La Belleza de la Santidad de Dios

¿Saben por qué es tan esencial que nosotros recuperemos un entendimiento así de respetuoso de Dios? Porque una noción superficial de Dios conduce a una vida superficial. Abarate a Dios y usted abarata la vida misma. Trate a Dios superficialmente, y usted se vuelve superficial.

¿Hogares Apurados y Ajetreados?

Buscando la sabiduría de Dios, pregúntese: «¿Qué podemos hacer como mamá y papá para animar a nuestros hijos para que disfruten el hecho de ser niños?»

Solo el Carácter Perdura

No hay defensa más elocuente y eficaz que una vida que se lleva continua y consistentemente en integridad. Posee poder invencible para silenciar a los difamadores.

Diligencia y Fidelidad

Los siervos no compiten . . . ni fanfarronean . . . ni pulen su imagen . . . ni se apoderan de los reflectores. Saben su trabajo, admiten sus limitaciones, y hacen lo que hacen en forma callada y consistente.

El Dominio Propio es Fuerza Interna

El fruto del Espíritu es dominio propio. El dominio propio nos libra de la esclavitud. El dominio propio detiene los malos hábitos. Nos exige cuentas. Nos detiene.

Caminando con Dios

Dios nos lleva a atravesar conflictos y dificultades para que podamos llegar a ser cada vez más consagrados a Él.
Dios puede conducirle a algún punto . . . que no tiene mucho sentido.

La Voluntad y los Caminos de Dios

Las personas santas poseen una actitud de sumisión dispuesta a la voluntad y caminos de Dios. Lo que sea que Él diga, se hace. Y lo que sea que se necesite para ponerlo en práctica es lo que el Santo desea hacer.

Un Corazón Alegre

Un buen desarrollado sentido del humor revela una personalidad bien balanceada. La capacidad de reírnos de situaciones cotidianas es una válvula de seguridad. nos libera de las tensiones y preocupaciones que de otra manera dañarían nuestra salud.

Salve la deidad encarnada

Al entregarse a sí mismo, Jesús de manera voluntaria hizo a un lado las prerrogativas y los prerrequisitos de la vida que Él conocía, una existencia que Él había disfrutado. Había cedido el derecho a esa clase de vida diciéndole al Padre: «Yo iré».