Había cedido el derecho a esa clase de vida diciéndole al Padre: «Yo iré».

Para algunos pobres pastores

¿Por qué el Señor primero anunciaría el nacimiento del Mesías a unos pastores humildes? ¿Por qué escogería un comienzo tan innoble para un nacimiento tan importante? Quizás por la misma razón que elegiría una muerte innoble para una vida ejemplar: nosotros– pecadores indignos– necesitamos un Salvador.

Querido José, querido mío

Dios intervino mandando al ángel Gabriel para que visitara a José en sueños y le dijera: «No temas recibir a María tu mujer, porque el Niño que se ha engendrado en ella es del Espíritu Santo».

María fue esa madre dispuesta

Podríamos traducir la respuesta de María de la siguiente forma: «No lo entiendo totalmente, pero lo acepto. Sé que ocurrirá tal como Gabriel lo dijo». Para ella, era suficiente que Dios había prometido realizar lo imposible.