“No hay excepciones a la regla de que a todos les gusta ser la excepción a la regla.”

Este dicho parece ser especialmente cierto en individuos excepcionales. Tómese a Salomón, por ejemplo. Dios le dijo: “he aquí que te he dado corazón sabio y entendido, tanto que no ha habido antes de ti otro como tú, ni después de ti se levantará otro como tú” (1 Reyes 3:12). ¡Hablando de alguien excepcional! Y sin embargo Salomón se convirtió en la excepción a su propia sabiduría.

“Pero el rey Salomón amó, además de la hija de Faraón, a muchas mujeres extranjeras;” . . . Y tuvo setecientas mujeres reinas y trescientas concubinas; y sus mujeres desviaron su corazón . . . . Entonces edificó Salomón un lugar alto a Quemos, ídolo abominable de Moab, . . . Así hizo para todas sus mujeres extranjeras”. (1 Reyes 11:1, 3, 7-8)

Difícil de creerlo, ¿verdad? Salomón literalmente escribió el libro sobre sabiduría y pureza sexual, y sin embargo se comportó de manera tan insensata en cuanto a permanecer puro. ¿Cómo pudo alguien tan sabio permitirse llegar a ser tan corrupto? ¿Cómo pudo alguien que adoraba a Dios dejarse seducir por la idolatría? Empezó con dos pequeños compromisos:

“Salomón hizo parentesco con Faraón rey de Egipto, . . . Mas Salomón amó a Jehová, andando en los estatutos de su padre David; solamente sacrificaba y quemaba incienso en los lugares altos”. (1 Reyes 3:1, 3)

“Salomón amó a Jehová,” se nos dice, “solamente . . .” Deténgase allí. Solamente ¿qué? “Solamente sacrificaba y quemaba incienso en los lugares altos.” Los canaanitas sacrificaban en los lugares altos porque pensaban que los “lugares altos” les llevarían más cerca a sus dioses. Los israelitas adoptaron esta práctica para sacrificar al Señor, aunque la ley de Dios la prohibía. Además, el matrimonio de Salomón a una no creyente trajo seguridad nacional al precio de una boda; o por lo menos así pensó él. Pequeños compromisos, por cierto, pero abrieron una grieta en el corazón de Salomón que a la larga lo dividió.

Debía haber visto que se acercaba. La poesía de Salomón repetidas veces reveló la sabiduría de lidiar con el pecado cuando es pequeño (Proverbios 17:14; 24:33-34; Eclesiastés 10:18; Cantares 2:15). En otras palabras, él debería haber visto de antemano los peligros de los pecados pequeños: una esposa egipcia y lugares altos, que inevitablemente crecerían más allá de lo que incluso Salomón podía controlar. Incluso la sabiduría no puede pensar en todas las consecuencias de las componendas. La grieta que dividió el corazón de Salomón a la larga dividiría a su nación, destruiría el templo de Dios, y deportaría a los judíos de su tierra; y todo empezó con pecados pequeños que se ignoraron.

Ahora póngase usted mismo en el relato. Si la Biblia registrara su andar con Dios, ¿qué excepciones revelaría?

  • Roberto amaba al Señor, solamente que en ocasiones daba rienda suelta a su fantasía por otras mujeres.
  • Juana andaba con Cristo todos los días, excepto que nunca se casó con el hombre con quien vive.

Salomón nunca empezó construyendo santuarios paganos. Sin embargo, el hecho de que no atendió las pequeñas grietas en su corazón produjo una vida de futilidad y devastación espiritual. Seríamos insensatos al dar por sentado que corremos menos peligro, y nos engañamos nosotros mismos cuando pensamos que podemos tener un andar saludable con Dios y a la vez guardar a un lado nuestros pecados ocultos y preferidos. Muchos andan por este camino, pero Dios quiere más de nosotros que el ciclo incesante de confesión y fracaso. Él quiere que vivamos más allá de la futilidad que busca el mundo. Él nos llama al arrepentimiento; al cambio.

“Por lo demás, hermanos, os rogamos y exhortamos en el Señor Jesús, que de la manera que aprendisteis de nosotros cómo os conviene conduciros y agradar a Dios, así abundéis más y más”. (1 Tesalonicenses 4:1)

Estos creyentes conocían las Escrituras y andaban con Dios. Pero Pablo vivió una grieta en sus corazones: algo que les impedía crecer a su potencial. Así que indicó con claridad el obstáculo:

“Pues la voluntad de Dios es vuestra santificación; que os apartéis de fornicación; que cada uno de vosotros sepa tener su propia esposa en santidad y honor; no en pasión de concupiscencia, como los gentiles que no conocen a Dios”. (1 Tesalonicenses 4:3-5)

Así que, ¿cómo podemos empezar a cerrar las grietas de un corazón dividido? Para empezar, debemos reconocer que lo que buscamos en realidad en el placer ilícito tiene más que ver con relaciones personales que físicas. El propósito de Dios es que estos anhelos hallen su satisfacción en el matrimonio. Pero incluso una relación saludable con un cónyuge es insuficiente aparte de una relación personal deliberada con Cristo y que crece.

Esto quiere decir más que su experiencia de salvación. Significa hacer de su relación personal con el Dios viviente, y no sólo la lectura de la Biblia, la prioridad de su vida. Tomás de Aquino dijo: “Nadie puede vivir sin deleite, y por es el hombre privado de gozo espiritual se dedica a los placeres carnales.” A Salomón le llevó toda una vida descubrir esta sencilla verdad (Eclesiastés 11:9; 12:13).

El proceso de transformación que Dios desea viene al escoger diariamente presentar nuestros cuerpos como “sacrificio vivo, santo” (Romanos 12:1), rehusar obstinadamente seguir los acicates del pecado (6:14), y apoyarnos en la fuerza que provee el Espíritu de Dios (8:2, 6). Después de perder a su esposa, un creyente dijo que oraba en respuesta a su deseo de intimidad sexual: “Señor, te entrego mi sexualidad. Esperaré hasta que tú proveas satisfacción para estos deseos en tu tiempo, y a tu manera. Ayúdame a mantenerme puro.”

Podemos tener la sabiduría de Salomón y con todo tener grietas en el corazón. La vida de Salomón revela que el pecado que se tolera se convierte un ídolo que se abraza. Si no buscamos a Dios como el objeto de nuestro deleite máximo, con certeza lo sustituiremos con placeres de este mundo; y a la larga les sacrificaremos nuestra pureza. Pero Dios nos ha llamado a cambiar los placeres momentáneos de los pecados pequeños por algo mucho mejor. Y es un canje que vale la pena, porque la pureza moral es en realidad un producto colateral de un beneficio incluso mayor que Dios nos ofrece: Él mismo.

Tomado de Wayne Stiles, “Unwise Cracks,” Insights (septiembre 2005): 1-2. Copyright © 2005, Insight for Living. Todos los derechos reservados mundialmente.