Hombres pasivos, mujeres salvajes. Esas palabras no son originalmente mías. Son de un psiquiatra que vive en el condado Marin, del estado de California, y de nombre Pierre Mornell, que escribió un libro con este título. El asunto que más le preocupa al doctor Mornell se halla en matrimonios de creyentes tanto como en los de no creyentes.

Es el problema de un esposo que es “inactivo, inarticulado, aletargado, y retraído en casa. En su relación con su esposa es pasivo; y su la enloquece.” No que él sea necesariamente incompetente y aburrido. En el trabajo tal vez tenga gran éxito y es muy articulado. Y ella no es necesariamente rebelde o súper activa. Tal vez sea una buena madre, talentosa y sus amigas la respetan muy bien.

En casa, sin embargo, el esposo dice, de una docena de maneras diferentes: “Estoy cansado; simplemente déjame tranquilo.” Ella le pide algo, y él lo ignora. Ella alza la voz; él se retrae más. Ella añade presión, él se sumerge en un silencio hosco. Al final él se aleja; ella “pierde los estribos.”
Hay numerosas razones, a menudo complejas, detrás de tales impases, pero sobresalen un par de factores de extrema importancia.

En primer lugar, los hombres y las mujeres son diferentes, y esas diferencias ni disminuyen ni desaparecen cuando se casan. (¡He descubierto que más bien aumentan su impulso!). Es de gran ayuda tratar de ponerse en los zapatos del cónyuge (aunque es extremadamente difícil hacerlo), y darse cuenta de las necesidades y puntos de vista del otro. Si no se hace eso, se acaba enfurruñado en el sofá.

En segundo lugar, el compañerismo armonioso es resultado de trabajo arduo; eso nunca “simplemente sucede.” No sé de nada que ayude más a este proceso que la comunicación profunda, sincera y regular. Lea de nuevo esas últimas cuatro palabras, por favor. Esto no es simplemente hablar; sino también escuchar. Y no es simplemente escuchar, sino también oír. Y no simplemente oír, sino también responder, con calma y bondad.

El “arduo trabajo” también incluye dar tanto como recibir, modelar lo que uno espera, perdonar con igual presteza que confrontar, poner en el matrimonio más que lo que jamás se espera sacar de él. Sí, más. En breve, quiere decir ser no egoísta.

Pocas cosas son mejores para romper el síndrome de pasivo y desenfrenado que tomarse un par de días juntos como pareja; sin los hijos, sin el maletín de trabajo, sin una agenda.

Esto irá gran distancia para mantenerlo a usted fuera del sofá del psiquiatra; o, de paso, de su propio sofá.

En una escala de 1 a 10, ¿cuán bien se comunican usted y su cónyuge?

Tomado de Charles R. Swindoll, Day by Day with Charles Swindoll (Nashville: W Publishing Group, 2000). Copyright © 2000 por Charles R. Swindoll, Inc. Reservados mundialmente todos los derechos.